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La bendición del cerro El Carpintero

Ipain. Kilómetro 134.

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La bendición de Ipain está en el cerro El Carpintero, que cumple funciones inimaginables. Por un lado, es comedero de los animales: “el Cerro El Carpintero es el comedero de los animales de la comunidad en época de sequía. Estas tierras son demasiado desérticas, con piedras, cardones, trupillos, no dan frutos”, afirma Zunilda. Por otro lado, y aquí está la magia del lugar, protege a su gente: “En tiempos remotos, cuando mi familia tenía conflictos, venían los enemigos, ¿y dónde se refugiaba la gente? en el cerro. Nadie iba a seguirnos al cerro. El cerro nos protege. Nosotros tenemos una creencia como pueblo wayuu de que eso es protección para nosotros”, cuenta Zunilda.

A través de los sueños, que para la cultura wayuu son de gran importancia, han descubierto lo protegidos que están por El Carpintero: “En medio del conflicto a mi tía se le presentó en sueños una persona allá en la cima del cerro y le dijo que ellos tenían que subir, tanto los hombres  como las mujeres, vestidos de rojo. Ellos subieron y dicen que los espíritus del cerro les siguieron hablando en los sueños y les ayudaron a desviar todo el problema que se les venía encima”, afirma Zunilda.

Y han corroborado algo increíble para esa zona, sin importar la estación del año ni el tiempo que haga, sus animales tienen qué comer si van a los pies del cerro. Y no solo eso, también pueden recibir animales de comunidades vecinas y/o amigas para alimentarlos en tiempos de sequía y escasez y devolverlos cuando los días mejoran. En esta comunidad el sol brilla para todos.

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“En esa montaña no hay nada malo que yo pueda mencionar ya que hasta allá comen los chivos y gracias a eso tomamos mazamorra con leche de chiva. Y se asombran las personas que viven del otro lado por la riqueza inmensa que tiene. Tanto, que los animales no llegan a las casas sino que se quedan durmiendo allá en la montaña. Somos conscientes de la riqueza que genera esta tierra desde que llegaron nuestros ancestros hasta hoy en día. No ha habido una tierra como esta, tan significativa para nosotros, por eso no se lo vamos a dar a ningún extranjero”, afirma Jaime Uriana, autoridad ancestral de Ipain.

En este lugar los miembros mantienen su cultura, lo propio, ¿cómo lo sabemos? Porque aquí se vive de la compra y venta de animales y de las artesanías. Aseguran que ningún miembro trabaja por fuera de sus tierras, ni siquiera en las empresas que tienen influencia en su comunidad, eso los hace mantenerse y poder vivir de lo que producen. Y por ello, alinearon todos los proyectos que trabajaron con Cerrejón, en el marco de la sentencia T-704 de 2016, a actividades e insumos que les permiten avanzar en sus quehaceres. Realizaron ocho proyectos enfocados en soluciones de agua, de generación de ingresos, infraestructura para beneficio de la comunidad y proyectos culturales.

Las 47 familias que conforman Ipain tienen una rutina. María Elena Epieyú, miembro de la comunidad nos cuenta cómo es el día a día para ella: “En la mañana me levanto y preparo café. Luego trabajo con los chivitos ya sea para hacerles curación o para sacarles leche; busco comida para los chivos grandecitos y les doy agua. Muchas veces me pongo a hacer chicha y, mientras que se va cocinando la chicha, voy tejiendo mi mochila. A mediodía preparo el almuerzo, limpio los platos, la cocina, y ya en la tardecita me pongo a recoger los chivos, trabajo con las curaciones igual que en la mañana y ordeño las chivas para preparar mazamorra para mis hijos antes de dormir”.

¿Ubicación? A los pies del cerro El Carpintero, en el kilómetro 134 de la línea férrea, está Ipain, una comunidad que se presenta y es recordada por su estratégica ubicación.

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