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Por Weildler Guerra Curvelo.*
El dos de octubre del 2011 la Expedición Padilla llegó a la capital guajira luego de una travesía por el Caribe colombiano. Uno de los objetivos de la Expedición fue el de exaltar la vida y obra del general de división José Padilla López por sus aportes a la República y aprender de sus lecciones. En la tierra natal de este gran marino y ciudadano se realizaron diversos actos conmemorativos al cumplirse entonces ciento ochenta y tres años de su despiadado fusilamiento. Padilla -ha dicho la historiadora Aline Helg- fue parte de esas figuras militares que se habían distinguido en los campos de batalla. El era parte de ese grupo socioracial de pardos que comprendía un espectro amplio de negros, indios, mestizos, zambos y mulatos que fueron marginados por la misma república que habían ayudado a establecer. Padilla simboliza mejor que nadie en Colombia, según ella, este proceso de ascensión en la guerra y frustración en la paz.
No tenemos evidencia documental de que se llamase José Prudencio, pues siempre firmó como José Padilla .Casi todos los autores coinciden en que nació en la Villa de Pedraza en 1784, si nos atenemos a su propia declaración en el brevísimo proceso que culminó con su muerte en 1828 cuando afirmó ante sus interrogadores tener cuarenta y cuatro años y ser natural de Riohacha.
Pedraza, situada en el camino que conducía de Riohacha a la ciudad a Maracaibo, era parte de los poblados dirigidos a proteger esa importante vía y a controlar los intermitentes alzamientos indígenas. Fue fundada por primera vez por Manso de Contreras, gobernador de Santa Marta en 1594. Vuelve a aparecer como parte del proyecto de Bernardo Ruíz de Noriega a mediados del siglo XVIII quien, a cambio de obtener licencias para importar esclavos negros, se comprometió a someter a los guajiros y a fundar varios pueblos en lugares estratégicos de la península como Bahía Honda, Pedraza y el Cerro de la Teta.
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Antonio de Arébalo la funda de nuevo entre 1772 y 1776 junto con San José de Bahía Honda, Santa Ana de Sabana del Valle y San Bartolomé de Sinamaica como parte de la pacificación militar que siguió al alzamiento general wayuu de 1769, pero antes de finalizar ese siglo la Villa ya había sido destruida por los indígenas de la península. Pedraza figura en los mapas de Arébalo al costado izquierdo de la antigua vía a Maracaibo probablemente a orillas de la Quebrada de Pedraza llamada actualmente por los wayuu arroyo Ushulu. La progenitora de Padilla se llamaba Josefa López Deluque apellidos presentes hoy en los asentamientos indígenas de la zona.
Ningún arqueólogo ha intentado localizar sobre el terreno los vestigios materiales de esta villa que hacia parte de la jurisdicción de Riohacha, aunque Don Helión Pinedo, historiador guajiro y autor de una reconocida biografía sobre Padilla, la visitó en 1925 encontrando vestigios materiales. Quien esto escribe llegó a ese mismo lugar en el año 2011 guiado por un miembro de la comunidad indígena de esa zona. La Expedición Padilla propició en buena hora el hermanamiento administrativo entre Cartagena y Riohacha, dos ciudades unidas por la literatura, la navegación y la historia. En el año 2023 se cumplirán doscientos años de la Batalla del Lago de Maracaibo. Es hora de estimular el interés común de ambas entidades, sus instituciones académicas y la Armada Nacional por emprender un proyecto de arqueología colonial que permita convertir a la Villa de Pedraza en un sitio de interés cultural e histórico.
La figura de Padilla ha sido silenciada por la historia oficial, pero perdura de manera fragmentaria en la memoria colectiva afrocolombiana e indígena como en aquel olvidado poema del escritor wayuu Glicerio Pana que lamenta su injusta muerte: “Caíste como león herido/ Por la cruel malignidad de tus rivales /Que urdieron contra ti cargos fatales/Para darte un cadalso inmerecido”.
