La tabla de Jamaica

Por Weildler Guerra Curvelo*.

En una enriquecedora conversación en la isla de San Andrés con el destacado historiador Antonio Cacua Prada, sobre el proceso de Independencia, surgió la pregunta sobre cuál era el documento político más trascendental del período de emancipación. Con inusitada prontitud, los contertulios coincidimos en que era la llamada Carta de Jamaica. La mencionada epístola plasma la colosal perspectiva de Bolívar sobre el continente y es el reflejo de su más lúcido y visionario momento en su trayectoria política. Los detalles poco conocidos de la elaboración de esta carta están contenidos en un ensayo del propio Cacua llamado La Carta de Jamaica, base de la construcción de América Latina: la inimaginable historia de su escritura.

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Bolívar partió a Jamaica en mayo de 1815 a bordo del bergantín inglés La Descubierta. Para ese momento ya no poseía nada de su inmensa fortuna y era tan pobre como sus anteriores esclavos. La gaceta de Kingston dio noticias de su arribo a Port Royal entre el 13 y el 20 de mayo. Estaba acompañado de su secretario, el coronel Pedro Briceño Méndez, dos ayudantes de campo y dos antiguos trabajadores de su hacienda en San Mateo. Se alojaron en una pieza sin ventilación de una posada barata, en donde el grupo colgaba sus seis hamacas y padecía los continuos cobros y hostigamientos de la dueña, una mulata malhumorada. Bolívar no llevó un solo libro para consultar y carecía de una mesa que le sirviese de escritorio.

La carta, originada en la petición de un comerciante británico acerca de la situación del Nuevo Mundo, fue redactada en cinco días, entre el viernes 1º de septiembre y el martes 5 del mismo mes. Mientras Bolívar dictaba su contenido, el coronel Briceño estaba sentado en un chinchorro o hamaca, con una tabla sobre sus piernas, un tintero, varias plumas de ganso y unas cuartillas de papel periódico, escribiendo en letra castellana. La carta fue traducida al inglés por el general de brigada John Robertson, quien quedó maravillado por el talento, sentido del honor y desinterés del Libertador.

Este trascendental documento, según Cacua Prada, examina los errores cometidos por los españoles y anuncia que sus colonias serán libertadas, aprecia el valor estratégico y comercial del istmo de Panamá y anticipa la organización de los Estados americanos al proponer que se reuniera en Panamá un congreso continental para discutir sobre los altos intereses de la paz o de la guerra con las naciones de otras partes del mundo. En ella se concibe el surgimiento de un grande y promisorio Estado llamado Colombia, cuya capital no estaría en Caracas ni en Bogotá, sino en la península de La Guajira, en una ciudad llamada Las Casas, que se levantaría en el soberbio puerto de Bahía Honda.

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La Carta de Jamaica, escrita en una rústica tabla, nos señala el soberbio poder de las utopías vistas como la facultad de imaginar, de modificar lo real por lo visionario y sustituir el orden existente por uno radicalmente distinto. Nos recuerda también las grandes tareas inconclusas que deben ser culminadas, y la principal de ellas continúa siendo alcanzar la idea original de Colombia.

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