La ola coreana: el mundo en modo “K”

Abel Medina Sierra

Jóvenes mirando hacia Corea

Amigo lector, si usted tiene adolescentes en su casa ¿ha notado cómo en los últimos años, se aprecia en ellos un inusitado interés por todo lo que tiene que ver con la cultura de Corea del Sur? De pronto le pasó lo mismo que a mí: comencé a sorprenderme escuchando a adolescentes de mi círculo familiar como Andrea que deliraban con grupos de kpop (formato de pop coreano) como el BTS y las telenovelas producidas en el país asiático. Dalary, cada vez que veía jugar la selección Corea no cesaba de repetir “¡Es que son tan liiiindos!” o mi hija Solangel que me sorprendió con todo lo que sabe de los coreanos, pues describe con precisión su pasión por la estética física, sus hábitos alimenticios (lo único que no sabía eran que criaban perros para consumo), la tendencia suicida de los jóvenes y otros rasgos de una cultura de la que, hasta hace poco, solo sabíamos que algunos colombianos habían ido a su guerra y que de allá venían los electrodoméstico LG y Samsung así como los carros Hyundai.   

¿Cómo se hizo posible que una cultura tan distante geográfica y culturalmente como la asiática, hoy en día seduzca tanto a nuestros jóvenes que vean en ellos un referente identitario desde el consumo cultural? La respuesta está en el hallyu u “ola coreana” una poderosa estrategia y campaña mediática que desde el Estado coreano se ideó para influir, a través de su cultura, en un mundo globalizado y de mundialización simbólica. No se trata solo de nuestros jóvenes, si eso nos consuela, la “ola coreana” desde finales de los 90 se expandió primero en China (donde se le dio el nombre de hallyu en 1999), luego Japón, Medio Oriente, Europa occidental y Latinoamérica. Un breve repaso por repositorios universitarios me reveló que se trata de todo un fenómeno con muchas investigaciones y abordajes académicos que pretenden revelar las exitosas claves de cómo los coreanos del sur lograron impactar desde la música, el baile, la lengua, los dramatizados, el vestuario hasta la comida y la obsesión por la cirugía estética a medio mundo. Nos puso en modo K.

El hallyu como estrategia fénix

En la década de los años 90 el Estado surcoreano, gobernado entonces por el presidente Kim Dae Jung, creó una modalidad de soft power (poder blando), una estrategia para llegar al público joven de la Generación Z del mundo como motor para mover al resto de la población con campañas basadas en la atracción diseñada alrededor de la cultura y entretenimiento de masas y soportado por los medios y las redes sociales. Corea salía de las ruinas para tomarse el mundo desde lo simbólico.

La estrategia fue denominada hallyu (que traduce ola coreana) y se caracteriza por la fuerte conexión con los jóvenes a través del desarrollo de todo un sistema de preparación, producción y promoción de jóvenes para convertirlos en ídolos. Apelan a la seducción estética de influencers, atractivos cantantes, bailarines, actores, producciones de televisión fastuosas y el posicionamiento de marcas. La estrategia no solo apela a la cultura coreana, sino que apropia elementos extra locales no coreanos, por ejemplo, en el género del kpop, se hibridan músicas locales con trasnacionales. 

La cultura kpopers

Las primeras apuestas vinieron con el exitoso reality de concurso “El juego del calamar” cuya influencia se expandió a todos los continentes. Pero el hallyu tuvo su principal punta de lanza con el kpop, la oferta musical juvenil y fresca que está contagiando al mundo joven. Esta modalidad coreana de pop mezcla ritmos como dance, rap, rock, hip-hop, trance con elementos de folk coreano. La apuesta coreana no solo era lo vocálico, sino que los cantantes deben ser excelentes bailarines. De pronto las listas de Billboard, los streamings y las pantallas viralizaron e hicieron famosos a artistas o grupos como Wonder Girls, BTS, Super Junior, U-Kiss, Coo Girls generation, Black Pink, EXO, Twice, SuJu, Seo Taiji & Boys, Shinhwa, S.E.S, BoA, Rain, TVXQ, Super Junior, Big Bang, SNSD o SS501 entre otros. Hay estimaciones de más de 180 bandas del género kpop solo en Corea del sur; la mayoría de artistas están agrupados en girlbands (grupos de chicas) y las boybands (colectivos de chicos). El impacto universal de la música urbana coreana se evidenció hace pocos años con el “Gangam style” del rapero Psy que llegó a más de 3 billones de vistas desde su lanzamiento en el 2012 a través de YouTube.

