La apuesta por el gas vehicular

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Por Amylkar D. Acosta M. – Exministro de Minas y Energía y Miembro de número de la ACCE.

Colombia es un país con un bajo consumo de energía, reflejo del tamaño y la baja dinámica del crecimiento de su economía, situándose en un magro 1.5 MWH per cápita, muy por debajo de países de la región como México y Perú que registran 2.3 MWH y 4.1 MWH, respectivamente, para no compararla con EEUU cuya demanda es de 12.6 MWH, casi 12 veces el consumo per cápita de Colombia.

Ahora bien, el transporte se destaca como el mayor consumidor de energía con el 36%, superando a la industria, que sólo demanda el 22%. Desafortunadamente el transporte en el país se caracteriza por ser el sector con la más alta ineficiencia energética, habida cuenta que sólo aprovecha como energía útil el 18% de la energía que consume, debido fundamentalmente al rezago y a la obsolescencia tecnológica del parque automotor.

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En la medida que es el sector con el mayor consumo de energía, del cual un alto porcentaje de la misma, que supera el 90%, es de origen fósil (gasolina y diésel), al que se suma el crónico envejecimiento de la flota vehicular, el transporte público y de carga se han convertido, según el IDEAM, en los mayores contaminantes siendo los responsables del 17% de las emisiones de CO2 en el país, amén de material particulado. Ello es muy grave, especialmente en los centros urbanos, dado que la contaminación del aire y la polución del medioambiente reduce en 1.8 años la esperanza de vida de quienes están expuestos a ella, mucho más dañina si se le compara con el tabaquismo que la reduce en 1.6 años o el alcoholismo y la drogadicción que acorta la esperanza de vida al nacer en 11 meses.

Ello tiene un enorme costo en vidas y en pesos para el país. Según un estudio del Departamento Nacional de Planeación, que presenta los costos por muertes y enfermedades asociadas a la degradación ambiental en Colombia, para el año 2015 los costos en la salud atribuibles a la contaminación del aire urbano ascendían a 15,4 billones de pesos, equivalentes al 1,93 por ciento del PIB y relacionados con 10.527 muertes y 67,8 millones de síntomas y enfermedades. ¡Eso es una barbaridad!

Además, como es bien sabido, la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, entre ellos el CO2, es la responsable del temible y temido Cambio climático, que llevó a la comunidad internacional a tomar medidas drásticas y urgentes en la Cumbre de las Naciones Unidas (COP21), las cuales se concretaron en el Acuerdo de París, suscrito en diciembre de 2015. Ese mismo año se firmó también el compromiso con los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS).

El Acuerdo de París y los ODS coinciden en el propósito de descarbonizar la economía, como única manera de contrarrestar el calentamiento global. Ambos son vinculantes para Colombia, que contrajo el compromiso de reducir sus emisiones hacia el 2030 en un 20%, pero más recientemente el presidente Iván Duque, al igual que lo vienen haciendo otros países, elevó la ambición de Colombia y ahora el compromiso es de reducir sus emisiones en un 51%.

El país se ha dado su hoja de ruta para avanzar en la transición energética, que está al orden del día en el mundo y Colombia no es la excepción, consistente en migrar desde las energías de origen fósil hacia las energías renovables y limpias. Pero, como se trata de una transición y no de un salto energético, ello impone una serie de medidas que permitan hacerla de manera tranquila, gradual y progresiva, como debe ser. Entre ellas, el mejoramiento de la calidad de los combustibles, como lo vienen haciendo Ecopetrol y la mezcla de los biocombustibles, así como la sustitución de unos energéticos por otros menos contaminantes, particularmente en el transporte.

Y allí entra en escena el gas natural vehicular (GNV), el cual reduce en un 99% las emisiones de material particulado (PM2.5) y los óxidos de azufre y en un 30% las emisiones de CO2, en comparación con la gasolina y el diésel-motor. Según los expertos el Gas está llamado a ser el combustible – puente de la transición. Por fortuna, en Colombia la conversión a gas de los vehículos de pasajeros y de carga ha sido una historia de éxito, que se inició en el Caribe colombiano hace más de 40 años, siendo pionera en el uso de este energético en el transporte. A la reducción de las emisiones contaminantes se viene a añadir su eficiencia como combustible y la economía para los propietarios y conductores de los vehículos, con ahorros que bordean el 30%.

Las políticas de promoción del gas vehicular, con sus incentivos arancelarios y tributarios han hecho posible que Colombia se haya convertido en un referente regional, con 560 mil vehículos, desde utilitarios hasta el Sistema integrado de transporte masivo de pasajeros en las ciudades capitales, pasando por el transporte de carga. Se estima que en todo el país circulan más de 1.800 buses urbanos a gas. Definitivamente, el gas natural está llamado a ser el gran aliado de esta transición energética en la que estamos, en la que la meta será la electrificación del sistema de transporte, pero el gas se constituye en una obligada escala técnica para llegar a ella.

www.amylkaracosta.net

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