Las maracas, un sonido olvidado en el vallenato

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Por Abel Medina Sierra – Investigador cultural.

En el discurso canónico sobre la música vallenata, se ha tenido como verdad inapelable, que el formato instrumental siempre ha sido el acordeón, la caja y la guacharaca. En realidad, y como lo han venido explicando últimamente algunos investigadores, no siempre fue así. Hubo un periodo largo de indefinición. Antes de la llegada del acordeón, los cantos vernáculos con estrofas de la tradición hispánica como copla, redondilla, cuarteta o décima, eran acompañados con conjuntos de carrizos, gaitas o dulzainas, tambores que podían ser de una membrana con técnica africana de mano limpia, o de doble parche tocado con baquetas. Se le sumaba un idiófono. Hay relatos del uso de guacharaca como lo describe Florentino Goenaga hacia 1880 y Henri Candelier hacia 1890 en Riohacha. También hay memorias hacia 1930 en la misma Riohacha que, describen el conjunto de acordeón y caja, pero acompañado de guache.

En especial, quiero referirme a otro pariente de la guacharaca y del guache sobre el que poco se ha dicho en la literatura sobre la música vallenata. Se trata de las maracas. Ciertas indagaciones que he venido haciendo, apuntan a que, por un tiempo, la guacharaca no fue de uso generalizado en el Magdalena Grande que fue el territorio germinal de la música vallenata. Las primeras evidencias las obtuve hacia el 2007 cuando, con Emmanuel Pichón y Julio Oñate Martínez, hicimos el trabajo de campo para el libro “Luis Enrique Martínez, forma e identidad del vallenato”. Para entonces, en la entrevista que se hizo en Papayal a Francisco “El Negro” Martínez, hermano del Pollo Vallenato, nos sorprendió cuando confesó que en los años 40 y 50, en la zona central de La Guajira (Hatonuevo, Barrancas, Fonseca), “Los conjuntos eran de acordeón, caja y maracas”, a lo que remató diciendo: “por aquí, hasta las vacas tocaban maracas”.

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En ese mismo trabajo de campo, visité a Monche Brito en Santa Marta, de la misma generación de El Negro y Luis Enrique. Me refrendó lo dicho por Martínez en Papayal: no se usaba guacharaca en esa zona, sino maracas. Tanto El Negro como Monche, coinciden en que “la guacharaca se conoció por acá porque la trajo Luis Enrique cuando ya era famoso”.

El tema me volvió a raspar el ojo, cuando no hace mucho, leí una crónica del médico y melómano Estevenson Marulanda Plata, en la que narra el poder de convocatoria de Juan Molina en Distracción, con su conjunto de gaita, capaz de ganarle a toda una banda de vientos. Allí Marulanda, sostiene que en esa zona, los conjuntos se acompañaban de maracas para mediados del siglo pasado.

Siguiendo esta pista, aproveché la visita a Chorreras, corregimiento de Distracción y recabé testimonios de gente muy longeva, entre ellos mi nonagenario tío Ciriaco Sierra. Sus recuerdos de colitas, cumbiambas y parrandas en el pueblo, apuntan que no faltaban las maracas. Nombres como los de Tomás Nieves de Caracolí, Rafael Alvarado y José “Che” Nieves, asoman como los más destacados maraqueros de la zona. Este último, era el preferido por Francisco El Hombre cuando llegaba a Chorreras a animar una fiesta.

Estos testimonios señalan que las maracas acompañaban a los más populares formatos instrumentales de la época: el conjunto vallenato, el conjunto de gaitas y tamboras, el formato de la colita (híbrido del conjunto vallenato y la banda de vientos). Esto evidencia, la gran apropiación que tuvo las maracas en esta parte de la llamada, para entonces, Provincia de Padilla.
Tales evidencias y testimonios, hacen pensar, que antes y a inicios del periodo de las grabaciones, el formato instrumental del vallenato aún era indefinido y cambiaba de una zona a otra. Eso lo corrobora Luis Enrique Martínez, quien fue maraquero ocasional de su padre Santander Martínez, y en una entrevista, señala que la primera vez que vio a un conjunto de acordeón, caja y guacharaca fue el de Abel Antonio Villa en el Magdalena. Alfonso Hamburguer y Julio Oñate Martínez coinciden en que en Sucre, la primera vez que conocieron ese formato fue en 1952 cuando llegó Abel Antonio a esa región.
Rosendo Romero nos aporta testimonios que, en cambio, en el Sur de La Guajira, la guacharaca tuvo apropiación desde épocas muy remotas, mientras Tomás Darío Gutiérrez, recoge testimonios de la guacharaca larga que se apoyaba en el piso en la región del Valle de Upar.

Las maracas muy seguramente, comenzaron a desaparecer con las grabaciones y la creación de los primeros festivales que fueron legitimando unos instrumentos y desplazando otros, pero en la memoria debe quedar un recodo para no olvidar que otros instrumentos alguna vez hicieron parte de la vallenatía.

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