Por Vizo Arcieri.
Ella sabía, a kilómetros de distancia, los pasos que él daba, sin averiguarlo con nadie. Y sabía, además, si eran buenos o malos. Los pálpitos de su corazón le decían en qué, cómo y con quién andaba, sin preguntar si lo habían visto solo o acompañado. Cerraba los ojos y lo encontraba haciendo lo que estaba haciendo con la certeza de que era o no a la hora menos indicada o en un lugar adecuado o inaceptable.
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Cuando le preguntaba, de nuevo asombrado, cómo hacía para saber de él cuando a veces ni él mismo sabía de sí mismo, ella, pelando con dignidad las cebollas en la cocina, sin alterar su pulso para no cortarse por miedo a la sangre, su misma sangre, y, sobre todo, sin mirarlo a los ojos para no mostrarle las lágrimas por causa del jugo de la cebolla, le respondía: “no se te olvide que llevo muchos años amándote y ya no puedes escaparte un solo minuto y por ninguna parte de mi alma. Ah, y no me hagas más preguntas porque ya lo he dicho todo”.
¡Fin!
Junio 4 del 2021.
En los tiempos del fin del mundo.