Por Abel Medina Sierra
De manera algo tardía, me sumo a los múltiples balances que, entre hechos y conjeturas, juicios y cifras, intentan hacer un análisis del primer año de gobierno del primer político de izquierda que llega a ser presidente de los colombianos. Inicialmente, considero ético reconocer desde dónde opino, lo que en ciencias sociales y humanas se llama “lugar de enunciación”. Y lo considero pertinente y necesario porque uno ve a Juan Carlos Flórez en los grandes medios como analista del primer año de Petro, pero lo primero que debe decir es que él ha sido un permanente y sesgado contradictor del actual presidente. En mi caso, reconozco que soy petrista, he votado por él en casi todas sus campañas, pero paradójicamente no me considero de izquierda comunista, ni comulgo con la causa cubana, ni la chavista, mucho menos con Daniel Ortega y Putin; soy un firme opositor a la demencial violencia armada de la guerrilla.
Con respecto a su primer año de gobierno, mi balance tiene claros, grises y oscuros. Hace un año, el país se dividía entre los apocalípticos que auguraban que, a esta altura, tendríamos un gobierno que impondría un modelo comunista, con un presidente dictador y que acabaría con la independencia de poderes, que gobernaría a partir de Constituyentes o estados de excepción, la institucionalidad vuelta añicos, con la guerrilla apoderada del Estado, con censura a la prensa, una despiadada política de expropiación, los empresarios e industriales huyendo con sus empresas a otros países, millones de colombianos migrando (la venezolanización), la hiperinflación, la gente buscando comida en los basureros. Nada de esto pasó. Ni siquiera Marbelle y Mario Hernández se fueron del país.
Por el otro lado, los muy optimistas que preludiaban un cambio tan profundo que terminaría con la pobreza, que llegaría en poco tiempo la paz total, que la corrupción y los escándalos serían cosa del pasado, que se cerraría de una vez la brecha social y la inequidad, que la inseguridad ya no sería preocupación, que el Estado sería capaz de asistir a todos los ciudadanos. Eso tampoco pasó. Como bien lo resume María Teresa Ronderos en su muy objetiva columna: “Un año de Petro: ni revolución, ni desastre”.
Un año después, el país sigue dividido y evidencia de eso son las marchas multitudinarias a favor y en contra de Petro. Es que, cuando se trata de Gustavo Petro, siempre será así: gran parte del país lo odia, así gobierne bien; la otra parte lo defiende hasta en lo malo. Por lo tanto, los balances que se hagan de su gobierno siempre tendrán un tamiz ideologizado y un sesgo intencionado. Aquellos apocalípticos que auguraban el desastre, aunque no pasó nada de lo que pronosticaban, ahora tienen otras razones: los incumplimientos del presidente a algunos eventos, el escándalo del “espantajopo” y pícaro de su hijo Nicolás, la ofensiva guerrillera. Aunque el presidente al final salga bien librado, tendrán nuevos motivos para descalificar su gobierno. Habrá gente con motivos para protestar contra Petro antes, durante y después de su gobierno. Bien recuerdo a una enfurecida manifestante contra Petro, a la cual preguntó un periodista qué no le gustaba de las reformas y si las había leído, a lo que respondió “Nada, es que nada que venga de él es bueno”. Eso refleja el espíritu y la mentalidad de los antipetristas.
La imagen del presidente no se puede medir por lo que dicen las encuestas pagadas por quienes tienen intereses, por lo que publican los medios en un país en el que los más importantes canales y noticieros de televisión, cadenas radiales y periódicos están en manos de personas que quieren sacar a sombrerazos al mandatario de su cargo. Tampoco escuchando arengas de enardecidos sindicalistas, estudiantes y maestros en las calles.
Si hacemos un balance, pese a un trimestre que preocupa por el estancamiento del crecimiento económico, es en este sector donde se muestran los mejores resultados y aflora el color blanco. La inflación y el desempleo decaen, la inversión extranjera directa subió lo que evidencia la confianza inversionista, la moneda colombiana ha sido una de las que más se ha cotizado frente al dólar (aproximadamente un 23%). Muchos esperaban una política económica populista por parte de Petro, por eso sorprende que haya asumido el hueco fiscal que implicaba los subsidios a la gasolina de una manera responsable, a pesar del costo político que eso implica y los efectos drásticos en el costo de vida.
En lo social, mi balance es aceptable y con tendencia a mejorar. Hoy los niños y jóvenes tienen más oportunidades de ingresar a una universidad, a que sus créditos con Icetex sean menos farragosos, habrá más recursos para las universidades y en el Plan de Nacional de desarrollo la política educativa es promisoria. Hoy la política de aportes solidarios beneficia más gente y con un monto mayor, este gobierno ha comprado más tierra para entregar a los campesinos en un año que los Duque en sus cuatro años. Este es un gobierno más inclusivo, la equidad de género, la representación de afros, indígena, de los jóvenes en altos cargos, incluso en los organismos de seguridad son más visibles en este gobierno, así como la lucha frontal contra la corrupción.
La política exterior ha tenido un saldo considerable en comparación con la desastrosa manera como la manejó Duque. Este gobierno ha demostrado que se puede mantener buenas relaciones con el bloque hegemónico de la Unión Europea y Estados Unidos como con países pro eje Rusia/China como Venezuela, Cuba, México y Brasil, entre otros. También demostró que Estados Unidos nos puede seguir teniendo como aliados estratégicos sin estar arrodillados como perrito obediente. Se equivocaron quienes vaticinaron una ruptura con el gobierno Biden que ha apoyado irrestrictamente a Petro. Nuestro presidente hoy en día tiene un liderazgo regional y un discurso ambientalista que lo pone a la vanguardia en el continente y el mundo.
