Süsii de plástico

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Por María Isabel Cabarcas Aguilar.

En un breve y maratónico viaje por la Alta Guajira, evidencié lo que poco a poco se viene convirtiendo en una gigantesca problemática que no solo amenaza la salud y la calidad de vida de las comunidades wayuu, si no, al gravemente herido medio ambiente; ese concepto para algunos extraño e incomprendido y del cual dependemos irremediablemente todos los seres humanos para nuestra supervivencia. A través de los ojos y el sentir de mis compañeras de viaje, cuyo concepto de sostenibilidad es íntimamente apropiado a través de acciones coherentes con el entorno que las rodea, comprendí lo delicada de la situación que nos aqueja y amenaza a los guajiros teniendo en cuenta el sistemático manejo inadecuado de los residuos sólidos especialmente en los territorios de resguardo.

A lo largo del paso de los vehículos que se desplazan por las agrestes trochas que llevan desde Uribia hasta Bahía Honda, Bahía Hondita y Punta Gallinas, llaman la atención la constante ubicación de múltiples botaderos satélite de basuras que al final puede ser cualquier lugar, y de la repetitiva presencia de desechos, empaques, botellas y bolsas plásticas aprisionadas entre las púas de los cactus. Este tipo de estampas durante el viaje, tanto para los turistas como para los nativos, se convierten en un doloroso y preocupante escenario, que, además de amenazar la sostenibilidad de los ecosistemas del desierto de La Guajira, afecta seriamente la imagen de nuestro amado departamento que busca incesantemente aferrarse a la esperanza de consolidarse frente a Colombia y el mundo, como un destino turístico apetecido por los viajeros que descubren en esta tierra, exuberantes lugares colmados de inmensidad y belleza incomparables.

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La situación se ha tornado en algo tan evidente, que golpea los anhelos de los guajiros, la descripción que recientemente hiciera la guía Lonely Planet en su edición 2019, al expresar que el símbolo de La Guajira “Podría ser una bolsa de plástico enredada en una rama seca”, al tiempo que también expresa despectivamente que “se trata de una región despojada y desolada, asolada por la ilegalidad”. Un estigma más que se suma a todos lo que hemos acumulado a lo largo de la historia de su reciente vida administrativa que apenas alcanza los 55 años, y que curiosamente contrasta con la milenaria tradición de su riqueza étnica, cultural, folclórica y la imponencia de sus atractivos e incomparables paisajes naturales.

Cada uno de los ciudadanos de esta tierra, estamos llamados a asumir la responsabilidad individual y colectiva que nos corresponde, y a mantener total disposición a participar en cualquier iniciativa que a bien tengan liderar tanto los actores locales, como nacionales e internacionales, para afrontar esta triste, vergonzosa y preocupante problemática de la cual todos debemos ser parte activa en su solución y abordaje como agentes constructivos e innovadores de transformación tanto por el bien de las comunidades como por nuestra querida Mma, la madre antigua y mítica del pueblo wayuu quien merece todo nuestro respeto y los más ingentes esfuerzos por su protección y salvaguarda. Susii en wayuunaiki significa flor, y con este llamado creativo y al mismo tiempo empoderante, respecto de las lamentablemente ya populares flores de plástico del desierto, no solamente afectan estéticamente el exótico paisaje de la extrema guajira, si no que también ponen en peligro el equilibrio medio ambiental. Esto nos aleja de la preservación ecológica, impactando negativamente en la salubridad del modus vivendi de las comunidades, quienes al mismo tiempo son por antonomasia, los guardianes, defensores y protectores de todos los seres de la naturaleza y especialmente de los ecosistemas. Es hora de emprender acciones individuales de responsabilidad social, y al mismo tiempo de tomar decisiones, generar políticas, crear estrategias pedagógicas e implementar programas que aborden el problema, por el bienestar de todos, y por el desarrollo sostenible y armónico de La Guajira.

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