Oferta de cajones, un día antes de mi muerte

Tenía que ver con que he llegado a la certeza, terrible certeza, de que alguien más que Dios se está enterando de los designios más recónditos de mi corazón. De las ocurrencias prematuras de mis pensamientos. Y, como iban las cosas, estaba a punto de creer que corría el riesgo de que mis sueños estuvieran a merced de un, o unos extraños que no sabe uno cómo los iban a interpretar.

Domingo, 12:26

Por Vizo Arcieri. A las 12:26 de la tarde, el domingo tenía el mismo marasmo de un viernes santo, antes de la lluvia de siempre, que, decía mi abuela Carlota, eran lágrimas vivas del dolor de los clavos de Jesús, El Galileo, en el Gólgota. Los pájaros, que salieron a tomar, alegres, un baño de…

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