Por Juan Rincón Vanegas.
En la ciudad de Valledupar el martes 21 de abril de 1981 Consuelo Araújo Noguera dio a luz a su último hijo a quien llamó Edgardo José Maya Araújo. Enseguida comenzó el trabajo de crianza de esa madre abnegada que también había traído al mundo a Hernando, Rodolfo, Ricardo, María Mercedes y Andrés Molina Araújo.
Edgardo José, nacido de la unión de Consuelo Araújo Noguera con el abogado Edgardo Maya Villazón, accedió a contar detalles inéditos de los momentos al lado de su progenitora, con quien vivió los mejores días de su niñez y adolescencia.
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El profesional del derecho de la Universidad Externado de Colombia, comenzó diciendo: “La mía fue una infancia muy linda y sobre todo, muy cercana con mi mamá sintiendo todo su amor. Eso generó confianza y hablábamos mucho. Dios me dio la oportunidad de compartir mucho tiempo y muchas experiencias con ella, de ser su compañero en los últimos años de su vida. Recuerdo llevándola a hacer todas sus diligencias y sin falta, a la misa del domingo”.
De esta manera Consuelo Araújo Noguera fue esa madre querendona, sincera y con una enseñanza inigualable. “Siempre fue amorosa con todos sus hijos y sobre todo nos inculcó la unión, el respeto y las buenas costumbres. A ella le molestaba el desorden. No toleraba las cosas mal hechas, era metódica y organizada. En el hogar dedicaba la mayor parte del tiempo a leer, a escribir y a consentir a sus trinitarias, a las que atendía, les hablaba y les cantaba constantemente”.
Tanto para contar y llegó al punto donde fijó su recuerdo en varios lugares. “De ella tengo calcadas en mi memoria imágenes que nunca se me olvidan, como en el sótano de la tarima Francisco El Hombre de la plaza Alfonso López, donde quedaban las oficinas de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata y en la iglesia la Concepción, sobre todo en el costado derecho, al lado del santísimo. También en el escritorio de la casa donde solía escribir por largas horas y había que guardar silencio para que no perdiera la concentración”.
El regalo más lindo
Consuelo Araújo Noguera fue una mujer entregada a su familia, siempre tuvo para cada uno de sus hijos bellas palabras y regalos que llegaban al corazón. Con su hijo menor Edgardo José, tuvo un detalle particular. “Mi mamá me hizo muchos regalos, pero hay uno que guardo con mucho cariño. Se trata de un rosario de palo de rosas que me envió cuando viajé a estudiar en Bogotá y nos separamos por primera vez. Además, vino con una nota de su puño y letra que dice: “Hijo, te envío este rosario para que lo reces en momentos tristes y de dificultades. Es el arma más poderosa contra las adversidades de la vida”, aún lo conservo. Ella era muy devota de la virgen María”.
El diálogo se paseaba a la distancia a través de su voz y entonces habló de lo que más añoran de su mamá. “Todos añoramos su compañía, porque ella arropaba a todos sus hijos, nietos y familia en general. Era una ‘Cacica’ en todo el término de la palabra. No hay día de la vida que no la recordemos por su amor, su protección y especialmente por su personalidad y manera de afrontar la vida”.
La entrevista enmarcada por la nostalgia llevó a Edgardo José a hablar sobre las enseñanzas que su mamá le dejó: “Muchas, dado su carácter y personalidad podría indicar una que es fundamental, la determinación. Ella emprendía sus proyectos de vida con una determinación impresionante. Sin mayores herramientas, iba dando pasos seguros y muchas puertas se le abrían logrando alcanzar lo que se proponía. Todo con base en la determinación”.
Al final de la charla, Edgardo José Maya Araújo comentó sobre el último contacto que sostuvo con su mamá aquel domingo 23 de septiembre de 2001. “Yo estaba en Bogotá y la llamé, pero no me contestó. Después, ella me devolvió la llamada y por alguna razón no le contesté. Ante eso, me dejó un mensaje de voz diciéndome –“Voy para misa”–. Esa fue la última vez que escuché su voz, siendo para mí un mensaje con un significado muy particular y especial por todo lo que después sucedió”.
El último hijo de ‘La Cacica’ la recuerda como era y por todo lo que hizo. Sacar adelante el Festival de la Leyenda Vallenata, su hijo mayor; ser amiga, protectora y consejera de los juglares y artistas a quienes siempre exaltó, escribir los libros Vallenatología, Escalona, el hombre y el mito y Lexicón del Valle de Upar; oficiar como Ministra de Cultura y ser la mujer vallenata más grande de todos los tiempos.
Cuando Consuelo Araújo Noguera se despidió de la vida de una manera que no merecía, él contaba con 20 años, y nunca ha dejado de sentirse inmensamente orgulloso de ser su hijo, de añorarla, de agradecerle por todo lo que hizo por su familia, por Valledupar y su amado folclor vallenato. Además, guarda con mucho cariño aquel rosario que ella le regaló. Ese es su más grande tesoro espiritual.
Consuelo por siempre
Esa era Consuelo Araújo Noguera, la mujer que en una memorable entrevista pidió que la sepultaran vestida de pilonera, que le cantaran ‘El Amor, Amor’, y sin tanta arandela. De inmediato recalcó que eso no era por ahora, sino por allá cuando cumpliera más de 80 años, pero antes de ese tiempo le adelantaron la inmortalidad.
Si, la hija de Santander Araújo Maestre y Blanca Noguera Cotes, quien nació el jueves primero de agosto de 1940, se sigue paseando en cada canto de acordeón, caja y guacharaca.
@juanrinconv