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Por Edison Hernández Pimienta – Miembro de la Academia de Historia de La Guajira, periodista y locutor pionero de la radio colombiana en La Guajira.
La isla de San Salvador, llamada por sus nativos Guahnaní, vio llegar por primera vez a los españoles el 12 de octubre de 1.492. Una nueva página se escribía en la historia de La humanidad.
A las dos de la madrugada de aquel 12 de octubre de 1.492, La pinta, que venía adelantada permitió a Martín Alonso Pinzón y a Rodrigo de Triana anunciar la cercanía de la tierra.
La emoción de sentirse salvados, luego de un peligroso viaje durante tres meses largos, por un océano desconocido, estremeció a los hombres de Colón, distribuidos en las otras 2 naves, La Niña y La Santa María.
Horas después, el relente de la aurora se extendía sobre el lomo de una isla de copiosa vegetación que se mostraba ante los ojos asombrados de la marinería como un regalo de Dios.
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La tripulación de La Pinta entonó el Tedeum en acción de gracias y al coro se sumaron los ocupantes de las otras embarcaciones.
Fueron bajadas al agua las chalupas en que había de concretarse el desembarco. Los estandartes reales se desplegaron al viento y los expedicionarios se agruparon en torno a Colón, quien luciendo su lujoso uniforme de almirante posó sus pies en tierra en señal del dominio que desde ese momento memorable lo hacían en nombre de los reyes de España Fernando e Isabel.
Desde aquel hecho, la historia de la humanidad cambio de rumbo.
El 12 de octubre es un día propicio para que como hispanoaméricanos volvamos el corazón a España. A esa España que fluye en nuestro torrente sanguíneo y que nos hace saltar de contento cada vez que meditamos en los valores espirituales que nos infundió.
A esa España que nos enseñó a creer, lo mismo que a escribir y hablar en el idioma de la claridad, en ese idioma de sortilegios y mágicas filigranas; como lo dijera en cierta ocasión histórica el doctor Alberto Lleras Camargo, en un diamantino y elocuente discurso pronunciado en la por entonces recién creada Organización de los Estados Americanos en 1.948.
Hoy nos permitimos forjar conciencia de un acontecimiento que al través de sus 528 años, permanece en la memoria del mundo.
El 12 de octubre es la fecha conmemorativa del descubrimiento de América, del encuentro de dos culturas, y al mismo tiempo la fiesta de la raza y del árbol.
Esta celebración nos propicia la ocasión para recoger las profundas tradiciones y el influjo notable del continente americano en las ciencias, la tecnología, la política, el desarrollo industrial, la literatura, las artes que irradia a través de sus canciones que forman parte del más auténtico sentimiento y el temperamento infinito que representa el orgullo de llamarnos hijos de esta noble tierra americana.
Con sus errores, esa manera de ser descansa y se renueva en la civilización que trajeron descubridores y conquistadores. Es al fin y al cabo una cultura, la cultura occidental que reemplazó a la barbarie.
En el conglomerado mundial todos los países, aún los de habla extranjera, conmemoran alborozados éste aniversario, y los países de habla española celebran al mismo tiempo la fiesta de la raza, de esa raza pujante que nos dio a conocer en el concierto de las demás naciones del mundo.
El 12 de octubre es una fecha de hondas y trascendentales evocaciones humanas y espirituales, ya que el descubrimiento de América está en el primer lugar entre los acontecimientos de la humanidad, porque se trata en medio de otras consideraciones de la incorporación a la civilización de un mundo, cuya existencia nadie ni siquiera presentía.
Tan significativo es el mundo de Colón, que la gloria de este crece en la medida en que América influye en el destino del mundo.
Es el día de la raza, porque aquél lejano 12 de octubre, señala el punto inicial de la fusión étnica del arquetipo español del siglo 15 con el cobrizo habitante del nuevo mundo por cuyas venas corría ya una prodigiosa mezcla de sangre Arawac, Caribe y Chibcha.
Definitivamente el 12 de octubre es un día grande por ser el día de la raza y también del agradecimiento de la hispanidad y del árbol.
Geográficamente, América está dividida en tres zonas: América del Norte, América Central y América del Sur.
Después de Colón, las sucesivas exploraciones por los adelantados españoles y portugueses, llevaron al descubrimiento, conquistas y colonización de nuevas tierras; seguidas más tarde por franceses e ingleses hasta abarcar la casi totalidad de las costas orientales y las continentales más ricas.
El trabajo de las misiones religiosas dio un poderoso impulso a la incorporación de la población indígena a la civilización europea, amalgamando pueblos y razas y la introducción de los adelantos comerciales y técnicos del viejo continente, plasmaron el progreso y la independencia final de las antiguas colonias, que tuvieron como corolario el establecimiento de nuevos estados.
Como americanos, pero muy particularmente como colombianos, nos constituimos en punta de lanza del desarrollo cultural, de la inagotable imaginación y el fecundo ingenio que son virtudes reconocidas en los cuatro puntos cardinales de nuestro hermoso planeta. Desde los albores del descubrimiento y la conquista, pasando por el largo camino de la colonia y la independencia, estamos aportando con desinterés y arrebatado entusiasmo a los desafíos de la civilización.
La consideración de estos dos encuentros, el de hace 528 años, y el de los tiempos actuales; que en realidad son un solo encuentro continuado, nos debe llevar a vencer la desconfianza mutua, a acercarnos con mayor vigor y amabilidad, y aprender a encontrar siempre lo positivo para ser grandes y construir juntos un mundo mejor con equidad, justicia social y en paz.