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¡Gracias profe!

Por Amylkar D. Acosta Medina.

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¡La gratitud es el lenguaje del corazón!

Partió a sus 94 años hacia lo ignoto para unos y hacia la gloria eterna para quienes como el ilustre e ilustrado profesor Manuel Cayetano Sierra Pimienta, más conocido como ‘El profesor Sierra’, honra y prez de Riohacha y de La Guajira toda, a la que le sirvió sin cálculos ni mezquindades, entregándoles todo de sí, estamos convencidos que, a la postre, todos al final de nuestros días vamos a nuestro reencuentro con Dios. Lo suyo fue la docencia, a la que dedicó, con toda su consagración, más de dos décadas, empezando, porque todo en la vida tiene comienzo, en 1949, en Manaure, como maestro y director de la humilde Escuela Urbana de Varones de la Comisaría de Uribia.

Años más tarde se desempeñó como docente en Cabimas (Estado Zulia, en Venezuela) en la Normal que llevaba por nombre el del reputado intelectual y escritor venezolano, que llegó a regir los destinos de su país como presidente de la República, Rómulo Gallegos. Cerró su ciclo como profesor, sin dejar de serlo para quienes tuvimos el privilegio de haber sido sus alumnos, como profesor y rector del Liceo Nacional Padilla y profesor del Colegio de la Divina Pastora (Codipas).

Su paso por Codipas es un capítulo especial de su vida imborrable en mi memoria y me llena de gratitud a quien en vida, sobre todo como educador, predicó con el ejemplo, dada su rectitud, su templanza y su temple de carácter, el que le mereció el apodo de “Machera”, por lo estricto y exigente con quienes tuvimos el privilegio de tenerlo no sólo como profesor sino como el arquetipo del formador y orientador. Tanto es así, que lo que por aquellas calendas nos pareció rudeza con el paso de los años ha sido motivo de gratitud por cuanto hizo por sus educandos, en quienes sembró futuro y cosechó personas de bien, “fe y pundonor”, como reza su himno.

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Fue mi profesor de álgebra en cuarto año de bachillerato, materia esta que fue la delicia para los más y el terror para quienes le tenían fobia y aprehensión a las matemáticas. El libro que nos sirvió de texto guía fue el del matemático y profesor cubano Aurelio Baldor, que tiene por portada al matemático, astrónomo y geógrafo persa musulmán Al-Juarismi, con el fondo de una vista de su natal Bagdad. Su primera edición vio la luz el 19 de junio de 1941, contenía 5.790 ejercicios por y para resolver, que fueron nuestro quebradero de cabeza.

Aunque a mi juicio lo más relevante de su periplo vital fue la docencia, su longeva y fecunda existencia, polifacética además, le permitió servirle a nuestro departamento y a su prójimo en otros varios frentes en los que también descolló, siempre brillando con luz propia. Me cupo el honor de sucederlo, más que reemplazarlo, en la Dirección Ejecutiva de la Cámara de Comercio, entonces de Riohacha, la que dirigió por luengos años con tino y sabiduría y desde allí prohijó y le dio vida a la Caja de Compensación Familiar de La Guajira (Comfaguajira). Y a través de esta, además de un Supermercado, el primero en su género en el distrito de Riohacha, a su gestión al frente de la misma se le debe la construcción del Centro de Convenciones Anás Maí, el Centro Recreacional Maziruma, pionero en el departamento. Además extendió su obra benefactora hasta los municipios de Manaure y Barrancas, dotándolos de sendos centros recreacionales, Acuarius y el Parque Agualuna, respectivamente, y a Hatonuevo de un plantel educativo.

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Otra faceta, la del Político, con P mayúscula, le permitió mostrar y demostrar que se puede ser político y honrado a la vez. Militante y dirigente del Partido Conservador, copartidario de mi padre Evaristo Acosta y fiel seguidor de las orientaciones de sus jefes Alfredo y Efraín Deluque, así como de las matronas Aura y Josefita Deluque, quienes desde el ‘balcón azul’ le trazaban sus derroteros, siempre inspirados en los principios ideológicos del partido de Caro y Ospina. En representación de su partido fue concejal de Riohacha, diputado a la Asamblea Departamental y aspiró sin éxito a la Gobernación de La Guajira.

Pese a su avanzada edad y sus quebrantos de salud, él como los barcos que naufragan en medio del fragor del combate y se hunden con las luces encendidas, cerró sus ojos para siempre con su lucidez infaltable. ¡Ah! falta que le va a hacer a La guajira el Profesor Sierra, quien, como dice la canción de Alberto Cortés, a propósito de la pérdida de un amigo y él sí que lo fue, amigo de sus amigos, deja un espacio vacío, que no lo puede llenar la llegada de otro amigo y deja un tizón encendido, que no se puede apagar ni con las aguas del Riíto.

Van para su hermano Rubén, para sus hijos Ruben, Isaura, Manuel, Victor, Mario y para toda la familia Sierra Deluque, nuestras sentidas condolencias. Dale Señor el descanso eterno y brille para él la luz perpetua!

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