Por los niños, ¡todo!

Juyasirain. Kilómetro 78. Uribia

Juyasirain está ubicada en el kilómetro 78 vía Puerto Bolívar, a un par de kilómetros de cuatro vías de Uribia. Un aviso hecho con una llanta indica la entrada a la comunidad y, de ahí, a 100 metros de la carretera, está el territorio. En esta comunidad existe una escuela tradicional construida en yotojoro y láminas de zinc, fundada 20 años atrás. Actualmente tienen una cobertura educativa de 2.375 estudiantes en la sede principal, de ellos, el 95% pertenecen a la etnia wayuu. En este lugar, por los niños, lo dan todo.

Y es, esa escuela, y lo que en ella se hace, lo que convierte a Juyasirain en algo único, afirma Betty Almazo, líder y rectora de la institución de la comunidad: “Es única por los proyectos que se dan aquí. A pesar de que fuimos decretados como centro etnoeducativo hace un par de años, hemos avanzado rápidamente, y este año nos decretaron como institución”. Cuando Betty piensa en qué los llevó a ese triunfo y en qué los ha llevado a ser la institución más grande a nivel poblacional en el municipio, asegura que se debe a la estrategia de la institución: “Hemos tenido la ventaja de que el colegio atrae cobertura por las estrategias con las que le apuntamos a la educación. No solamente se dan clases, se trabaja la parte social de cada uno de los estudiantes que tenemos en la institución. Aquí los recibimos con lo que puedan venir, para la institución lo más importante es que el niño estudie y aprenda; un zapato, un uniforme, no ayuda a que tú seas alguien en la vida, lo que ayuda es lo que aprendes y lo que se imparte en el colegio”.

Además del enfoque social interno, también hacen acompañamiento a las familias de sus estudiantes y han puesto en práctica el “todos para uno: “Nosotros, más que docentes de aula, nos trasladamos a los hogares de los estudiantes. Hacemos proyectos encaminados a los hogares. Les subsidiamos la mitad del precio del uniforme; le llevamos alimento a su hogar; cuando en sus familias pasan por situaciones de salud, hacemos acompañamientos y convocamos reuniones con los padres de familia para concientizarlos sobre la importancia de la educación”, afirma Betty.  

Pero ahí no termina el factor diferencial de la comunidad y su institución. En Juyasirain, sus estudiantes cuentan con una granja escolar en la que siembran y tienen animales: cabras, cerdos, cría de pollos de engorde, gallinas ponedoras y estanques de peces. Todo esto bajo dos objetivos: poder alimentar, con lo que se produce, a niños internos en la escuela, que son alrededor de 270; y  utilizarla como una herramienta pedagógica. Todas las asignaturas que se imparten en el colegio llevan la teoría a la práctica con la granja.

Juyasirain es una comunidad conformada por 56 hogares, todos de la etnia wayuu. Su autoridad tradicional, Miguel Almazo Pushaina, nos cuenta a qué se dedican: “Vivimos de la artesanía, la pesca, el pastoreo. Algunos habitantes trabajan en el casco urbano en oficios varios y gran parte de la población, los profesionales, trabajan en la institución o en las Unidades Comunitarias de Atención (UCAS) de la comunidad”.

La autoridad también cuenta, de manera más detallada, sobre el nombre de esta comunidad: “Mi madre y mis abuelos me cuentan que Juyasirain, inicialmente, fue el nombre del jagüey fundado en el año 40, más o menos. Yo no había nacido. Dicen que ellos tenían sus rozas y vivían de los cultivos: maíz, frijol, patilla, ahuyama. La lluvia en nuestro dialecto se llama juya, entonces lo bautizaron con ese nombre porque aquí llovía de noche y de día. Nombre que también le pusieron a este territorio”.

Y las iniciativas que buscan, piensan siempre en los niños y en su bienestar, como las obras de infraestructura para soluciones de agua, para educación y para beneficio general de la comunidad, todas trabajadas con Cerrejón. Y sueñan con más, nos cuenta Miguel: “Yo quisiera que surgiéramos, que tuviéramos una fuente de agua, una universidad cerca, que tuviéramos una fuente de trabajo estable. Que nosotros como wayuu no perdamos las costumbres. Lo tradicional. Que todos los niños se eduquen e inviertan bien su tiempo”.

Betty asegura que los padres de familia de los niños de esta institución están contentos porque los atienden bien: “Hay padres de familia que dicen: ¡Juyasirain!, ¡Juayasirain!, ¡vamos a matricular a los niños en Juyasirin!, porque saben que nosotros por los niños damos el todo”.

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