Los apodos e hipocorísticos en La Guajira: ¿Cómo te dicen a tí?

Por Abel Medina Sierra – Investigador cultural.* 

Los apodos e hipocorísticos son tan relevantes como géneros orales en La Guajira que han sido elevados a la categoría de patrimonio cultural. Así se desprende del levantamiento del Inventario de Bienes y Manifestaciones de Interés Cultural, que durante tres años se desarrolló desde la Dirección Departamental de Cultura y que éste servidor tuvo el privilegio de coordinar. Causa tanta curiosidad la cantidad y la peculiaridad de los apodos en Riohacha que una de las canciones más escuchadas por los melómanos en esta ciudad, es una versión acústica compuesta por el extinto William Pontón en la que compendia, de manera lúdica y creativa, los más curiosos apodos de los últimos años en esa ciudad. Pontón a su vez, lo toma de un poema del célebre Luis Alejandro López (autor del himno del departamento). También Oswaldo Robles Cataño, Pablo Emilio Fonseca “Saso”, el ex alcalde Luis Gómez Pimienta y Luis Eduardo Acosta Medina, han publicado libros en los que compilan listados de apodos muy originales, lo que da cuenta que ya existe una documentación bibliográfica y una lectura etnográfica al respecto y que, en la capital como la mayoría de pueblos cercanos, no existe persona alguna que no se le haya endilgado un apodo y si no tiene apodo es porque ya cuenta con un hipocorístico.

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Pero es prudente establecer distinción entre estas dos categorías nominales. Los hipocorísticos son formas de tratamiento o apelativos usados para denominar personas en el cual se usan diminutivos, deformaciones o giros afectivos y coloquiales del nombre. En La Guajira son comunes algunos como: Fefa (Josefa), Icha o Chave (Isabel), Lencha, Lola, Encha, Chencha (Lorenza); Maye, Mari, Mayo (María); Che, Jóse (José); Caíto, Cayo (Carlos); Lalo, Yayo (Eduardo); Monche, Mon (Ramón); Beto (Alberto), Chú (Jesús), Fello (Alfredo), Chente (Vicente), Quille (Euclides), Guille (Guillermo), Meme (Remedios), Pangue (Orangel), Yeyo (Aurelio); Mane, Mañe (Manuel); Chalía (Rosalía). Son tan usados estos hipocorísticos que, si uno registra un hijo como Enrique, sabe que eso solo quedará en documentos oficiales y listados de colegio, pues todos, inexorablemente, lo llamarán “Kike”.

Por su parte, los apodos son denominaciones o apelaciones que surgen de un defecto o apariencia física, una circunstancia anecdótica, un oficio. El apodo es distinto al sobrenombre. Ejemplos de sobrenombre son Juan El Manco, El Mono Carlos (en este caso Manco y Mono son los sobrenombres, agregados al nombre). Los remoquetes, motes o alias son denominaciones que emergen del argot en los bajos mundos y tienen un fin de ocultamiento (un narco o un guerrillero se inventa un alias para evadir o despistar a las autoridades como alias “Mono Leche” o alias “Jorge 40”). Existen muchos mecanismos morfológicos para crear o recrear los apodos. Algunos se crean por derivación: diminutivos (“Cebollin”), aumentativo (“Patón”), despectivos (“Pajarraco”). Otros se crean por composición (“Caremapa”) o por trasplantación (“Superratón”). También se crean apodos apelando a recursos semánticos como el símil (“Pata´e cuchara de meneá mondongo”).

Para tener más claros referentes de la manera de construir apodos en La Guajira, presentamos, inicialmente, una lista de los más famosos en Riohacha, seleccionados de los compendios ya divulgados: Agua sin sal- Ambupa- Anchícale- Avena Quaker- Babey la piona- Barba piá- Bemba alegre- Benjamín flojera- Berraco- Beto nojoda- Beto pelúa- Bola e’ moco- Boli vaciao- Bollo limpio- Bololó- Boca e’ cuero- Buchipluma- Bullaranga- Bululú- Burra vieja- Buscalavida- Cachimonda- Cagabus- Cagá e’ perro- Cagapatio- Cagaíta- Cabecita e gato- Cabeza e’ tubo- Caimán Mono- Calienta pan- Carne asá- Carroloco- Cara e’ candao- Carecuajo- Corredera- Che birria- Che diarrea- Che burra- Che mondongo- Che tortuga- Chema bocadillo- Chema metralla- Chente bala- Cheche Puja – Chichigua- Chinchurria- Chivirico- Cotopla- Cotorra- Concha vieja- Congolocho- Culebra- Culepito- Culo e’ bronco- Culo e’ coco- Culo e’ pantalla- Culoalegre – Doble feo- Efraín cagá- Humberto cagaíta- Icha la pelito de Nylon – Jaime escopeta- Jando panela- La arrancatronco- La Cicolac- La ombligona- La rucha- La siete modos- Mala hora- María la chinchirinchi – Mata abuela- Mira pal cielo- Meme pollo- Patica e’ nene- Palo floriao- Papel higiénico – Pea pa’ entro – Pea pantalla- Pea yuca- Picho lombriz- Purrunga- Rafa cajilla- Rafa pan- Sal de frutas- Salivita- Siete y medio- Tapa tierra.

