Por: María Isabel Cabarcas Aguilar*.
A cualquier riohachero raizal o por adopción se le podría preguntar: ¿Cuál es la festividad religiosa local más representativa? Y la respuesta inmediata, espontánea e inequívoca sería: Las fiestas patronales en honor a la Virgen de los Remedios el dos de febrero.
Según los antiguos relatos de la tradición oral, esta fiesta tiene su origen y esencia en la gratitud. Es la manifestación sincera, abnegada y honesta de un pueblo salvado del bravío mar, en el año de 1663 cuando los feligreses, sumidos por el temor debido a la fuerte tormenta que azotaba a Riohacha, e impotentes ante el acercamiento amenazante del mar de leva que ya anegaba varias de las calles de aquella tradicional urbe caribeña, le pidieron al Párroco sacar a la Virgen de los Remedios en procesión. Cuenta la historia que al iniciar el recorrido, se fueron calmando las aguas y la tormenta, y que ante la caída de la corona que portaba aquella antigua imagen, cesó definitivamente el peligro para Riohacha y sus habitantes. Desde entonces, cada 14 de mayo, se celebra en su honor, el milagro concedido a todo un pueblo.
Así, cada dos de febrero, llegan de todas partes propios y extraños a venerar a la Virgen. Vestidos con sus mejores y más elegantes galas, hombres y mujeres participan de la celebración religiosa, que en la mañana consta de dos Eucaristías, una muy temprano después de la cual se inicia la entrega de los cirios bendecidos, por parte del señor Obispo de la Diócesis de Riohacha desde el Altar Mayor de la Catedral Nuestra Señora de los Remedios. En orden, con respeto y gran humildad, sin distingo de clases, raza, ideología política o condición social, los varones obedecen las reglas previamente establecidas por las autoridades eclesiásticas, pero principalmente por las normas de conducta que les dicta su propia devoción. No en vano se ha escuchado afirmar con vehemencia, que en este día más que en cualquier otro, el comportamiento de la comunidad es intachable, de total sumisión al amor maternal de la Virgen. Sin duda, una de las más hermosas manifestaciones de fervor, es la masiva participación de hombres, mujeres y niños en la procesión. Esta inicia una vez finaliza la entrega de los cirios y recorre al son de la música de banda, la Plaza Almirante Padilla. El hermoso espectáculo colmado de reverencia ceremonial, lo protagonizan los hombres anhelando llevar la imagen de la Vieja Mello sobre sus hombros en señal de respeto, agradecimiento y veneración, la cuál seguramente les fue inculcada desde muy pequeños en sus hogares.
El antropólogo, conferencista y escritor wayuú Weildler Guerra Curvelo, sobre los orígenes de la devoción expresó en una de sus columnas: “La veneración a la Virgen de los Remedios en el territorio guajiro se inició hace 480 años en el emplazamiento inicial de esta ciudad en el Cabo de la Vela hacia 1538. Esta devoción no fue producto del azar, ni del intercambio fortuito de imágenes religiosas como se suele afirmar, sino que surgió de la voluntad expresa de su primeros habitantes de encomendarse a la Virgen de los Remedios o de las medicinas para poder enfrentar el clima insalubre de la península, los ataques ya de corsarios o de indios bravos y para enfrentar los peligros del mar. Esta virgen de la salud fue designada como la “gran intercesora” ante Dios para poder establecer bajo su amparo un asentamiento castellano perdurable en la península.” Inclusive los primeros conquistadores del “Nuevo Mundo” como Juan Rodríguez de Villafuerte, cercano a Hernán Cortez, se encomendaron a Ella en sus batallas, trayendo a América las primeras imágenes, algunas transferidas como reliquias familiares de historias de protección, consuelo y remedio, lo que les aseguraba su bendición y el éxito en sus proezas en estos lejanos e inhóspitos territorios.
Son innumerables, las acciones de gratitud hacia la Virgen de los Remedios. Los creyentes le atribuyen con certeza, la protección permanente de la Península de La Guajira ante las diversas amenazas de los fenómenos climáticos que anualmente generan alerta entre sus pobladores, hasta curaciones, favores, restauración de hogares y peticiones concedidas a nivel individual y familiar gracias a su noble intercesión. Respecto de este socorro constante, se hallan datos históricos ante situaciones de inminentes ataques de corsarios como los narrados por el alférez Nicolás de la Rosa, y que datan de 1663. El investigador Guerra Curvelo, quien también es un fiel devoto de la Virgen, también resalta al respecto: “Ella fue la imagen protectora a la que se encomendaban en sus riesgosas travesías, figuras arquetípicas del valor individual guajiro como José Prudencio Padilla, José Ceferino Rosado y José Prudencio Aguilar; estos hombres bravíos solo se inclinaban ante su imagen, no ante ningún poder temporal.”
En diversas crónicas, personalidades como Fray Alonso de Zamora, describen el fervor de los habitantes de las nuevas colonias, evidenciando que: “Ante la amenaza de algún peligro, la imagen tallada de la Virgen daba en su nicho la espalda al pueblo y la cara al monte para señalar con su acción la dirección en que habían de huis sus vecinos para salvar sus vías y sus haciendas.”La devoción a la Virgen de los Remedios ha sido inmortalizada en la obra literaria del nobel Gabriel García Márquez quien como buen descendiente de Riohacheros no escatimó al hacerla parte fundamental de la vida de los personajes de sus historias, bautizando además con su nombre a íconos como Remedios “La Bella”, quien en Cien Años de Soledad subió a los cielos.
Cada año, la tradición se fortalece y se renueva, pues existe un relevo generacional que asegura, que niños y jóvenes no solo participen de las fiestas patronales, si no que también, se consagren al amparo maternal de la Virgen de los Remedios. De ello son responsables padres, madres y abuelos, quienes con disciplina y ternura le enseñan a sus hijos y nietos, que parte esencial de ser Riohachero, es ser devoto de la Virgen de los Remedios.
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