Por Abel Medina Sierra – Investigador cultural.*
Aún de hechos cuya relevancia crece como burbuja y a los pocos días se diluye, quedan enseñanzas que servirán para seguir afinando nuestra manera de habituarnos a la contingencia. Hasta sonados casos como el de Odebrecht, la “ñeñepolítica” y las nuevas chuzadas parecen ser cosa del pasado, con que el engorroso episodio de Fabio Zuleta que generó una ola de indignaciones no termine muy pronto sepultado por la urgencia de un nuevo escándalo sustancial o banal. Pero, antes que se diluya el morbo por este escándalo que tiene a todo el país averiguando quién carajos es ese Fabio Zuleta, he aquí mi listado de enseñanzas del caso.
La primera, el ominoso caso de bromear sobre la sexualidad y la “compra” de “chinitas”, puso en evidencia las tensiones que suelen darse entre la espontaneidad provinciana y el mundo vigilado por ese sensor que se llama opinión pública y que tiene en los medios su ojo avizor. Comentarios como los que hizo Zuleta son comunes y corrientes en los ámbitos privados y domésticos como la parranda o charlas de amigos, pero ante una cámara y un micrófono, se vuelven un boomerang con imprevisibles efectos. Lo de Fabio le suele pasar a muchos músicos vallenatos que incurren en comportamientos muy relajados y espontáneos en medios y espacios públicos que después le pasan factura de cobro por la opinión pública, un acto de desmesura de Fabio.
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La segundo, con la emergencia de movimientos de indignados, feministas, afrodescendientes, indigenistas y de otros tipos, ciertos temas que antes uno podía tomar como le pareciera, ahora hay que agarrarlo con guantes de seda. Los tiempos han cambiado y nos obliga a la mesura y sutileza. En especial, los temas que pueden ser interpretados como ofensivos para las mujeres y más cuando se trata de indígenas. Estoy plenamente seguro que, si el agravio de Fabio y Roberto Barroso hubiese sido contra los hombres, así fuesen indígenas, las cosas no hubiesen trascendido tanto. Hay temas pringamoceros y muchas mujeres alertadas y a la defensiva para darse la pela en la defensa de sus banderas. Lo que parecía una “bobada”, terminó involucrando desde el presidente y Procurador para abajo.
La tercera, los hechos me refrendaron la certeza de lo mal humorista que es Fabio Zuleta. Su humor, muy veces chabacano, su falta de sutileza para tratar en la radio y la televisión temas sensibles son evidencias que, para un humorista, no basta con tener un repertorio de chistes y gracia para contarlos; es necesario algo de inteligencia, mesura y finura. No solo se trata del trato con los wayuu, también con los arhuacos y hasta con personas en situación de incapacidad, humor burdo el de Zuleta.
Una cuarta enseñanza, tiene que ver con las reacciones. Si para mí, fue desmedido el tratamiento del tema por Fabio y su contertulio, también lo han sido algunas reacciones. Algunos han pedido cárcel y aún ningún abogado acierta a decir cuál delito cometieron; hay otros que pidieron cobro bajo ley wayuu, hecho nunca visto en casos como este. Hasta el Procurador amenazó con proceso sin que sean sujetos de proceso disciplinario; la junta de palabreros exigió que erigieran esculturas de bronce en varios municipios, obras que costarían miles de millones de pesos y Fabio tampoco estaría obligado a cumplir. No faltó el que dice no aceptar arreglo, lo que implica, que solo contempla la venganza como compensación. Las sanciones aplicables, en este caso, son las morales y esas han sido justamente implacables.
La quinta, es la descontextualización que ha tenido el episodio. En los medios nacionales se ha presentado como si Zuleta y Barroso estuvieran negociando la trata de mujeres wayuu; el video es presentado como prueba de este delito. Debemos entender que se trata de un programa de humor, es como si un humorista en “Sábados felices”, dice en su chiste que va a matar a alguien y eso es tomado como prueba de intento criminal. Otra vez la desmesura.
Un sexta, se trata de un tipo especial de reacción. La que pretende prohibir los chistes que se refieran a los indígenas y a las mujeres. Me parece la más radical de todas las reacciones. Por un mal humorista no se puede condenar al humor, sería como eliminar el futbol porque descubrimos un “tronco”. He leído posturas que piden extirpar lo que llaman chistes “sexistas” y “racistas”; no sé si lo que piden es que nadie vuelva a crear o contar chistes con menciones a la mujer, o el ineludible tema del sexo o frases como “este era una vez un paisa”, “era una vez un pastuso”, “había una vez un turco”. Si se censuran los chistes en los que se mencionan a la mujer, no faltará el hombre que también pida que ellas tampoco hagan humor sobre los hombres y la vida, tan traumática como la tenemos ahora, se vuelva extremadamente aburrida.
Por séptima y muy importante enseñanza, me queda el espinoso tema que la líder política Emilse Rojas puso sobre la mesa. La necesidad que, dentro de la misma etnia, todos los indignados con Fabio, Junta de palabreros, líderes y políticos, comiencen a reflexionar sobre prácticas que para muchos son mal adaptantes: la entrega de niñas de muy corta edad ante el ofrecimiento de una dote, a veces por acaudalados ancianos, sin que medie ningún tipo de vínculo afectivo previo. Niñas sin futuro ni derechos bajo el dogma cultural de “usos y costumbres”. También la práctica de convertir en criadas “concertadas” a niñas wayuu que son explotadas laboralmente. Estas dos prácticas ya han sido denunciadas desde sendos relatos de las escritoras wayuu Estercilia Simancas y Vicenta Siossi Pino. Otro trabajo interno es desestimular la percepción de “compra”, no solo Barroso, son muchos los wayuu a los que he escuchado referirse a la compensación de dote como “pago” y la entrega de la mujer como “compra”.
La octava se relaciona con el hecho que ante un agravio se suele responder con otro. Está bien que Roberto Barroso se haya prestado para un trato irrespetuoso contra su propia etnia, que debió aclarar a Fabio que no se trataba de una compra. Pero, ahora resulta que los indignados wayuu lo han querido deslegitimar: le niegan que es wayuu, que es portador de la palabra, que nació donde dice haber nacido, hasta de malas mañas y vicios lo han señalado.
Una novena, otras reacciones desproporcionadas, son las de algunos que pretenden pescar en río revuelto y pedir sanciones e investigaciones contra la emisora Cardenal Estéreo. No les vale la explicación del mismo Zuleta que no se emitió la entrevista por este medio y que solo aprovechó el set para una grabación privada, que él es concesionario y no hay responsabilidad del medio. El canibalismo, lo que es peor, viene hasta de otros medios y periodistas.
Por último, la décima enseñanza. Me agradan esos movimientos espontáneos de indignación entre los líderes y lideresas indígenas. Pero, hay otras indignaciones quizás más “dignas” con el perdón de la redundancia. Esas voces las queremos escuchar también para desnudar la trama infame de las mafias que han saqueado los recursos públicos destinados para los wayuu, aprovechar la “efervescencia y calor” como dijo el tribuno Acevedo y Gómez y no volver al silencio cómplice cuando la burbuja de Fabio se desinfle.
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