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A continuación ofrezco una lista de los apodos que durante mis años de residencia en Maicao he escuchado y otros que muchos amigos me han aportado. Muchos de estas personas apodadas, hacen parte del álbum de ausencias lamentables, en cuyos casos presentamos disculpas a sus dolientes, pues sólo nos anima el interés etnográfico y de divulgación. Otros, ya no residen en Maicao; unos más conocidos y emblemáticos que otros, pero en general, son apelativos que dan cuenta de la manera cómo los maicearos recrean la lengua cada día:
Azulín, Babilla, Basura, Bemba, Bichito, Bolita e’ chicle, Bombona, Burro mocho, Burrito con sueño, Cachucha bacana, Candao, Cántara, Carecaballo, Caregato, Carequeque, Carepollo (Churupita), Cagahamaca, Carevieja, Carecoño, Carreta, Casisanto, Copete e’ cuero, Cocolito, Cero uno, Cajeta e’ fósforo, Chéchere, Chicuelo, Chicharra, Chichi pote, Chichi raja, Chichón, Chila la loca, Chuchita, Chivo asao, Chuchu la perra, Chundo patecuchara, Chuto, Culo e’ viga, Elefante con pantalón, El curvo, El fiera, El iguano, El manteco, El mello culón, El mulo, El puerco, El putas, El quemao, Guaca, Huele huele, Huelepeo, Huevo, Jairo mondonguito, Jhonny pescuezo de gallo, Jorge el aguao, Juan Burule, Juancho burra, Juancho fun fun, Juancho mugre, Juancho yuca, Julio boquita, Julio culo, Julio patacón, La alcaldesa, La bujo, La coleta, La conéctate, La cucaracha, La escoba, La gatorade, La pitoca, La yilet, Lucho burra, Lucho cotorra, Lucho gallina, Lucho lávate la cara, Malanga mona, Maletica, Miro chancleta, Mamorra, Mantequilla roba pollo, Margoth la burra, María la guarapera, María tres pelos, Mico mojao, Mochila, Mondacú, Mandinga, Mono cagaleche, Mono sucio, Muela e’ gallo, Muelas, Nariz de hilo, Narí e’ jopo e’ tigre, Ñañorra, Ñapa, Ñopo, Pachanga, Papa Dios, Pasito tum tum, Parapeto, Patecama, Pello boquita, Pecho, Pepe cachete, Petaca, Pichírri, Pijagua, Pitágoras, Puerquito arrecho, Púyalo, Quijá e’ mulo, San Tropel, Sobrebarriga, Sopa e’ huevo, Tablita, Tascuero, Turco chimbiao, Veneno, Vende burro, Viejucho y Viringa.

Este modesto inventario está abierto a nuevas incorporaciones, son una manera de entender mecanismos de identidad lingüística y formas coloquiales y no formales de tratamiento y, por ello, hacen parte de nuestro patrimonio inmaterial oral. Definitivamente los hipocorísticos y apodos, algunos tolerados, otros que sobreviven a pesar de la resistencia de los apodados, son una manera de desencadenar emociones e imaginarios muy ligados a nuestra cultura. A mí, solo quienes me conocieron muy niño, recuerdan que me decían “Chiche”, la escolaridad impuso mi nombre oficial y el oficio hoy me relegó al simple, pero digno sobrenombre de “El profe”. A propósito, ¿Cómo te dicen a tí?

*Las opiniones expresadas en este espacio son responsabilidad de sus creadores y no reflejan la posición editorial de revistaentornos.com

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