¡Muerte de un coloso!

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Por Edison Hernández Pimienta – Miembro de la Academia de Historia de La Guajira, periodista y locutor pionero de la radio colombiana en La Guajira.

Con el profundo, arraigado e inquebrantable sentimiento del riohachero amante irrestricto de la grandeza de su pueblo, estamos aquí para rememorar un nuevo aniversario de la muerte injusta de un héroe invicto de aquilatado valor y temeraria intrépidez, que contribuyó notoriamente a la santa causa de la libertad grancolombiana.

Hace 192 años, desde aquel 2 de octubre de 1.828, fecha trágica y luctuosa para Colombia y para Riohacha, cuando la plaza mayor de Bogotá presenció con indescriptible estupefacción, un irritante y lastimero acontecimiento, que forjó sobre el yunque de la ignominia, una página de luto y de vergüenza seculares para la historia colombiana.

El Almirante José Prudencio Padilla, hijo eponimo de Riohacha, convertido en la víctima inocente del más grande error judicial patíbulario consumado por la cobarde envidia de quienes obnubilados por una pasión insana y sectaria, prevalidos de la razón de la fuerza, tejieron a su alrededor una sentencia infame y artera, breve y sumariamente, sellada con el vergonzante estigma del prevaricato calculado y de la sevicia premeditada, para estrellarla contra quien no había participado en la infeliz aventura de la noche del 25 de septiembre de 1.828.

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La vida de Padilla fue savia que alimentó corazones dignos; a él, solo se le empieza a conocer como se debe. Padilla puede mostrarse con orgullo a la posteridad.

Murió tristemente el 2 de octubre de 1.828, llevando a su tumba la satisfacción del deber cumplido, y en su corazón el doloroso recuerdo de la maldad de sus enemigos personales y sus rivales de todos los tiempos: Mariano Mantilla y Rafael Urdaneta corroídos por el cáncer maligno de la intriga, el egoísmo, los celos y la envidia.

Le toca en suerte al general Francisco de Paula Santander, iniciar la rehabilitación del buen nombre de Padilla, cuando ya los ánimos se habían calmado y se había esfumado todo vestigio de la dictadura.

Fue así como la Convención Granadina presidida por el doctor José Ignacio de Márquez, en un explícito escrito decretó la rehabilitación total del buen nombre de Padilla.

Padilla, ocupa hoy un lugar de privilegio en la galería de los grandes próceres nacionales.

Títulos Honoríficos:

  • Comandante general del tercer Departamento de Marina.
  • Comandante de la Escuadra Colombiana de Operaciones sobre el Zulia.
  • General de Brigada y de División de los Ejércitos de la República.
  • Perteneció al Orden de los Libertadores de Colombia y Venezuela.
  • Gran Almirante. Condecorado con medalla de oro por la Gran Colombia. Y varios escudos de distinción.
  • Declarado Benemérito de la Patria y Gran Nelson colombiano por el Libertador Simón Bolívar.
  • Héroe en Cartagena y Maracaibo.
  • Senador en 1.826.
  • Lidiador en Bailem y Trafalgar.
  • Pensión vitalicia de $3.000 pesos oro.

Enarbolar las banderas azules de los triunfos inmarcesibles de Padilla, es una hermosa columna para Riohacha y para Colombia que hoy se levanta airosa y altura para que con razón la reconozcan los pueblos de América y el mundo.

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