Se fortalece semillero de la escuela de narración oral Huellas del Alaula en Riohacha

Desde la creación de la Escuela libre de narración Huellas del Alaula en el 2006, son muchos los niños y niñas de instituciones educativas oficiales de Riohacha que han sido capacitados a través de talleres de expresión oral y escrita, manejo escénico, expresión corporal, entre otras.

Al frente del proceso de formación están los narradores orales y talleristas Carolina Rueda, Ana Coralia Fernández, Aldo Méndez, Oscar Parra, Diva Díaz, Bienvenida Anaya, con el respaldo unánime de la docente Rosmeri López de la Institución Educativa Chon-Kay, quienes este año hicieron su trabajo de manera virtual.

Esta iniciativa nace como una alternativa de formación cultural para las nuevas generaciones, impulsada por la Corporación Tradición y Cultura, proyecto apoyado por el Ministerio de Cultura y el Programa Nacional de Concertación Cultural.

Nicolás Lubo Matallana, uno de los miembros de la organización afirma que “la escuela más que formar narradores pretende que se conviertan en niños y niñas seguros para enfrentarse a la sociedad y alejarlos de problemas como la drogadicción.

Agrega el narrador que “esto fue algo nuevo para la escuela y el festival en la versión 2020, por la virtualidad nos tocó volcarnos y encontrar situaciones, sortearlas mezclarlas, combinarla con la parte presencial. Conocer a los niños a sus padres e interactuar. Los resultados fueron muy positivos, encantadora la presentación de la noche del 4 de septiembre, pese a las restricciones y limitaciones propias de esta realidad”.

Advierte que este año los niños son más pequeños y con ellos se pretende guiarlos durante tres o cuatro años para conseguir mayor impacto y un proceso contundente.

Oliver Peña Rivera, alumno de la escuela, oriundo de Venezuela dijo que “fue su primera vez narrando y ha sido una experiencia maravillosa”.

Asimismo, Rosmeri López, docente de la Institución educativa Chon-Kay, aseguró que “hablar de Akuentajui y de la escuela es evocar experiencias, cuentos y narraciones que cada año los niños disfrutan y se ha visto reflejado en las habilidades comunicativas que ellos desarrollan. Este año se inició con un semillero que se aspira llevar hasta quinto grado para que los resultados sean más notorios para que cuando entren al bachillerato sean niños más sueltos, hablen y se desempeñen mejor en público”.

Para Ana Coralia Fernández, docente y tallerista de la escuela, la verdadera escuela este año fue desde la casa, «se tuvieron que rediseñar los contenidos, acondicionar los espacios para poderlos desarrollar y especialmente por empatía imaginarse, como se iba a hacer un taller que en vivo le permite a uno   resolver cualquier eventualidad con los niños, cambiar el curso, pero en lo versión virtual no”.  Fue un reto muy importante y aplicable para los procesos locales en Costa Rica.

Con relación a lo presencial cree que fue muy interesante soñarse   a esas audiencias para poder transmitir energía en cada sesión” porque para producir una hora de taller virtual hay que trabajar cinco o seis horas previas en el montaje y afinar el material. Creo que podría ser un lindo experimento que Akuentajui no se restringiera al mes del festival, sino que aprovechará esta situación para presentar talleres a lo largo del año para niños y jóvenes, de esta manera se tendría mayor presencia, más ventana y llegaría a otros públicos no focalizados en Riohacha y serviría de proyección internacionalmente. Ha sido un esfuerzo pionero e innovador”.

Por su parte, Aldo Méndez, narrador oral cubano y tallerista añade que desde la organización y desde la escuela ha sido un gran esfuerzo hacer este festival y lograrlo ha sido de titanes, «esto demuestra el papel importante de la familia en el desarrollo de los procesos de la escuela. El aporte y rol de la docente Rosmeri López más allá de su compromiso como institución educativa, por su entrega y dedicación con los niños. Y finalmente la necesidad y el hambre que hay de este tipo de actividades en Riohacha. Es necesario potenciar la escuela “.

Agrega el maestro que el impacto que pretende la escuela más allá de la formación de narradores sería mucho más sólido, fuerte y eficaz ampliando el trabajo de la escuela e incluso abriendo un área de formación para los maestros y padres para que sirvan de mediadores al momento de abordar los procesos.

Para Carolina Rueda, narradora oral colombiana y tallerista añade que también le resultó muy interesante, sentarse a imaginar   que transmitir, seleccionando y buscando materiales atractivos para los niños. Por otro lado “esto ha sido un aprendizaje interno donde termina uno enseñando a sí mismo. Y lo otro fue el apoyo con la maestra Diva Díaz que le tocó ser receptora de todos los maestros y traductora para lograr el objetivo. «era una capacidad de improvisación in situ “. Fue muy divertido preparar cinco horas virtuales para niños, una aventura virtual de descubrimiento para nosotros mismos”.

Por otro lado, Diva Díaz, narradora oral colombiana y tallerista aseguró que fue un desafío maravilloso con el apoyo de los padres y los niños. La familia fue primordial “pude ver en vivo y en directo la alegría y disposición de todos, pese a las carencias materiales”. Sería bueno que se articule con los padres y nos acomodemos a sus condiciones sociales.

De manera unánime los hombres y mujeres de la palabra reiteraron su disposición y voluntad para seguir dos proyectos culturales que tienen arraigo y sentido de pertenencia en la comunidad, el festival internacional de cuenteros Akuentajui y la escuela libre de narración Huellas del Alaula.

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