Se nos fue el Palabrero de la Radio

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Por Amylkar D. Acosta M. – Exministro de Minas y Energía y Miembro de número de la ACCE.

Sólo la muerte pudo silenciar a Enrique Camilo “Ike” Herrera Barros, quien se convirtió para sus incontables oyentes en la voz de quienes no tenían voz en los medios, a través de su escuchada Radiorevista Guajira Siempre. A diario, en su programa le daba rienda suelta a su verbo encendido para decirle al pan pan y al vino vino, porque él no andaba con rodeos ni con eufemismos, él era de esos que, como decimos en nuestro argot popular, no le guardaba agua en la boca a nadie. Fueron múltiples las batallas que libró desde la radio y por fuera de ella con suerte varia, unas las ganaba y otras las perdía, pero él siempre ganaba porque estaba convencido con Paulo Coelho que “el triunfo reside en la audacia de luchar. Se trata de triunfar, pero ya esa lucha honrada es una victoria”. Sólo esta última batalla, la que libró infructuosamente por su vida, la perdió, pues nadie escapa a los designios inescrutables del Creador.

Ike fue en la vida un rebelde, un luchador y un contestatario irreductible. Este será el perenne recuerdo que nos queda de él a quienes lo quisimos, lo admiramos y lo acompañamos en no pocas de sus quijotadas. Entre estas, pudo en vida avizorar el desarrollo del potencial de la energía eólica de La Guajira, de la que fue su promotor y propulsor y le faltó poco para ver cristalizada su idea, formalizada recientemente, de la constitución de la Empresa Departamental de Agua que viniera ocupar el lugar que dejó la extinta Proaguas, para ver de garantizarle el suministro de agua potable, apta para el consumo humano, a la población guajira, sobre todo a la población Wayüu, de la que fue un férreo defensor. Llegó hasta el extremo de ponerse así mismo el remoquete de “Iquechón” para identificarse con su étnia.

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Cuándo íbamos a pensar que Ike se nos iba a ir tan pronto, sobre todo después que recibí de su parte el pasado 11 de diciembre un tranquilizante mensaje, que disipaba de alguna manera la preocupación que le expresé por su contagio con el COVID-19. Esto me contestó: “Amy, aquí en casa, aislado como mandan los cánones medicinales, guardando cama, pero en general todo bajo control”. Anteriormente, a propósito de mi escrito ¡Arribo a los 70!, me había dicho jocosamente, muy propio de él, “Amy, sabio escrito, nuestros viejos que eran unos filósofos natos nos enseñaron algo como esto «si derecho clavo, si joroba anzuelo». Aplícalo y verás que nuestros viejos eran doctos”. Sabio consejo el de Enrique, “el palabrero”, como él mismo se jactaba en autodenominarse.

Su don de gente lo llevó a relacionarse con la misma naturalidad con la gente humilde de los barrios, con el líder social que acudía a él en busca de apoyo o con el indígena agobiado por su proverbial abandono y precariedad, que con los “cocotudos” llegados desde Bogotá, fueran estos empresarios o funcionarios del Gobierno Nacional. Muchos de estos cuando llegaban en comisión a La Guajira, en el mismo Aeropuerto José Prudencio Padilla preguntaban por él y entre su agenda tenían reservado un espacio para dialogar con Ike, porque hacerlo era como poner el oído en la tierra para percatarse de la real realidad de nuestro Departamento.

Me dijo Ike, además, que era su deseo me conservara sano “y que cuando me alcances no se te hayan acabado las fuerzas para que sigamos luchando por nuestra Mamá, La Guajira”. Desafortunadamente, Ike, se te acabaron las fuerzas a ti antes de que te alcanzara, pero de lo que puedes estar seguro es que seguiremos luchando juntos por La Guajira, tú desde el Olimpo celestial en donde Mareiwa te tiene un sitio especialmente reservado, para que desde allí nos sigas guiando y nosotros, tus incontables amigos y admiradores seguiremos tus huellas delatoras de la güaireñita que inmortalizó nuestro juglar Hernando Marín Lacouture, en este valle de lágrimas en el que nos ha sumido esta pandemia.

Nos preguntamos, como en Corintios, ¿Muerte en dónde esta tu victoria? Y nos hacemos esa pregunta porque, como dice John Donne en su poema Muerte no te enorgullezcas, “nuestros mejores hombres se van pronto contigo” dándole “descanso a sus huesos y la liberación de sus almas”. Y continúa diciendo que “después de un breve sueño, despertaremos eternamente y la muerte ya no existirá” y remata sentenciando “muerte, tú morirás” (¡!). Ello es muy coherente con el mensaje del Papa Francisco cuando dice que “la muerte no tiene la última palabra. Esto es un verdadero acto de fe” de los creyentes, que nos atenemos a la promesa divina de que “quien cree en Dios no morirá para siempre”. Y él no nos falla. Nos dice el Papa Francisco que “la muerte es parte de la vida”, su epílogo, aunque nos resistimos a aceptarla como algo connatural a nuestra terrenal existencia. Por ello, ¡Ike nos va a hacer mucha falta!

Si algo caracterizó a Ike fue su cumplimiento a la palabra empeñada, honrando con ello su calidad de palabrero que, al igual que el pütchipü´üi, la respeta. Como si fuera una premonición, de viva voz, al declamar apartes del cortometraje escrito por Jahil Pedrozo y dirigido por Douglas Habib titulado ¿Qué le pedirías a Dios?, terminó ofreciéndole al mundo “unos ojos que se han cerrado, unos labios que se han secado, unos años obsoletos y un cuerpo que ya está muerto”. Y a fe que le cumplió al mundo y ahora cumple su cita con Dios.

Le expresamos, Nydia, mis hijos y yo, nuestras más sentidas condolencias a Rosa Gómez, su esposa, por quien hacemos votos por su pronta recuperación en este momento de tan dura prueba, a sus hijos Leonor, Astrid y William, así como a sus demás familiares. ¡Paz en su tumba!

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