Trampas de sed

Por Abel Medina Sierra.

*Las opiniones expresadas en este espacio son responsabilidad de sus creadores y no reflejan la posición editorial de revistaentornos.com    

Entender el proceder humano y sus implicaciones contemporáneas, son un verdadero reto, en especial por las nuevas formas de socialización que trajo la virtualidad y las redes sociales. Internet ha creado espacios virtuales que son verdaderas selvas de cacería, hombres y mujeres, lazo en mano, buscando así sea un cuarto de su naranja ideal, pederastas que a través del catfishing (usurpar la personalidad de otros) andan a la caza de niños y adolescente, solteronas tras el sueño americano y europeo buscando un solterón extranjero que se las lleve a “triunfar”, estafadores tras el dinero de los incautos, entre otros.

Una práctica muy común son las llamadas trampas de sed, estrategia de cacería virtual. Son anzuelos seductores para hacer un match en cualquier red social (Facebook, Tinder, Instragram son las preferidas); el paso siguiente es un like seguido de un follow (me disculpan tanto extranjerismo, pero la moda digital vas más rápido que el calco lingüístico). Una trampa de sed (thirst trap), es cuando una persona publica en internet una imagen fija o en movimiento con el propósito de llamar la atención de alguien utilizando sus atributos físicos.

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Se trata de una tendencia que se va siendo progresiva en las personas, en especial jóvenes. Comienza con una inocente selfie. Poco a poco va escalando: una foto con blusa escotada “que ponga a trabajar la imaginación”, otra en vestido de baño, el ombligo, las piernas, “la puntica” de la nalga y así, con el tiempo la foto tendrá menos ropa y más carne que mostrar porque los peces que quiere cazar la dama cada día están más sedientos y hambrientos.

Lo invito, amigo lector, haga un breve paseo por los reels que publican, en especial las mujeres en redes sociales como Facebook. Es una verdadera galería para exhibir a quién se le pinta más la sonrisa vertical tras un cachetero ceñido, la que tiene el trasero más voluminoso o las chichis más enhiestas. Videos breves que recogen toda la carga de desesperado exhibicionismo, la cada vez mayor pérdida de pudor y lo costosa que debe estar la tela en el mundo posmoderno.

Pensar en las trampas de sed me hace traer a colación las reflexiones de la muy lúcida escritora española Irene Vallejo, quien en una columna titulada “Vivir en público” se quejaba que “El capitalismo favorece todo lo privado, menos la vida privada” pues la intimidad está muriendo. Estamos cultivando una generación cada más desinhibida en la que no da vergüenza exponer nuestra intimidad en las redes sociales y al mismo tiempo, como dice la filóloga hispánica “nos apasiona espiarnos mutuamente”. La red se ha convertido en la manera más fácil, barata y disponible de espiar y eso lo saben y lo explotan los estafadores y morbosos. Ya no hay que correr las cortinas ni asomarnos por encima de la pared de la vecina, vayamos a sus redes sociales.

La trampa de sed tiene su lógica perversa en la insinuación, no se trata de publicar pornografía, sino de algo que parezca inocente, pero que esconda el veneno. Muchas veces, dan la apariencia que la persona estaba en una pose “natural” y alguien la tomó desprevenida y capturó la imagen. No lo crean, ni tan natural, ni tan ingenua. Todo, como diría el Chapulín Colorado estaba “fríamente calculado” con lógica de cazador experto.

Es mostrar la entrepierna para que la potencial presa imagine qué hay centímetros abajo, exhibir la espalda y que la imaginación resbale columna abajo. Al sediento hay que darle unas gotas de agua, luego se la escondemos, se la mostramos y ya está listo para caer rendido ante cualquiera. Así funcionan las trampas de sed y las mujeres sí que han aprendido de tácticas de cacería virtual.

Algunos expertos ven en las personas adictas a crear trampas de sed un síntoma que están en plan desquite, de allí que, es muy común que personas recién separadas, de pronto se hacen muy activas publicando trampas de sed. También es un síntoma de la necesidad creciente de las personas en tener una imagen refleja, es decir, solo nos sentimos con autoestima cuando alguien nos regala un “like”. Se trata de personas que tienen una urgente y constante necesidad de validación intersubjetiva, en especial de extraños en internet. Son personas sedientas de atención que, a su vez, gozan alimentando a otras con el riesgo de mostrar su intimidad y perder algo que las abuelas cuidaban con esmero y celo: el pudor.

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