Una despedida para “El Yor”

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Por Abel Medina Sierra – Investigador cultural.

La pandemia se llevó a “El Yor”, una partida silenciosa para algo tan asociado a la sonoridad. La mayoría de riohacheros saben que “El Yor” es el más emblemático rumbeadero de la Avenida La Marina; el cual, la semana anterior, desmontó lo que quedaba, pues los clientes y la rumba se fueron desde hace siete meses con las restricciones que trajo tan larga cuarentena.

Es un pequeño local, donde Jorge Luis García, un exiliado del Urabá antioqueño, instaló hace casi 20 años, el que sería el más concurrido y tradicional “bebedero” de La Primera. Pese a tener la dura competencia de más espaciosos y elegantes bares como Malecón Playa y Marianitos, “El Yor” siempre resistió por la lealtad de su clientela. Desde hace unos años, la Avenida La Marina, antes considerada la zona rosa de la ciudad, se fue “Desprimerizando” cuando sus bares comenzaron a cerrar sus puertas: Rincón cervecero, El parche, Nordeste, Malecón Bar, varias discotecas y otros, como la licorera de Macaco entraron en decadencia. Solo se mantuvo “El Yor”, aunque los demás sitios de ese sector estuviesen “enhuesados” algunos fines de semana, “El Yor” tenía la certeza que sus infalibles clientes aparecían y encendían la noche y la rumba con su entusiasmo.

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“El Yor” también superó la competencia de los vendedores informales de cerveza, el riesgo de invasión “placa blanca” con su oferta de sexo barato, los recurrentes operativos policiales que “dañan” la rumba en su mejor momento, incluso, lo que más afecta a los rumbeaderos: las riñas.

Conocí el sitio y a su propietario por el artista plástico Hermes Murgas. Fragüé una amistad con “Yor” que se ha mantenido perdurable y sólida. Caras conocidas me fueron haciendo asiduo visitante de “El Yor”. Periodistas como Edgar Ferrucho, Tomás Pérez y otros, terminaban sus tertulias allí, porque no solo se trata de un “bebedero”. Allí se congregan poetas como Limedes Castillo, el narrador Pedro Rosado con quienes organicé mi cofradía que, entre tragos y algo de baile, aprovechábamos para “botar corriente” en asuntos estéticos, políticos y otros menos sublimes. Allí encontrábamos nuestra dosis de crápula, material necesario para alimentar a todo poeta. Donde “El Yor” encontramos varios artistas nuestra equivalente a “La Cueva” para el grupo de Barranquilla, algunos de los mejores poemas de Limedis Castillo lo tienen como escenario de bohemia y seducción.

No solo se trataba de cofradías cerradas, amigos como Luchito García, Alvet Conrado, tenían “su casa” en ese sitio los fines de semana. Allí, entre cervezas y partidos de futbol, celebraban la amistad, la música, la bohemia. Quienes frecuentaban a “El Yor” aprecian la confianza y amabilidad de su propietario, la buena música al ritmo de peticiones, ante todo, el ambiente entusiasta y de camaradería que reina, pues casi siempre son personas que hacen comunión por asistir con frecuencia.

“El Yor” no es un rumbeadero para turistas ni pupis, he visto muy pocos allí. Es un pequeño resquicio que los riohacheros han protegido y resguardado del avasallante poder colonizador del turismo. Allí se integraban intelectuales, mineros, empleados; gente del centro y de la periferia. Por eso la gente se siente en confianza, pide sus clásicos vallenatos o de salsa, fía para el fin de mes, se desinhibe como no lo puede hacer en otros lugares más “turísticos” y elitistas de La Primera. De tal manera que, el cierre de El Yor” es como una puerta clausurada para el consumidor local que no se siente en confianza en lugares para turistas o busca una oferta más económica en la zona rosa.

Cuando supe la noticia que “El Yor” desmantelaba su rumba, comencé a hacer el inventario de quienes, cada fin de semana, hacían de ese sitio su espacio de socialización y disfrute. Son muchos “huérfanos”, hoy confinados en sus casas y que estarán pensando cómo crear su nanocomunidad de rumberos en búsqueda de una nueva “caleta” para sus alegrías.

Nuestra solidaridad con “Yor”, también nuestra gratitud por acogernos con tanta paciencia por todos estos años. Solo nos queda la esperanza de un tiempo en el que podamos, ya sin la zozobra del Covid, revalidar esas calendas con la anhelada reapertura del más nuestro de los estaderos de La Primera.

Foto tomada: Facebook Mine Carpio.

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