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Por Abel Medina Sierra – Investigador cultural.
Borracho destino, diría Rafa Manjarréz, insondable camino con peregrino derrotero de cauce incierto y la inexorable sentencia de finitud que, un infausto 20 de noviembre te sorprende en una triste mañana de invierno, cantor amigo. Tú aún llevabas la estela fría de los “Amaneceres del Valle” a los que sublimaste en tu canto; tú quien, como todo serrano, te adelantabas al día con la madrugada, tú con “Corazón de viento” como interpretabas a Rosendo, cruzando caminos siempre con un nuevo proyecto oscilando entre la utopía y la certeza.
Azarosa manera de truncar sueños que nos deja ese dolor innombrable, a tus hijos trémulos de imposibles, a la dulce Indira una endecha de ave triste, al vallenato una “Honda herida” como la que laceraba a Escalona, a tu Guajira una silente congoja, a la música un desmembramiento pesaroso.
Es que, de ti, nunca esperamos tristezas, trovador campesino, si fuiste pregonero del ethos dionisiaco de la “Parranda, ron y mujer”; si fuiste por tantos caminos regando rosas con canciones, sirviendo la ofrenda festiva de la parranda; mandarín del goce, oriflama del vallenato alegre, bailable y picaresco. Contigo no se va todo, Romualdo, nos dejas un filón inagotable de versos y canciones, motivos de exultantes festejos. Nos dejas memorables hitos como ser el autor de mayor vigencia, el más prolijo, el más variado en su cancionero: desde el lirismo de “Pimpinelas”, lo contestatario de “El indio Guajiro” a la analogía sicalíptica de “La marimonda”.
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Te llevas ese linaje fecundo de la Sierra de los Britos desde donde bajó con tu padre, Pedro Esteban, y se prolongó contigo, esa savia cantora. Te llevas las calendas de los primeros años en Tomarrazón, entre “La socolita” y “El bochinche”, entre el frescor del pozo García y el verdor de la Sierra Nevada y su blanca corona. Congregas en esa sangre destilada en acordeones y guitarras, ese mismo aliento festivo de tu primo Leandro, el “Dios cantor”, de tu tío Adaníes y su retoño El Churo, de tu primo Darío Díaz, del gran Monche Brito, de Silvio Brito, canario de dulce voz, de Ponchito el acordeonero y el mismo Luis Enrique, cuyos ladrillos sostienen el vallenato más tradicional. Te llevas el reconocimiento de los años revoltosos cuando liderabas los paros y marchas en el Liceo Padilla de Riohacha, la bandera de la gesta gremial en Sayco.
Ve tranquilo, poeta cantor, no dejas deuda pendiente. Ofrendaste en vida todo el amor a tus padres, a “Lo mejor del mundo”; a Pedro Esteban ese “Canto a papá”; a Carmen Leticia honraste con “Una rosa en mi jardín” y celebraste “La enseñanza de mis viejos”. Fuiste pródigo en amor, un “querendón” empedernido: tu inventario sentimental con almíbares y acíbares, está cantado y contado desde tu tejido fecundo de versos. A Chave del antaño, la “Esposa mía” que entre “Placer y penas” te mostró haberte ganado “La lotería”; a Indira “La flor del Valle”, la compañera de lides en el hogaño, esa que con hilos de ternura te llevó al sosiego de la madurez, a puerto seguro como lo rotulas en tu autobiografía.
Hoy, viajero de las plenitudes, nos pusiste a cartografiar tu universo creativo, pletórico de satisfacciones, nos apropiamos de tu canto para que se haga inmarcesible. Un acordeón te llora arrugado de dolor, se lamenta el indio por el que alzaste tu voz de denuncia; languidece tu Riohacha por la que lanzaste tu “Proclama”. El vallenato dimensiona tu nombradía, hermano de sueños, labrada con dedicación, creatividad y compromiso con el arte de cantar, componer y emprender nuevos escenarios, pues fuiste el pionero de las “Galas de compositores” para darle el protagonismo a la fuente natural de los cantos.
67 años de periplo vital, 46 de vida artística y una eternidad que apenas inicia y consagra tu obra. Bendito tu canto, amigo; bendito Tomarrazón en cuya cuna se congregaron las esencias más sublimes; bendita tu estirpe que hoy está llamada a perpetuar tu genio. Que Dios te corone con laureles de gloria allá en el alcázar que guarda a los grandes hombres, porque aquí en la tierra, tu ejemplo ya es gloria para el vallenato y la cultura de Colombia. Loores al cantor, descansa en paz Romualdo Luis Brito López.