La violencia acústica

Weildler Guerra Curvelo

Volver a Riohacha es recuperar sus singulares crepúsculos pero también reencontranos con algunas patologías olvidadas. Son las seis de la mañana y ninguna persona en el barrio en el que vivo ha podido dormir en toda la noche . Un estruendoso aparato de sonido nos ha disciplinado sometiéndonos al castigo de la agresión sonora. En vano hemos pedido a los vecinos ruidosos que bajen el volumen pues para ellos una fiesta no tiene gracia sino desvelan y someten a todo el vecindario mediante la violencia acústica.

La violencia acústica reina en la mayor parte de las ciudades capitales de nuestra región Caribe . No se trata tan solo del creciente ruido de aviones y vehículos terrestres en movimiento sobre un núcleo urbano sino de la expansión de eventos comerciales, musicales, políticos y especialmente de tipo religioso que apelan al ruido como fácil gancho de convocatoria pública. Muchas de esas estrategias se ven facilitadas por el creciente desarrollo de la tecnología y la amplia oferta que permite adquirir en el mercado nuevos artefactos electrónicos capaces de reproducir altísimos niveles de volumen, poniendo en peligro la salud física y mental de los ciudadanos. A ello habría que añadirle que también hay prácticas culturales de amplio arraigo en nuestra región que estimulan estos comportamientos.

A la violencia ejercida por medio del sonido se le llama violencia acústica. Este es un problema social que afecta a nuestra región y que parece no estar en la agenda de las autoridades. Este tipo de violencia afecta directamente el bienestar y la salud pública de los residentes de una calle, un conjunto cerrado, un barrio o toda la ciudad.

¿Quién no ha tenido un vecino ruidoso que quiere hacernos participar contra nuestra voluntad de su nueva condición económica y de sus exultantes estados de ánimo?. El ejerce su poder apoyado en la tecnología, que le proporciona potentes y costosos equipos electrónicos. A este tipo de ciudadano le tiene sin cuidado la célebre frase de Benito Juárez “El respeto al derecho ajeno es la paz”. Su sentimiento de dominio solo es comparable con el del macho alfa en una manada de lobos que somete a su grupo a través de un aullido estridente.

Aunque la violencia acústica tiene un amplio arraigo histórico en nuestra región, su propia dinámica ha permitido el surgimiento de nuevos personajes que las gentes llaman “alegradores”. Son seres nobles que se han impuesto la altruista tarea de brindarnos alegría mediante el ruido que ellos identifican como música. Estos pueden ser estacionarios y móviles. Los estacionarios, más limitados en su generosidad, solo perturban algunas viviendas o cuadras vecinas. Los móviles montan sobre sus vehículos costosos aparatos de sonido y se dan a la tarea de inquietarnos o desvelarnos de manera más equitativa y democrática divulgando su estridente música por toda la ciudad.

Estos personajes no son conscientes de estar ejerciendo violencia, lo cual no quiere decir que dicha violencia no exista. No se trata solo de la salud y la tranquilidad de los vecinos y transeúntes sino del impacto negativo que ocasiona en la actividad hotelera, por ejemplo. Algunos establecimientos hoteleros pierden frecuentemente muchos huéspedes cuando los “alegradores” móviles o estacionarios actúan en sus cercanías.

 

Es necesario que las autoridades y la ciudadanía realicen acciones educativas contra la violencia acústica. Este no es un problema menor ni se limita a pequeñas fricciones entre individuos. La educación es muy importante en este sentido con el fin de lograr una mayor conciencia ciudadana sobre este problema. El camino a seguir incluye reglamentaciones más efectivas, información al público y educación dirigida a formar ciudadanos para la convivencia respetuosa. Ciudadanos conscientes de que el ruido, como las sustancias químicas, los residuos sólidos y las radiaciones forman parte de los agentes contaminantes y es, además, un factor perturbador de la armonía social. Subestimar esto evidenciaría que marchamos hacia una sociedad acústicamente enferma y de lo que se trata es de erradicar ese tipo de violencia y buscar la paz: la paz sonora.

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