Por Abel Medina Sierra – Investigador cultural*.
Exultantes y jubilosas voces de orgullo, se sintieron con furor y como reacción a la deslumbrante presentación de nuestra Shakira en el espectáculo más visto en el mundo: la trasmisión del Super Tazón o final del futbol americano que sucedió en días recientes. En el Caribe colombiano, además de la gloria por ver a la más universal de nuestros músicos, generó un fresco de henchido orgullo que la cantante barranquillera hiciera audible y visible para el mundo, la champeta, un género de música urbana de arraigo popular en los barrios ya no solo negroides. Los medios nacionales destacaron tanto que Shakira haya bailado champeta en su show como a Liz Danny Campo, una chica barranquillera que sirvió de instructora de baile champeta a la estrella. En el canal RCN hasta se impuso un reto para que el país conociera los acrobáticos pases para bailar tan contagioso ritmo.
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No es la primera vez. Ya para el mundial de Suráfrica, Shakira, invitada a interpretar una de las canciones emblemáticas, hizo una nueva versión de “El general” o más conocido en la región como “Zangalewa” con el remozado nombre de “Waka waka”. También lo presentaron medios colombianos como champeta. En Suráfrica, hubo voces de resistencia, ya que no se sintieron identificados con la canción que provenía del soukous, un ritmo del Congo. Es como si en un mundial en Colombia, el himno fuera una samba, una cueca chilena o una chicha peruana.
Así como el “Zangalewa”, la canción que bailó Shakira hace parte de ese género africano que se anidó entre los picó y las verbenas del Caribe colombiano que es el soukous y que proviene de Congo. “El Sebastián” es el nombre que los picoteros le dan a la canción cuyo título original es “Icha” y su intérprete es Syran M’Benza. El país, y gran parte del mundo están hoy convencidos, que Shakira bailó música colombiana, cuando en realidad era africana. La canción, muy africana; el baile, colombiano pues nuestros bailadores no distinguen el baile de los géneros africanos con la champeta o terapia criolla. Muchos africanos deben estar que explotan, aunque Syran M’Benza está aprovechando ese tanque de oxigeno que le tiró la barranquillera y ya anunció gira mundial.
Lo que hizo Shakira y la práctica de atribuir la música de un país o región a otra, se ha vuelto común en este mundo globalizado culturalmente. El sociólogo Simon Frith, uno de los que más se ha ocupado de las músicas populares, así lo plantea: “vivimos en una época de pillaje en la cual la música creada en un lugar por una razón determinada puede ser apropiada de inmediato en otro lugar por otra razón muy distinta”.
Géneros de música africana como el soukous, el soweto, el highlife, la rumba africana y más reciente el mdombolo, se anidaron primero en Francia de donde se trajo a nuestras ciudades desde la cultura picotera, aquí adquirieron carta de nacionalidad colombiana. “La mencha”, “El cheque”, “Aki special”, “La muha”, “La bollona”, “El Cenaba”, “El satanás”, “El Iyele” y muchos éxitos más, rebautizados con piconemas, hoy son frutos de ese pillaje musical que hace que una música lejana sea apropiada y aclimatada en una región distante. Tanto así, que termina siendo asumida como propia. Una manera simple de asociar estos géneros, es decir que, cuando los palenqueros y cartageneros quisieron interpretar soukous, lo que les salió fue champeta, hoy un género con identidad propia.
Esto último ocurre con la cumbia colombiana en países como México. El nivel de apropiación y aclimatación de la cumbia allá es tanta que, ya resulta muy difícil que usted convenza a un mexicano que la cumbia no es de ellos. Una muestra es que la modalidad de vallenato -cumbia de los premios Grammy se hizo para complacer a los mexicanos.
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En Colombia, los paisas son los que más practican el pillaje musical, quizás porque no se conocen géneros de música autóctonamente paisa. Ellos tomaron la música de guitarra de Guillermo Buitrago y lo asimilaron como la llamada música de parranda. La cumbia del Magdalena la volvieron chucu chucu para adaptarla a su forma de bailar en solo dos tiempos. El vallenato lírico fue resemantizado por los hermanos Calderón del Urabá y presentado en el nuevo formato como “lloronato”, vallenato llorón o sensiblero. La ranchera y la onda grupera de México fue relanzada en ese formato, hoy muy pegado de Jessy Uribe, Alzate o Giovany Ayala. Este último, se presenta como “música popular colombiana”, cuando en realidad es una versión nacional de la música mexicana, así como la champeta lo es de la música africana.
El pillaje musical, defendido por unos, atacado por otros, es una de las prácticas asociadas a un mundo en el que los productos culturales se desanclan y se relocalizan, buscando nidos donde demostrar que tiene vida propia.
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