La fiebre mediática del kpop, ha hecho emerger una nueva cultura juvenil o escena musical: los kpopers. En Colombia, según revela la revista Dinners, se calcula que hay alrededor de medio millón de seguidores de esta comunidad sociomusical y las redes sociales así lo evidencian: unos 20 perfiles en Facebook reúnen por los menos a 12 mil fanáticos y en Twitter 2 mil más. Se trata de sociedades en red cuya identidad no depende solo de habitar un mismo territorio ni hablar una misma lengua, sino por lo que consumen: los productos culturales de la ola coreana.   

  Ya están surgiendo en toda América los grupos musicales de kpop, lo que ha exacerbado, por ejemplo, en Argentina, la demanda de cursos para aprender el hangul, la lengua de Corea del Sur.  En Colombia, una convocatoria reciente para un concurso de kpopers, reunió más de 600 grupos en solo tres ciudades. Observé recientemente un documental de concurso para kpopers en Argentina, toda una gala en las que miles de chicas y chicos disputan, no solo por ganar un concurso musical, sino que los asistentes tratan de descrestar con su moda k-style inspirada en la cultura coreana.

Las movidas de la ola coreana

Así notamos cómo se ha venido ensanchando la influencia del hallyu, pasando de la música a las telenovelas (kdramas) como estrategias de la ola coreana versión 1.0. En Colombia, RCN fue el canal que quiso explotar la ola coreana con una oferta vespertina de telenovelas como “Escalera al cielo”, “Otoño en mi corazón” y “Mil días de promesa”. En otros países, la recepción ha sido mayor que la que han tenido en Colombia estos dramatizados que no solo venden la imagen de actores sino el k –style (vestuario actual), el hanbok (vestimenta tradicional coreana) y k-beauty (maquillaje y cuidado de la piel). Incluso la cocina tradicional coreana (hansik)) como parte del hallyu 2.0. En ciudades como Buenos Aires, se ha venido formando un polo gastronómico coreano, con distintas ofertas orientadas a los comensales argentinos, que están posicionando cada vez más platos de esta cocina oriental.

La ola coreana presenta otras ofertas atractivas que con esta fiebre han revalidado su impacto. Se trata del deporte coreano más tradicional: el taekwondo, que está recobrando su posicionamiento. Asimismo, el Ministerio de Turismo de Corea del sur está promoviendo agresivamente la k-medicine, para que miles de personas viajen a ese país que pretende constituirse como la nueva meca de la cirugía plástica. No está demás decir que, Corea del sur es de los países donde aproximadamente el 30 por ciento de las mujeres se ha sometido a una cirugía y donde, tanto hombres como mujeres son obsesionados por hacerles trampa a la edad a través de procedimientos y productos cosméticos y estéticos, así como en las rigurosas dietas y la actividad física.

Por otra parte, la población infantil y juvenil nuestra cada día consume más las mahwas (o mangas) como se conocen las tiras cómicas, caricaturas e historietas coreanas, así como se ha evidenciado un creciente mercado de videojuegos surcoreanos. Ahora, los coreanos le apuntan al cine como otra manera de insertar su cultura en el mainstream. El éxito del filme “Parasite” (“Parásito”), ganadora de varios premios, entre estos el codiciado Óscar del 2020 como Mejor película, representa el despunte de una oferta con promesas de posicionamiento impulsado desde el hallyu en su versión 3.0.

El poder blando de la cultura

El Estado de Corea del Sur nos está ofreciendo una gran lección, en especial a nuestros gobernantes que suelen tener una mentalidad doméstica: el poder que tiene la cultura y su gran peso en el PIB de un país. Los surcoreanos entendieron que impulsar la cultura es la mejor forma para desarrollar su economía.  Según datos, en 2018, el hallyu ya aportaba alrededor de 18 billones de wones a la economía coreana; solo el género músico- dancístico del kpop aporta unos 10 mil millones de dólares a es país.  El grupo BTS, ha facturado 5,000 millones de dólares, cerca de 0.5% del PIB de Corea del Sur según cifras del diario El Economista de México. También según datos del Hyundai Research Institute, solamente esta agrupación BTS atrae 800.000 turistas a Corea del sur anualmente. Apropiando el concepto del académico Joseph Nye de soft power (poder blando),los coreanos han demostrado su capacidad de conciliar sus objetivos simbólicos y económicos a través de la atracción y la persuasión de medios culturales e ideológicos y nos han puesto en modo y moda K.

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