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Por Abel Medina Sierra – Investigador cultural.
Si existe una palabra con aristas equívocas en la música es la de “clásico/a”. Incluso, aunque para todos, está supuestamente claro que se trata, por una parte, de una categoría para clasificar un tipo de música que difiere de la popular y la folclórica, de las que se tiene como el desarrollo superior y hasta elitista. Las imprecisiones surgen al no haber claridad si lo de “clásica”, deviene de esa supuesta superioridad de sus códigos, del formato instrumental, de la antigüedad de sus obras más representativas o bien, por haberse erigido como un parámetro a seguir para las demás músicas. Allí entra la polémica tesis según la cual, todo arte popular no es más que una rudimentaria imitación del arte “refinado” y “culto”.
En la historia del arte, lo clásico ha sido lo que se tiene como original, con equilibrio entre belleza y forma y que sirve como modelo para otros creadores, es decir, crean escuela o movimiento. Es por ello que, se toma la cultura grecolatina como clásica en aspectos como la escultura, la arquitectura, el teatro y la literatura.
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Volviendo al caso de la música, la categorización de una obra vallenata como “clásico”, tiene varias determinaciones. Por una parte, el tiempo; es común que cuando se escuche una canción de los 60 hasta los 80, sea valorada como clásico. Para otros, no basta con lo añejo, sino que la calidad es un criterio a tener en cuenta, así que, meten en ese saco canciones de mucha altura musical y lírica. Un tercer aspecto es la popularidad, lo que hace clásica a una canción es que “pegue” en el público, que sea muy reconocida y con muchas ventas.
Agregamos otra, la incidencia. Aquí se tiene en cuenta que la canción sirva de modelo o referente para otras. Por ejemplo, canciones como “Rumores de viejas voces”, “Soy vallenato” o “Ausencia sentimental” sirvieron como siluetas para definir lo que se conoce como “canción festivalera”. También, a partir de “El cantor de Fonseca” se originaron varias similares como “El cantor del Valle”, “El cantor de Villanueva”, “El cantor de Valencia”, “El cantor de Patillal”.
Por otra parte, pertinente la tesis de Álvaro Ibarra Daza que, no es lo mismo un “clásico del vallenato” que un “vallenato clásico”. Entendiendo la primera como aquellas canciones en las que se aplican los criterios anteriores; la segunda sería una canción que es valorada como fiel y genuina representación del género en sus formas tradicionales, es decir, un “típico vallenato”, sin fusiones ni experimentaciones.
Pero, no es menos cierto que, al momento de etiquetar una canción como “clásico”, obran exclusiones y deslegitimaciones. Casi siempre que se habla de clásicos, se refieren al repertorio de intérpretes como Luis Enrique Martínez, Diomedes Díaz, Poncho Zuleta, Jorge Oñate, Silvio Brito, Binomio de oro o Beto Zabaleta. Es decir, no se incluyen todas las zonas del territorio vallenato, ni todos los intérpretes, ni todos los estilos, ni todas las canciones, así lo sean.
Para muchos, etiquetar como “clásico” una canción como “Elvia María” de Juan Jiménez y Emiro Salcedo, o “Cariñito del Cesar” de los hermanos Molina no sería natural, como tampoco canciones como “Te esperaré” de Los diablitos, “No pude quitarte las espinas” de Erick Escobar u “Obsesión” de Las estrellas vallenatas. Hay intérpretes que, aunque se añeje su repertorio, como Los pechichones, Los embajadores o Los muchachos (comenzaron en los 80), no suelen, al menos en esta región del Cesar y La Guajira, ser valorados como “clásicos” en su repertorio.
Una canción como “Ceniza fría” de Los Chiches, ya tiene unos 30 años, surgió en el periodo de oro de la canción lírica, fue todo un éxito, no tiene menos calidad que algunos clásicos, sonó y tuvo éxito no solo en Colombia sino en Venezuela, Ecuador y México, abrió las puertas del vallenato en el sur del Cesar y los santanderes, sirvió de modelo a otras canciones. A pesar de esto, ¿lo incluiría usted en un listado de clásicos del vallenato? No todos lo harían. Se trata de un asunto más de subjetividades y de representaciones que de categorización objetiva.
Lo anterior evidencia que, así como existen representaciones que rechazan algunas formas contemporáneas como espurias al vallenato, así hayan nacido como variantes de las ya tradicionales, también la categoría de “clásico” es veleidosa y excluyente, para unos si, para otros no, así cumplan con los mismos estándares de calidad, tiempo, popularidad y modelación.