Informe especial | Así convive la infraestructura eléctrica del GEB con las personas y la naturaleza del norte del país

Catica Velásquez está tentada a cambiarle, después de 40 años, el nombre a su finca, la ‘Mientras tanto’, situada en la vereda Aguas Prietas, de Turbaco, un abrasador municipio a las afueras de Cartagena.

El nombre se lo puso junto con su esposo cuando, recién casados, compraron el predio, de unas 19 hectáreas, y rodeado de árboles de mango, campanos, robles y diferentes clases de palmeras, que sirven para refugiarse del impasible sol que desde muy temprano se descuelga por el municipio de San Estanislao y muy tarde se esconde en el mar Caribe.

La idea, recuerda Catica –sí Catica, no Catalina ni Cata: su cédula está con ese primer nombre–, era pasar algunos fines de semana y vacaciones, para salir de la rutina entre Cartagena y Turbaco. “Era venir por raticos, algunos días del año, mientras tanto. Después la venderíamos”, afirma esta mujer de parla cadenciosa y envolvente.

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Pero el tiempo paso, muchas cosas cambiaron, personas llegaron, otras se fueron y ‘Mientras tanto’ se convirtió para ella, primero, en un sitio de visita semanal, luego diaria y finalmente, permanente. “Creo –dice con su sonrisa de bálsamo– que le voy a cambiar el nombre: le pondré ‘Para siempre’”.

Lo de para siempre es porque no pretende salir de la finca, a la que está sumamente apegada y le dejará, con todo el amor, a su hijo único y dos nietos, para que siempre esté en la familia.
“Acá he hecho mi vida –apunta Catica–. La finca, los árboles y hasta el jagüey, que es donde toman agua las bestias que tenemos y los animales silvestres, están como desde el primer día que la compramos. Lo único diferente es la torre de energía que pusieron en la parte de atrás y los cables que pasan por allá arriba, pero la verdad, uno ni se da cuenta que están allí”.

A la torre que se refiere Catica es a la número 15 de la línea de transmisión eléctrica Cartagena – Bolívar a 230 kilovoltios (kV) que, junto con cables, fueron instados por Transmisión del Grupo Energía Bogotá (GEB) en 2017 y entraron en operación un año después, para llevar el recurso producido en otras regiones a los centros de consumo del Caribe colombiano, especialmente Bolívar, y mejorar la confiabilidad del suministro y reducir el riesgo de desabastecimiento.

Esa infraestructura con la que convive, subraya Catica, no le causa ningún problema ni a las personas que habitan la finca y menos a los animales, que diariamente transitan por debajo de los cables y pasan cerca de la torre para acercarse al jagüey a calmar la sed.

“No les afecta para nada a los animales de la finca ni a los silvestres que llegan acá; es como si la torre y los cables no estuvieran. Por el contrario, la presencia de esa infraestructura nos ha mejorado la calidad de vida, pues antes se iba la luz a cada rato y ya no, y tú sabes que en este calor, ajá, es cosa seria”, afirma Catica.

En lo de un mayor bienestar coincide Eufrosina Vega, líder comunitaria del corregimiento La Loma, de El Paso (Cesar), ubicada a unos 300 kilómetros de Turbaco. Allí, en 2019 Transmisión del GEB construyó la subestación La Loma, un complejo que servirá para incorporar al Sistema Interconectado Nacional (SIN) las energías renovables que se producirán en los parques eólicos que se construyen en La Guajira.

“Para todos los lomeros, la subestación ha sido un factor de apoyo y progreso. Más que un vecino es un hermano que se preocupa por nosotros, que nos apoya en las iniciativas que tenemos para el desarrollo del corregimiento y que para nada nos causa molestias a las personas o a los animales. Sin duda, con todas sus iniciativas educativas, de salud y culturales, y estando pendientes de nosotros, nos ha mejorado la calidad de vida”, sostiene Eufrosina, cuyo patio es vecino de la subestación La Loma.

En sus instalaciones, este complejo realizó, junto con el distribuidor local de energía, trabajos en un transformador que permitió mejorar el servicio a las casas y negocios de La Loma, a pesar de que no era un objeto inicial de la subestación.
La línea Cartagena – Bolívar y la subestación La Loma hacen parte de los activos en operación de la Región Norte de Transmisión del GEB, una de las cuatro en las que ha distribuido sus operaciones en Colombia. Al mismo tiempo son ejemplos de la buena y adecuada convivencia con la infraestructura de transmisión eléctrica que tienen los activos y proyectos de la compañía con los ecosistemas y las personas de su área de influencia.

Según los registros de Transmisión, en esta Región la compañía opera 22 kilómetros de líneas y activos en 5 subestaciones, al mismo tiempo que desarrolla proyectos que contemplan 11 subestaciones y más de 580 kilómetros de línea en Magdalena, La Guajira, Cesar y Bolívar, los departamentos de esta jurisdicción.

Todos esos activos están situados estratégicamente para llevar la energía eléctrica que la zona y sus habitantes requieren y seguir así por el camino del desarrollo, sin causar afectaciones a las personas y sus entornos. A la fecha, no hay fundamentada evidencia alguna de posibles efectos de esa infraestructura en personas y medio ambiente.

En este sentido, Diego Efraín García, gerente de la Región Norte, señala que la compañía, además de desarrollar todos sus proyectos y operar sus activos cumpliendo cabalmente las normas ambientales y técnicas para que se adapten a sus entornos, siempre va más allá, comprometiéndose con el bienestar y el desarrollo de las personas y de los territorios, como se plantea en la Política de Sostenibilidad del GEB.

“Estructuramos programas y planes, contemplamos acciones y hacemos alianzas con entidades y comunidades para proteger y preservar la vida de las personas y los ecosistemas. No escatimamos esfuerzos para impulsar, desarrollar y documentar las experiencias que evidencian que todas las personas y la rica biodiversidad de nuestro país conviven exitosamente con la infraestructura eléctrica”, explica García.

Precisamente, en esta Región Transmisión desarrolla diversas acciones para cuidar e impulsar la protección del medio ambiente y la vida de las personas, como campañas de convivencia con la

infraestructura y cumplimiento del Plan de Manejo Ambiental (PMA) a través de la debida implementación de medidas de manejo de residuos sólidos con capacitaciones y monitoreos.
Todas esos esfuerzos y acciones han dado sus frutos en esta zona, donde la infraestructura del GEB se ha convertido en un corredor verde por donde transitan especies de fauna y flora, pues, asegura Fredy Zuleta Dávila, gerente General de Transmisión del GEB, la servidumbre sobre la que pasa una línea de energía es en sí misma una franja protegida en la que no se puede construir ni deforestar y, por tanto, es un cinturón natural, un corredor verde, a lo largo del cual conviven las distintas especies del rico ecosistema colombiano.

“Una de las cosas más hermosas de ‘Mientras tanto’ es, en las mañanas, la algarabía de pericos y otros pájaros que llegan al jagüey al lado de la torre a cantar y despertar a todos –puntualiza Catica–. Ese es uno de los detalles que desde hace 40 años se ve en esta finca y que serán para siempre, como mi vida acá”.

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