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Cuando la vida es bailar

Por Ana Sofía Gómez Archbold – Gestora cultural.*

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A Edwin Vega, mejor conocido como “Coco”, empecinado y obnubilado por la danza desde los 16, hoy con unos años y unos cuantos kilos más y menos cabellos que en 1991, por estos días le tocó, sorteando la triple cuarentena del COVID-19, hacer de tripas corazón o mejor, le ha tocado reinventarse cambiando aislamiento por alistamiento.

Coco en una danza afro.

Y es que Cocodrilo, apodo que se ganó de su abuela por ser un niño llorón, quedando finalmente solo en Coco, lo único que ha hecho en su vida es bailar. Comparte su pasión con una bailarina y tiene 2 hijas bailadoras, vive en una casa acondicionada para la enseñanza del baile con los espacios necesarios para habitar y desde que se levanta hasta que se acuesta vive para el arte, convive con la creación y sobrevive por la cultura. Todo en casa de Coco se desarrolla alrededor del baile en sus múltiples manifestaciones, la motivación de él y María Elena, se alimenta de la danza y así transcurren sus días desde hace ya 29 años, primero cada uno por su lado y luego juntos la convirtieron en su extraordinario sueño, su única realidad y en el más sustancial propósito de su existencia.

María Elena y Coco en u a muestra de baile folclórico.

Comenzó a prepararse con Lilibeth Mena, bailarina guajira que integró el Ballet de Colombia, luego con amigos creó el grupo Bailadores del sonido, fue de los primeros y más destacados bailarines de la Danza Experimental de La Guajira y después de varios años de ensayo y aprendizaje se independizó dando rienda suelta a su propia inventiva registrada en 2007 como Escuela de Formación Artística Fusión Étnica, un laboratorio en donde también la música y el teatro tiene su espacio.

Familia de bailadores. Coco y María Elena junto a su hija Karoll.

Baile en cuarentena

En 2020, hasta ahora el año de la pandemia, Fusión Étnica, también cerró sus puertas y con ellas todas las posibilidades de generar los ingresos mínimos para el sostenimiento. Pero de algo hay que vivir, y fue así como se le ocurrió a Coco, llamar Soko Rumba-Power Life, su emprendimiento de confinamiento que es una mezcla de ejercicio y suplementos nutricionales que además se ofrece todos los días a través de Facebook live, ofertado por él, María Elena, Karoll de 15 y a veces Elen de 5 años. Es decir, la familia Vega Oñate en pleno bailando, reinventándose.

María Elena Oñate bailando.

Esta familia dedicada a la creación artística y a la gestión cultural es el reflejo de un sin número de trabajadores de la cultura, afectados por el aislamiento obligatorio a nivel nacional pero que en regiones como La Guajira y ciudades como Riohacha parecieran ser aún más críticas las condiciones de supervivencia, puesto que no se concretan aún disposiciones locales para mitigar la eventualidad a la luz de los decretos del orden nacional, la economía naranja no logra dar el salto definitivo entre la retórica y el hecho y las medidas de emergencia no son suficientes.

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Mientras tanto… ahí vienen y van… Coco y tantos artistas y creadores de La Guajira con su propio desapego, con el desdén invariable de los gobernantes y ahora agobiados con el letargo que trae consigo el nuevo virus corona.

*Las opiniones expresadas en este espacio son responsabilidad de sus creadores y no reflejan la posición editorial de revistaentornos.com

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