Los muertos en contravía

Por Ángel Roys Mejía*.

El cementerio de Riohacha cuando fue puesto en funcionamiento quedaba en los extramuros de la ciudad. Se empezó a edificar como una respuesta a la costumbre eclesial de enterrar en las iglesias instituida durante mucho tiempo. Tradición que tuvo que ser sustituida desde que en 1612 en Surat, ciudad portuaria ubicada al oeste de la India se permitió por primera vez construir parques cementerios a las afueras de los centros poblados para evitar los graves problemas de salud pública que estaba generando la sepultura en las iglesias.

En Colombia, Simón Bolívar en 1827 expidió un decreto para prohibir el entierro de cadáveres en templos, capillas o bóvedas y obligaba la construcción de cementerios fuera de las ciudades. Riohacha los siguió enterrando por mucho tiempo después en la catedral, como lo evidenciaba la inscripción de lápidas en su atrio que paradójicamente también fueron sepultadas con la primera remodelación promovida por los capuchinos en la década del 60, contrariando el respeto a la memoria y borrando posibilidad alguna de encontrar los ancestros de generaciones de apellidos y familias.

Cuenta Sonia Bermúdez sobre la ubicación actual de la necrópolis, retomando el testimonio de su padre Benigno Catalino Bermúdez Mejía, quien por años fue el celador del Cementerio Nuestra Señora de los Remedios, que el fallecimiento de uno de los muchos extranjeros que llegaron a esta tierra cuando el mar generoso sintonizaba a Riohacha con el mundo, ante las precarias medidas de preservación y la dificultad de una repatriación, motivó la decisión de su familia de dejar sembrados sus restos en tierra guajira, para lo cual adquirieron una gran extensión de terreno en las afueras y la donaron al ayuntamiento municipal, previendo la necesidad de un camposanto propio.

Desde entonces ha existido desinterés de parte del municipio por la suerte de los difuntos, delegando en distintas figuras privadas la administración del destino final de sus ciudadanos. Hoy la Curia tiene a cargo los servicios que se prestan de alquiler de bóvedas; el mantenimiento, la celaduría y los derechos de exhumación, entre otros aspectos de su gestión.

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El crecimiento de la ciudad ha venido cobrando espacio al área inicial del cementerio y hoy su interior acusa hacinamiento. Las iniciativas privadas que han empezado a prever la crítica situación del cementerio que está a punto de colapsar y que ya le está quedando pequeño al Distrito, emprenden con proyectos de parques cementerios en las afueras de la ciudad contemplando aspectos amigables con el entorno como movilidad, parqueo, manejo indicado de residuos peligrosos, entre otros detalles. Entre tanto, una procesión de dolientes, carros y buses suben en sentido contrario por la carrera 11 que baja del cementerio hasta la calle 15. Historia que se repite en cada sepelio; marcha luctuosa que no pide permiso, que no se acompaña de reguladores de tránsito por que es imposible doblegar su arbitrio, pero que inscribe como aforismo que la muerte se mueve en contravía de la vida.

Es tiempo de que las autoridades del municipio avancen en la declaratoria de los columbarios antiguos y demás iconos del cementerio central como bienes de interés cultural y patrimonial y se diseñe su plan de manejo y conservación. Desde el año 2002 el ordenamiento territorial del municipio ha impuesto medidas que han sido desatendidas en el propósito de organizar la ciudad. EL POT vigente ha declarado al antiguo Cementerio de Riohacha localizado en el sector urbano ó comuna Centro Histórico como patrimonio urbanístico municipal y determina que en el territorio del Municipio, la localización y construcción de todo tipo de cementerios solo se permitirá por fuera del suelo urbano y/o de expansión.

Mientras tanto, en sus calles y carreras estrechas aun deambula el alma en pena de Rambo, el custodio de las almas perdidas, el intimidador de los vivos cuando pretendían exhibir sus bajezas en lugar sagrado, el que expulsaba a las sectas que robaban restos para sus rituales profanos y quien cortaba la maleza que crecía con los abonos mortuorios. Rambo clama entre los muertos para que los vivos los dejen marchar en paz o por lo menos cambiar de sentido la carrera para que lleguen al destino final en su vía.

Foto: Ian Villa

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