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La tarde que casi mando al carajo a Rubén Blades

Por Vizo Arcieri.

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Dedicado, otra vez, al maestro. Y a Bianca, a Patricia y a Matty.

El 7 de enero pasado, a las 3:32 de la tarde, estuve a punto de mandar al carajo a Rubén Blades.

Sí, el de Pedro Navaja, el de Adán García. El mismo. Acababa de recibir una notificación del cantante, escritor y actor por la aplicación de mi red de Facebook en el celular. “Rubén Blades te ha etiquetado en una publicación”, leí con extrañeza. Tenía el 6 por ciento de carga de la batería de mi teléfono portátil. Y eso es bueno saberlo, para que entiendan lo que viví. Vi con detenimiento el mensaje y sentí un escalofrío de emoción. Las palpitaciones del corazón se me aceleraron. Pero a los pocos segundos puse en orden de nuevo mi vida. Aterricé en la realidad: “Qué Rubén Blades, ni qué carajo. Me están mamando gallo”.

Entonces me dije, voy a responderle a esta partida de amigos burlones y sin oficio que me gasto: “Dejen de joder, que apenas estamos comenzando el año, cojan juicio, váyanse para el carajo”, ensayé la respuesta. Pero una revelación divina me engarrotó los dedos que ya llevaban varias palabras escritas en respuesta del supuesto mensaje que Rubén Blades me había escrito. Releí lo de Blades que decía: “Recomendada lectura: Ya ves Vizo Arcieri “la vida nos da sorpresas”. La realidad puede resultar más fuerte que la ficción. ¡Gracias¡ Rubén Blades” y de seguido estaba un cuento que había escrito inspirado en las historias de las canciones del artista y que se lo había dedicado a él. La dedicatoria de mi cuento decía: “A Rubén Blades, aunque nunca lo lea”.

El cuento se titula “La hermosa flor de sangre del muerto en mitad de la calle”. Lo había publicado en mi cuenta de Facebook y una colega y amiga de Riohacha, La Guajira, Matty González, que edita la revista digital Entornos, desde hacía unas semanas había tenido la ocurrencia de publicar mis relatos o cuentos. Para pedirme permiso me escribió un día y me preguntó: “¿Puedo hacerlo?”. Yo le respondí: “Claro. Pero lo único por lo que no respondo es por la disminución de tus lectores a causa de mis escritos”. Y para mis adentros me dije: “Que sea lo que Dios quiera”.

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Así empezó a publicar mis escritos en prosa en su revista. Hasta que le tocó el turno al cuento dedicado a Blades. Y ahí quedó mi cuento, como cosa perdida, me dije.

Por eso la tarde que leí el supuesto mensaje del cantante panameño, exclamé: “Mierda, es Blades entonces”. Pero enseguida desmerité tanta belleza. Tenía sentimientos encontrados. Un grande dilema: era o no Blades de verdad. A estas alturas de tamaña incertidumbre y desasosiego mi celular marcaba el 4 por ciento de carga de la batería. Así que decidí salir del misterio y le reenvié al chat de mi hija Bianca la publicación de Blades con un mensaje: “Mira si esto es de Blades, porque creo que es un engaño y la verdad es que estoy en ascuas por saberlo”. Ella me respondió: “Ya voy, pa”. Fue lo último que supe de mi hija. Y de Blades. Solo alcancé a ver un mensaje que sale en la parte superior del WhatsApp: “Bianca está escribiendo…”. Tragaba en seco, el tapabocas se empapó de sudor y cuando iba a abrir el mensaje de mi hija…el celular se apagó.

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“Para terminar de joder”, me dije. Lo que no había contado es que estaba en ese momento en las afueras de un banco, esperando a mi esposa que hiciera una diligencia. Ella hacía pacientemente una fila y yo la veía por los cristales, resignada, esperando su turno. A través de los vidrios logré llamarle la atención y le hice un gesto: me pasé el pulgar por la garganta como si fuera un cuchillo. No sé por qué lo hice. Pero fue lo único que se me ocurrió. Ella se alarmó. Me abrió los ojos, asustada. Me vio sudando y con los labios pálidos. Me hizo señas de qué pasaba. Pero al verla preocupada, le volví a hacer gestos de tranquila, que no era grave la cosa. Ella se calmó. Era difícil darle a entender la incertidumbre por la que atravesaba. Si era verdad que Blades me había escrito o era una broma de mis amigos, que en el Caribe son frecuentes.

Fueron los minutos más largos de mi vida en el siglo XXI –porque estamos en el XXI, ¿cierto?, aunque todavía en San Jacinto no tienen agua potable–. Ni aun cuando se vaticinó el fin del mundo, hace unos años, me había sentido tan ansioso y angustiado. Miré el celular y lo maldije. La fila que hacía mi esposa iba lenta. Muy lenta. Hasta que por fin la vi llegar a través de los cristales a su destino. Habló, mostró sus documentos y salió. “Aleluya”, me dije. La cogí del brazo y le dije: “Apúrate, que Rubén Blades me escribió”. Ella me miró como siempre, con ojos de condolencia, y me respondió: “Sigue creyendo”. Y me empezó una retahíla de reclamos diciéndome que casi la mato del susto cuando le hice el gesto de la garganta.

Nos embarcamos en el auto y manejé hasta el conjunto residencial. Cuando íbamos subiendo las escaleras en busca de nuestro apartamento, mi hija Bianca estaba en la puerta, desesperada, con cara de espanto. Cuando me vio, gritó: “Tengo 40 minutos de estar llamándote”. Y agregó: “Sí es Rubén Blades, es su cuenta confirmada”. Entonces estallamos de felicidad. Nos abrazamos con alegría como si se hubiera decretado el fin de la pandemia. “Respóndele, pa”, me recomendó mi hija. Y ahí vino otra angustia. “Carajo, y ahora qué le digo al maestro Blades”. Duré minutos largos tratando de escribir algo inteligente y, especialmente, que expresara mis sentimientos de infinita gratitud. Hasta que pude ordenar mis ideas y respondí. Después le escribí a mi amiga y colega Matty: “¿Viste lo de Blades?”. Ella me respondió: “Esto es una locura, me están escribiendo de todas partes”. Me preguntó que si yo le había etiquetado a Blades la publicación y le dije que no. Ella me confesó que tampoco lo había hecho. Sentíamos que algo mágico nos había sucedido. Ella estaba feliz por su revista y yo por la reacción a mi cuento de semejante figura mundial de la salsa, del cine, de la literatura.

Horas después, una amiga, enterada de lo sucedido, me escribió: “Yo como tú no me baño en tres días. ¡Nojoda!, Blades escribirte, eso es grande”. Tuve más sentimientos de gratitud con el maestro. Igual todos los viernes y sábados en las noches, Blades y sus canciones nos animan a pasar esta pandemia. Es un ídolo desde mis días de universidad.

Finalmente, debo reconocer que ese mensaje de Blades, recibido el 7 de enero del 2021, a las 3:32 de la tarde más calurosa de los primeros días del año, seguramente será uno de los regalos de Reyes Magos más recordados y valiosos de toda mi vida y, seguramente, de la vida de mi amiga Matty.

La vida te da sorpresas…

Enero 30 del 2021
En los tiempos del fin del mundo.

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