Curiosamente, la pandemia, que ha significado un gran crecimiento económico para jóvenes emprendedores de la industria gastronómica, tiene un efecto totalmente contrario en las personas mayores que no usan internet ni saben de redes sociales. Ese ha sido el único obstáculo que Maía no ha podido vencer. “La pandemia todo lo ha marchitado”, es la frase que usa para contarnos que, a sus 67 años, la falta de clientes la obligó a bajar drásticamente su actividad diaria, y el sedentarismo forzoso ha hecho mella en su organismo; sufre dolores en piernas y cuello, y se siente sola sin Niquet. Una amiga la apoya haciéndole el mercado y una joven wayuu se ocupa del aseo para no dejar morir el restaurante, pero escasean los clientes y ya no cuenta con los recursos necesarios para cubrir necesidades tan básicas como “arreglar el sinfín de goteras en el techo de zinc, comprar un comedor para los clientes o adquirir un poco de pintura para darle vida al rancho”.