Ruth

En su faceta más íntima y personal, siempre fue una mujer joven. Mucho más por dentro que por fuera. Su apariencia rozagante, su piel lozana, su mirada brillante, su sonrisa permanente, la hacían lucir como una persona de menor edad de la que en realidad tenía. Pero no porque fuera el resultado milagroso de fórmulas cosméticas, dietas matadoras o entrenamientos físicos extenuantes. No. Su prestancia y su pergenio eran la consecuencia natural de su sentido optimista de la vida, su espíritu jovial, su sentido del humor, sus carcajadas estruendosas y su belleza interior que terminaban reflejándose en su buen semblante y su porte.

Los marconi

Recuerdo además que en cada luto de mi casa, se abría un fólder donde se agrupaban todos los marconi que llevaba en una bicicleta medio chueca, un flaco y lánguido cartero, que obviamente era odiado y perseguido por todos los perros de la cuadra; antipatía recíproca expresada con piedras, ladridos e insultos.

La retribución

Esa última vez, hoy hace un año, en la que Dios me regaló la certeza de tu inminente partida, me dediqué a hacer todo lo que pudiera hacerte feliz, sabiendo que no te volvería a ver. Así pasé 50 mágicos días construyendo momentos de recordar, pues sabía que de ahí se nutriría esa serenidad que necesitaríamos cuando llegara el momento del último adiós.

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