Las reformas del gobierno tienen un color gris. Son necesarias, pese a que hoy surgen tantos apóstoles defensores que nada hay que cambiar porque somos la Suiza de América. La más importante salió a flote: la tributaria. Se necesitan recursos para cumplir con las promesas de campaña. Las otras: represadas en parte, bloqueadas por la alianza entre las élites económicas, sus medios y sus alfiles en los partidos tradicionales. No está exento de culpa el gobierno por dejar perder la coalición de gobierno que mantuvo por varios meses. A esto se suma algunas terquedades y falta de tino en las concertaciones. Si este es un gobierno reformista, si estas no avanzan, será un fracaso para el proyecto político de Gustavo Petro. También ha fallado la movilización social, parte de culpa en el gobierno, pero también por la falta de madurez política de la ciudadanía en Colombia. Si la reforma laboral hubiese sido frenada por el Congreso en países como Francia o España, estarían aún incendiados esos países por el levantamiento obrero. Aquí no. Parece que a la clase obrera les importa más si la Selección Colombia gana un partido o las peleas de Shakira con Piqué que, por primera vez, un gobierno impulse una reforma laboral que favorece más a los trabajadores que a los patrones.
El gran reto de Petro es con la seguridad. Es cierto que si bien, han bajado los homicidios, se ha intensificado la hostilidad de los grupos insurgentes. Y eso está ocurriendo porque se está iniciando un diálogo conducente a un proceso de paz y estos grupos quieren demostrar su potencial violento. Eso preocupa y es caldo de cultivo para los opositores a Petro. Sin embargo, detrás de esta barbarie, hay una esperanza. El gobierno está haciendo lo apropiado: ya inició el cese al fuego con el ELN, si se concreta con al menos dos disidencias, las cifras de tomas, ataques a la fuerza armada, enfrentamientos y ataques a la población civil se van a reducir considerablemente. Hay mucha gente que solo pide “echar plomo”, la misma fórmula que han intentado gobiernos anteriores sin resultados. La inseguridad del país no es de este gobierno, Colombia ha sido un país inseguro antes de Uribe, durante el uribismo (delinquía la guerrilla, los paras y hasta el mismo Estado se volvió delincuente) y lo es durante el gobierno Petro. La paz total solo es un lema, Colombia siempre será un país violento porque es una fábrica de delincuentes y asesinos y eso no lo frenará Petro.
Ahora bien, viendo lo negro ¿Qué no me ha gustado del gobierno de Gustavo Petro? El presidente es tozudo, contumaz y eso lo lleva a veces a malas decisiones. Sigue en la terquedad de trenzar una guerra con Claudia López por el metro de Bogotá. Con esto entraba la obra y pierde una fuerza política aliada. Ahora Claudia López ha encontrado en esa rivalidad su principal catapulta a una futura aspiración presidencial. Comete dos errores que tuvo en su paso por la alcaldía de Bogotá: la inestabilidad de su gabinete y la lentitud en la ejecución presupuestal. También cada día agrega a su equipo de gobierno personas muy buenas para la militancia política, pero con poca experiencia y capacidad en altos cargos. Uno debe aprender de los errores, pero nuestro obstinado presidente parece que soslaya algunos.
Ojalá los recientes anuncios del presidente de Ecopetrol sobre exploración minero energética no sea desmentidas por Petro, porque el presidente se ha empecinado en frenar el sector que más aporta a la economía del país sin tener una alternativa viable a la mano. Muy romántico el discurso de la descarbonización y despetrolización, pero el país si no concede nuevas concesiones en gas, petróleo y mantiene la exportación de carbón es inviable económicamente. Así de claro.
Por otra parte, tampoco estoy de acuerdo con algunas iniciativas que apuntan a una finalidad noble como humanizar las cárceles a un alto costo para la seguridad: liberar delincuentes. Esa política va en contra vía de lo que pide la ciudadanía y envía el mensaje equivocado que le interesa más los derechos de los delincuentes presidiarios que los de los ciudadanos que son sus víctimas. También me parece una ingenuidad pretender que si a un joven con altas posibilidades de delinquir se la da un salario se evita que caiga en el delito.
Hay temas pendientes en este gobierno, urge inversión del Estado en vivienda para reactivar la economía y generar empleo, la cultura ha estado en los últimos lugares de prioridad en este gobierno, prácticamente se ha perdido un año en vacilaciones, interinidades y paralización de un sector que tuvo muchas expectativas depositadas en este gobierno. Por otra parte, aunque la mayoría de las veces las soluciones están en los gobiernos locales y departamentales, se requiere una acción menos pasiva del gobierno frente a los recurrentes bloqueos que no solo paralizan la movilidad sino la economía del país.
Desde mi lugar de enunciación, no puede faltar la mención sobre la actuación del gobierno en La Guajira y nos genera muchas expectativas los efectos que produzcan en el mediano plazo los decretos en el marco de la emergencia económica y social. Ningún presidente después de Gustavo Rojas Pinilla había demostrado tanto empeño en sacar a La Guajira del atraso como su colega Gustavo Petro.
Quedan tres años para que el tren de Petro acelere el ritmo y demuestre que tiene la capacidad política de cambiar muchas cosas en este país. No será ese sueño que tanta gente tiene porque la misma OCDE puntualizó que se requiere varias generaciones para que seamos un país que iguale a los demás de este selecto grupo. Personalmente confío en que aún se puede lograr cambios profundos, no tantos como algunos esperan.