Cerquita al Cielo: un oasis de mexicanidad en Riohacha

Por María Isabel Cabarcas Aguilar

Días atrás salía de Fiore, una heladería que recoge el legado de una tradicional maestra heladera del centro de Riohacha y donde he probado los más exquisitos helados artesanales de Riohacha. Confieso que al volver de Buenos Aires una de mis tristezas fue dejar atrás la Heladería Vía Maggiore fundada en 1984, de propiedad del migrante italiano don Alfredo Zanetti, ubicada muy cerca del que fuera nuestro hogar en el barrio Recoleta. Desconocía que en mi tierra hallaría este tesoro y cuánto he agradecido que los tengamos a disposición, pero esa es una historia para otra columna. Al encaminarnos con mi hijo Manuel Antonio de Jesús hacia la plaza principal, observé a unos amigos muy queridos a quienes admiro y quiero, pintar un bello y colorido mural, tarea en la que participaba también el talentoso pintor local Ed Ariza Cortés. De esa manera me enteré que muy pronto allí quedaría el que es ahora uno de mis lugares preferidos para comer.

La noche en que fui por primera vez el lugar estaba repleto. La emoción de la clientela se sentía en el ambiente con aroma tradicional, sabor a picor y sonido festivo, como las trompetas del mariachi en la canción cuyo pregón emociona hasta al más distraído de los comensales: Negrita de mis pesares, hojas de papel volando, a todos diles que sí, pero no le digas cuando. Y así estábamos muchos, esperando con ansias golosas que Xail, Sharee y Eca, los hermanos Iguarán Barrios y su muy querida mamá Belinda Xóchitl, nos dieran la magnífica noticia de su apertura, pues fueron varios los meses de espera para probar las delicias de la tradicional comida mexicana que hoy ofrecen en un sitio tan pintoresco como su nombre: Cerquita al Cielo.

Nuestro grupo era grande pues se trataba de un reencuentro de Las Pura Bulla, la querida comunidad de amigas mujeres donde hemos confluido hace 15 años o más. Alrededor de veinte personas entre madres, esposos (quienes se sumaron luego) e hijos, llegamos hasta allí ya que nos habíamos reunido para vernos, caminar y conversar y que nuestros retoños compartieran un agradable rato. Y así, salimos como un batallón desde el Parque Padilla, ícono de la riohacheridad y al volver más tarde al que fue nuestro punto de partida, decidimos llegar a cenar al recién inaugurado restaurante mexicano.

Ubicado en el centro de Riohacha, su hermosa fachada de color fucsia evoca la que ha de ser para muchos, una alegre casita con un bellísimo mural adentro de colores tan vivos y variados como los sabores que ofrece. Su carta es variada y cada plato lleva consigo, las peculiares sensaciones que se generan desde una de las más aclamadas cocinas del mundo, pues es esta una de las razones por las que asiduamente se visita México. Exquisitas tortillas de maíz, cilantro, cebolla, chiles y ajíes se ven, se sienten, se saborean y se disfrutan en sus platos. Cada uno de los miembros de ese gran equipo fundado en el supremo valor de la familia, se encarga de crear con gran dedicación para los comensales, una experiencia integral maravillosa y memorable.

En nuestro caso, además de los exquisitos margaritas, tradicional coctel con tequila, que junto con mi amiga María José Zabaleta degustamos en un brindis cómplice, llegaron los alegres mariachis para hacer aún más festivo y completo nuestro casual encuentro sororo. Entre rancheras coreadas a todo pulmón por los presentes en un amplio salón cuyas mesas estaban todas ocupadas, se percibía también la emoción colectiva por contar con una nueva opción culinaria para locales y turistas, situado además en un estratégico sector de la capital guajira que está llamado a ser cuidado, rescatado, salvaguardado, embellecido y exaltado en todo su inmenso potencial para el aprovechamiento de la demanda local y de los visitantes.

En nuestra abarrotada mesa iniciamos el recorrido culinario con los esquites como entrada para compartir. Esta deliciosa combinación de maíz tierno ligeramente jugoso y picantico con queso blanco es una opción recomendada para preparar el paladar para lo que vendrá luego como plato fuerte. En nuestra mesa abundaron las flautas, tacos y quesadillas con ingredientes frescos, sabor exquisito, generosas porciones y bella presentación. Mi elección fue el taco de chorizo vegano, una sabrosa mezcla a base de proteína de soya sobre frescas, suaves y deliciosas tortillas de maíz que simplemente fue alucinante probar. Para quienes hayan tomado esta decisión alimentaria de vida como yo, o simplemente sientan curiosidad sobre los alimentos vegetarianos, seguro se sentirán felices y satisfechos de probarlos. Quedé con ganas de degustar aquella noche la sopa azteca, consciente que no todo puede suceder en el mismo momento por lo que mientras escribo anhelo tener muy pronto, ese anhelado reencuentro con el sabor de la cocina mexicana tradicional que, como promesa de valor, ofrece el restaurante Cerquita al Cielo.

Belinda Xóchitl, Xail, Sharee y Ecatzin, merecen todos los éxitos y bendiciones en este camino en el que se amplía su inagotable y valiente espíritu emprendedor, ahora en el noble y laborioso sendero restaurantero. Esta apuesta le suma valor a un sector en auge en un departamento como La Guajira, privilegiado naturalmente en todos los sentidos, siendo el turismo un frente de gran potencial para la generación de ingresos y para el reconocimiento de un territorio multicultural y pluriétnico que tiene todo para ser considerado un destino culinario especial y único. Allí, Cerquita al Cielo es crucial, y de todos depende que este gran esfuerzo familiar, sea valorado y aprovechado como todo lo bueno que sucede en nuestra tierra y esta es sin duda, una gran muestra de ello. ¡Felicitaciones!

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