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La autoridad secuestrada en los wayuu


Por Abel Medina Sierra*

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  • *Las opiniones expresadas en este espacio son responsabilidad de sus creadores y no reflejan la posición editorial de revistaentornos.com    


Con la promulgación de los decretos con aplicación específica al Departamento de La Guajira y en el marco de la emergencia económica y social por parte del gobierno de Gustavo Petro, se conocieron dos frentes de reacción opuesta en esta parte del país. La primera, vino de parte del senador Alfredo Deluque. Nadie entendería porqué alguien que se autoproclama como un abanderado para lograr que el Estado invierta en La Guajira, ahora resulte con pataletas cuando el gobierno al fin lo hace. Pero, ojerizas aparte, también se infiere de su reclamo que lo que le molesta es que los recursos sean manejados desde el nivel central y no vayan al presupuesto del Departamento, o sea un bolsillo que viene manejando y muy seguramente, con el próximo gobernador, seguirá administrando. 

El otro frente vino, no desde las autoridades tradicionales wayuu, como se ha dicho, sino de algunos pocos propietarios de IPS y EPS indígenas. Como lo ha denunciado Luis Alonso Colmenares: “Les daña el negocio”.  Este caso de poderosos y acaudalados empresarios de la salud, refrenda la que está ocurriendo en el liderazgo wayuu: unos pocos beneficiados se valen de las autoridades para sus conquistas. Se está vendiendo la narrativa que las autoridades wayuu se oponen, pero habrá que preguntar, de las más de mil quinientas autoridades tradicionales ¿cuántas se han leído o a cuántas le han explicado de buena fe y sin sesgo, las bondades del decreto que implementa un nuevo sistema de salud en su territorio?  ¿Será que son conscientes del real espíritu de la norma? ¿Realmente saben que se están poniendo a favor del enriquecimiento de algunos pocos en detrimento de sus comunidades?

Vemos como se repite la historia. Ya antes, otro grupo poderoso de contratistas de ICBF, históricamente beneficiados, bloquearon a La Guajira en todos sus puntos. Pero lograron convencer a varias autoridades para que solo se sentaran en las carpas de sitios de bloqueo para enviar el mensaje que no luchaban por sus intereses, sino por el de las comunidades. Lo cierto es que, se está produciendo un secuestro de la voz de las autoridades tradicionales por parte de algunos que se auto proclaman como “líderes wayuu”. Los están convirtiendo en convidados de piedra, están cooptando no solo su voz, sino su autoridad, su liderazgo natural y ancestral. En las instancias de cabildeo, nunca hablan las autoridades tradicionales, otros hablan por ellos, leen por ellos, proponen por ellos y claro… reciben los beneficios de los que solo migajas llegan a las autoridades y mucho menos a las comunidades. 

Pero no solo se trata de líderes que se arrogan el derecho de hablar a nombre de las autoridades. También ha habido complicidad por parte de muchos de ellos. No ha sido desinteresado que algunos de ellos acepten secundar a los dueños de EPS, tampoco es gratis que se vayan a sentar a las carpas de los bloqueos a escuchar que los “líderes” pidan contratos. No estoy de acuerdo con Luis Alonso Colmenares cuando denuncia que las autoridades viven “como jeques árabes en mansiones suntuosas”, no, los que así viven son los que se aprovechan de ellos y secuestran su autoridad y representatividad.  

Si algo compite con el desprestigio de la empresa Air-e en La Guajira en estos momentos, son los líderes wayuu. Y si hay un sector que puede ayudar a cambiar esa mala imagen son las autoridades y putchipus. No es escudando a esos líderes ni sirviendo como cómplices, sino instaurando un nuevo sistema de representatividad donde la voz de las autoridades y los putchipus sea la que lidere la gestión. El llamado “diálogo genuino” no es con personas que usurpan autoridad, no es con ese tipo de líderes que son todos unos filósofos cuando se trata de hablar sobre espiritualidad y territorialidad, pero que la única manera de interpretar la concertación es con el físico y mundano dinero, no hay otra.    

Ya es hora que las autoridades tradicionales dejen escuchar su voz, que dejen de ser permisivos para que otros sean los que decidan por ellos. La autoridad puede ser deontológica, epistemológica y moral. La primera se las ha concedido su comunidad al revestirlos como autoridad por su liderazgo natural. La segunda se la da su conocimiento de la cultura, la cosmovisión y la espiritualidad de la etnia. La última, es la esa que toda autoridad está llamada a conservar por sus actuaciones, y entre estas se incluye no dejarse llevar por cantos de sirena, lisonjas livianas que solo buscan que respalde con su huella, su firma o su presencia, intereses leoninos que solo benefician a unos pocos. 

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Aclaración final. Como quiera que, se está volviendo costumbre que cualquiera que denuncie malas prácticas entre los wayuu es emplazado por un “Tribunal” de palabreros, soy consciente que puedo ser llamado a “rendir cuentas” por mis opiniones. De antemano les digo: no acudiré.  

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