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Por Amylkar D. Acosta M. – Exministro de Minas y Energía y Miembro de número de la ACCE.
La estrella del atletismo de talla mundial Anthony Zambrano podrá repetir y con el todos los colombianos lo que dijo otra gloria de nuestro país, la Reina del BMX Mariana Pajón, “esta plata vale oro y hasta algo más”, luego de subir esta mañana, a sus 23 años, al podio de los mejores en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, debutando en la prueba individual en su especialidad de 400 metros planos en pista, una de las competencias más exigentes. Para lograrlo superó su propio record sudamericano, de 44.15 segundos, con la que llegó cargado de ilusiones a Japón, clasificando para la final con un tiempo de 43.93 segundos.
Esta gacela del atletismo, aventajó al excampeón olímpico Kirani James y sólo pudo ser superado por Steven Gardiner, de Bahamas, con una marca de 43.85 segundos, haciéndose acreedor a la medalla de plata, la primera presea en su género en la categoría masculina obtenida por Colombia en toda la trayectoria de los Juegos Olímpicos, registrando en el cronómetro 44.08 segundos, los suficientes para darle esta gloria a Colombia.
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Como el mismo lo ha dicho, “a mí me ha tocado duro en esta vida y poco a poco todo se ha ido blandeando. Es como la masa: tú vas echando agua y agua, todo se ablanda y así hasta que uno se hace una arepa. Así es la vida. El diamante en bruto uno lo va puliendo hasta que brilla”. Y no le falta razón, Zambrano es un deportista de alto rendimiento, que se ha hecho a pulso, que le ha tocado nadar contra la corriente y así como las cometas se elevan contando con el viento en contra, el se ha superado y alcanzado victorias, una tras otra, enfrentando la adversidad.
Anthony José Zambrano de la Cruz, nació en Maicao (La Guajira), es uno de tantos colombianos a quienes la violencia ha forzado a su desplazamiento y desarraigo. En su caso, no alcanzó a conocer a su padre, lo asesinaron vilmente y ello obligó a su madre Miladys a partir con su único hijo a rehacer su vida y la de él en la capital del Atlántico que los acogió. Anthony José es un hombre de retos, el primero de ellos fue sobrevivir en medio de la pobreza y la precariedad.
Anthony José y su madre Miladys, como decimos en nuestra tierra, han pasado más trabajo que Justo Rojas en Villanueva (ver mi Lexicón de guajirismos) o también, como se suele decir a menudo, les ha tocado pasar el Niágara en bicicleta y también en bicitaxi. A ellos les viene muy bien la composición de Marciano Martínez, interpretada por los hermanos Zuleta, Pobre infancia, en la cual se dice que “era tanta la pobreza de mi vieja, que a veces hasta la candela pedía p ́a juntá el fogón”. Así de patética ha sido la vida de privaciones de este par de titanes.
De modo que si algo ha caracterizado a Anthony José es su espíritu de superación. Él no se conformó ni se resignó a seguir en la economía del rebusque en Barranquilla para conseguir el diario sustento de él y su madre. Siempre se ha impuesto metas más elevadas, con la obsesión de darle una casa a su madre “para que viva tranquila” y para que ella deje de estar, como ella misma lo dice, “de aquí p’a ya y de allá p’aca”. Y, rehuyéndole al vicio, a las pandillas y los malos pasos (ver mi Lexicón de guajirismos) que lo asediaban y acechaban en el barrio humilde en donde se refugiaron en Barranquilla, entendió desde bien temprano que, como dice el adagio popular, “más vale llegar a ser que haber nacido siendo”.
Él, como afirma Mandela, es consciente de que “después de escalar una colina, uno se encuentra sólo ante muchas colinas que escalar”; por eso ha dicho que “uno no tiene que ser mediocre y complacerse con una marca. Aquí sigo y vamos hacia adelante”. Como vemos, no es amigo de la autocomplacencia. Ello explica su rauda carrera hacia la cima: después de ser el séptimo en el Mundial de menores en Cali en 2015, un año después pasó a ser el sexto en el Mundial juvenil en Polonia, para luego coronarse como campeón suramericano y panamericano y más tarde colgarse la medalla de plata en Doha (Catar) como subcampeón mundial en 2019.
Anthony José, con su brillante actuación y su talante de deportista disciplinado y consagrado ha sabido dejar bien en alto el pendón tricolor, así como la divisa de los departamentos de La Guajira y el Atlántico, fundidos en él, como el hijo egregio del Caribe colombiano que es. Aspiramos y esperamos mucho más de él, ¡Tiene madera e ímpetu para lograrlo!