Confesiones de una escritora vivencial

Por María Isabel Cabarcas Aguilar*.

Querido Diario… Así empezó todo. De esa forma comencé a recorrer cuando era apenas una niña, el sendero de las letras, en medio de la inocencia de aquellos años, depositando en alguna colorida libreta de esas que tanto me gustaban, mis más preciados y secretos, sentimientos y pensamientos. A aquellos escritos regresé, rebuscando ansiosa la génesis de todo en el baúl de los recuerdos, de esos que cuando se sacuden terminan ellos revolcando el corazón, unos días atrás después de recibir la llamada que me informaba de la celebración del V Encuentro de Columnistas por parte de mi estimado Don Ismael Fernández Gámez, quien me ha apadrinado cariñosamente, al lado de su querida esposa Doña Demis Pacheco y su hija mi estimada amiga Mercy Edith Fernández, en este loable y enriquecedor sendero de las letras, a través de sus publicaciones.

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Hallé recortes, servilletas rayadas, cartas sin destinatario, otras dirigidas a amores olvidados, a amigas de antaño, a familiares en otras latitudes, pensamientos y sueños plasmados en cualquier pedazo de papel, en distintos momentos y lugares en los que algo significativo sucedía, sintiéndome inexorablemente obligada a escribirlo. Llegada la adolescencia, en el Colegio Sagrada Familia se acrecentó esta voluntad permanente de escribir, a veces por solicitud de los profesores o las directivas del colegio, quienes me invitaban a dar algún discurso, a participar en los concursos de oratoria y de ensayo, entre otras actividades que me fueron llevando hacia este camino. Mientras tanto en casa, mi papá ponía a disposición permanente su variada biblioteca, su pesado diccionario de la lengua española, y mi mamá me motivaba a realizar sola las tareas de redacción de cartas en la asignatura de técnicas de oficina, porque para ella, yo podía y no necesitaba de su experimentada ayuda dado su excelente desempeño en el oficio de Secretaria Ejecutiva por más de treinta años. En la Universidad Santo Tomás de Aquino, escribí para el periódico universitario, al tiempo que elaboraba ensayos y otros escritos.

Hasta que llegó una valiosa oportunidad con la fundación de una publicación local. En esa familia periodística hallé la motivación extrínseca para publicar mis letras llena de confianza y convicción. De allí llegué también a su Revista Enfoque Caribe, la cuál adoro. Posteriormente, y gracias a esa plataforma, he llegado a escribir crónicas, artículos de viajes y a realizar entrevistas a destacados personajes de la vida pública nacional e internacional como Harry Sasson, Leonor Espinosa, Sergio Fajardo, Tato Marenco, Carlos Vives e Ismael Cala, quien es además, mi mentor en el arte de la comunicación. Recientemente, he recibido la invitación a colaborar con otros medios como Wayuunaiki, Revista Entornos y el blog norteamericano Stellademoda.

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La gratitud es la memoria del corazón. Gracias a Dios, a Él la honra y la gloria por siempre. A mis padres Ciceron Cabarcas y Ena Luz Aguilar, les agradezco su confianza, ejemplo y amor, por motivarme en un hogar amoroso en el que crecí creyendo en mí, y a mi hijo Manuel Antonio de Jesús Guerra Cabarcas por inspirarme a ser y a hacer mejor todo cada día. Recibir el reconocimiento Pluma de Oro en el marco de la celebración de los diez años de circulación, no solo me hace sentir honrada, feliz y orgullosa, sino también, inmensamente agradecida con Diario del Norte y con Gámez Editores, al tiempo que me compromete aún más con sus fieles lectores de estos diez años de labor incansable por parte de un equipo humano valioso.

Invito a mis compañeros columnistas y a quienes tienen la inquietud de serlo, a arriesgarse y a ser perseverantes en la escritura, a crear a través de ella, un círculo virtuoso de la excelencia y la ética, posicionando con sus reflexiones la cultura de la bondad, el respeto y la compasión.

*Las opiniones expresadas en este espacio son responsabilidad de sus creadores y no reflejan la posición editorial de revistaentornos.com

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