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Una celebración agridulce

Por Orlando Mejía Serrano*

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En 2009 las Naciones Unidas proclamaron el 22 de abril como Día Mundial de la Tierra para reivindicar la naturaleza, el medio ambiente y la biodiversidad. Su origen se remonta a 1970 cuando aún los temas medioambientales no estaban en las agendas de los gobiernos ni de los medios de comunicación.

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Ese año, en efecto, se realizó en Nueva York una manifestación liderada por el senador y activista estadounidense Gayrold Nelson, considerado desde entonces como el padre de esta iniciativa. Su llamado a favor del medio ambiente fue atendido por más de 2.000 universidades, 10.000 escuelas de primaria y secundaria y centenares de organizaciones en toda la Unión.

En total, más de 20 millones de personas se volcaron a las calles para expresar su preocupación por los problemas ecológicos. Esta inmensa presión social condujo a que el Gobierno norteamericano promulgara las primeras leyes para la defensa del medio ambiente y creara la Agencia de Protección Ambiental (Freire, 2023).

Dos años después, en 1972, las Naciones Unidas celebrarían la Primera conferencia internacional sobre medio ambiente bajo la denominación de “Cumbre de la Tierra en Estocolmo” que tendría un marcado acento político, pues en ella resonaron algunos de los más álgidos conflictos políticos de la época. El encargado de poner los puntos sobre íes fue el primer ministro sueco, Olof Palme, quien denunció la “tremenda destrucción causada por los bombardeos indiscriminados y el uso a gran escala de excavadoras y herbicidas”, en clara alusión al genocidio que perpetraban en ese momento los EEUU en Vietnam y al industrialismo a  rajatabla que adelantaba ese país.

Pero más allá de esta disputa política, la “Cumbre de la Tierra en Estocolmo” produjo dos resultados concretos:  la Declaración de Estocolmo que sentó las bases para la jurisdicción ambiental internacional y el fundamento del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). De hecho, “La Cumbre de la Tierra marcó el reconocimiento del medio ambiente como un tema relevante en la agenda global e impulsó una incipiente diplomacia ambiental que floreció posteriormente, la participación activa de la sociedad civil y el reconocimiento del papel de la ciencia” (Caballero 2022).

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Ahora bien: otro antecedente importante de esta celebración es un documento elaborado bajo el auspicio de las Naciones Unidas que se conoce como Carta a la tierra, la cual “fue moldeada tanto por expertos como por representantes de las comunidades de base”. En ella se insta a la comunidad de naciones “formar una sociedad global para cuidar la Tierra y cuidarnos unos a otros o arriesgarnos a la destrucción de nosotros mismos y de la diversidad de la vida. Se necesitan cambios fundamentales en nuestros valores, instituciones y formas de vida. Debemos darnos cuenta de que, una vez satisfechas las necesidades básicas, el desarrollo humano se refiere primordialmente a ser más, no a tener más” (Carta a la tierra, 2000).

Así mismo se debe mencionar que en 2001 fue presentado en San Pablo, Brasil, el Manifiesto por la vida, que aboga por lo que se conoce ahora como justicia climática, pues “Sin equidad en la distribución de los bienes y servicios ambientales no será posible construir sociedades ecológicamente sostenibles y socialmente justas” (CENEAM, 2022).

Todos estos hechos (y muchos otros que en aras de la brevedad no mencionamos), actuarían de leivmotiv para que la ONU estatuyera el 22 de abril como Día Mundial de la Tierra (o de la Madre Tierra, según los más solemnes).

La pregunta, por supuesto, es si aún podemos celebrar la tierra dado el estado de postración que la tienen sumida los excesos criminales del artificio humano. La ONU piensa que sí. Pero ello implica que debemos actuar ya. Las razones para ello son harto poderosas: “el cambio climático, los cambios provocados por el hombre en la naturaleza, así como los crímenes que perturban la biodiversidad, como la deforestación, el cambio de uso del suelo, la producción agrícola y ganadera intensiva o el creciente comercio ilegal de vida silvestre, pueden acelerar el ritmo de destrucción del planeta”.

Para terminar, quizás sea pertinente recordarle al reputado organismo internacional que lo que realmente se destruirá son las condiciones que han hecho posible la vida humana en el planeta, pues la tierra seguirá su curso por más que ya no estemos aquí para “celebrarla”. Y la razón es simple (lo aprendimos en el bachillerato): la materia se transforma, pero no se destruye.

*Periodista y gestor cultural. Director de la revista ARTE Y PARTE.

Referencias

Freire, Noelia (2023). ¿Por qué el Día Mundial de la Tierra se celebra el 22 de abril? Disponible en: https://www.nationalgeographic.com.es/medio-ambiente/por-que-22-abril-se-celebra-dia-mundial-tierra

Caballero, Fernanda (2022). 50 años de la Cumbre de la Tierra de Estocolmo. Disponible en: https://www.elagoradiario.com/desarrollo-sostenible/cambio-climatico/50-anos-cumbre-de-la-tierra-estocolmo

Carta a la tierra (2000). Disponible en https://cartadelatierra.org/sobre-nosotros/faqs/

Centro Nacional de Educación Ambiental – CENEAM (2022). Manifiesto por la Vida. Disponible en: https://www.miteco.gob.es/es/ceneam/recursos/documentos/manifiesto_vida.aspx 

ONU (2023). Día Internacional de la Madre Tierra
22 de abril. Disponible en: https://www.un.org/es/observances/earth-day

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