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Por Ethel Carolina Cerchiaro Figueroa.
Es mi propósito en estas líneas, pedir con voz fuerte y con fundamento en lo que somos y merecemos, respeto para La Guajira, mi departamento amado. Sí. Que nos respeten. Dejar claro qué si bien a lo largo de nuestra vida administrativa hemos tenido yerros muchos, gestión y gerencia deficientes, no haber trabajado algunos dirigentes con el denuedo y sindéresis como debieran, considero que somos y seremos, por encima de particulares intereses, capaces de impulsar y conducir por los cauces mejores a esta grandiosa península en procesos de cambio y transformación, si nos proponemos de consuno itinerarios, derroteros, metas, objetivos y propósitos válidos y ciertos, así como ver desde la reflexión, la participación democrática activa, la crítica constructiva y la acción, hacer de esta tierra sagrada el espacio geográfico que debe y tiene que ser, en ruta definida y definitiva de progreso, productividad, competitividad, desarrollo social y humano, crecimiento económico e integral prosperidad.
Es pensar y tener la esperanza de persuadirnos, en la verdad que sí podemos, que es necesario aceptar cambios y transformarnos para bien, recuperarnos, reponer el tiempo perdido, avanzar con prisa y sin pausa, tener la intención indeclinable de respaldarnos, caminar juntos, complacernos en vanguardias, sabernos preparados para mantenernos vigilantes en, por y para adentrarnos cada día y cada vez más en todo cuanto responda a mejorar de manera sustancial, permanente y continua en beneficio de todos, sin excepción ni exclusiones de naturaleza alguna.
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En todo lo cual, importante y urgente sobremanera, contribuir todos en lograr la estabilidad que queremos, clamamos y necesitamos, para salir así fortalecidos y continuar renovados de todo cuanto amenace atraso, estancamiento y crisis; en lo que interesa y se impone proyectarnos de la mano de la planeación estratégica, la prospectiva y la estrategia, en la procura de alcanzar éxitos sin precedentes, integrarnos en mejor forma y adaptarnos en consonancia con los tiempos.
No más permitir, como en meses recientes, la imposición de mandatarios, como fue un gobernador en encargo, cuyo nombre mejor evitar, quien además de resultar un petardo, nos vapuleó e irrespeto hasta la saciedad. No más. De ahí que tarea obligada de todos sea defender a ultranza y con sentido de pertenencia a nuestro departamento. No es posible seguir soportando inermes, que cualquiera llegue a despotricar de nosotros y los nuestros sin saber y sin fundamentos, como acaba de acontecer con una periodista respecto de nuestro rector de la Universidad, doctor Carlos Arturo Robles, un gran rector, proactivo, actualizado, buenas ideas, grandes iniciativas y probo manejo, de quien refirió inexactitudes, que nada tienen que ver con la verdad, y de paso valiéndose de lo cual para ofendernos en nuestra ya maltratada y por ende maltrecha dignidad.
Es Carlos Arturo Robles, como a todos consta, persona que defiende a los más necesitados, gestor de buenos proyectos, responsable del crecimiento cualitativo y cuantitativo de la universidad, integrar nuevas facultades y otras en proceso; razón para no permitir que cualquiera trate de empañar una labor importante, ni que lo exhiba como un mal ejemplo, cuando es y ha sido alguien que se ha atrevido como pocos a salir en defensa de los intereses superiores de la comunidad, la universidad y el departamento.
Pareciera que estuviésemos condenados por todos a hacernos más difícil nuestro resurgir y como si el objetivo fuera venir a acabar con los pocos y buenos líderes que tenemos; pero nunca, a ayudarnos en el propósito de buscar consolidaciones mejores en cuanto a salir avante en todo sentido. Actuar en consecuencia es la condigna consigna.