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La culpa de los pobres

Por Weildler Guerra Curvelo.*

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Recuerdo con nitidez la primera vez que vi en mi infancia los pueblos aledaños a la Ciénaga hace medio siglo. Viajaba con mi padre rumbo a Barranquilla cuando pudimos ver las viviendas sobre un suelo anegado y salitroso, las personas y animales que deambulaban cerca de ellas, las basuras y las paredes improvisadas con madera, latas y cartón. Existen muchos lugares como Tasajera en las regiones apartadas de Colombia, pero pocas son tan visibles como esta población que no se encuentran precisamente en el traspatio de la república sino en un corredor del litoral percibido como la fachada turística del país.

La devastadora tragedia que hoy afecta a ese corregimiento los ha vuelto visibles más allá de los bloqueos de la vía principal a los que recurren sus pobladores casi diariamente para reclamar mejores servicios que, al parecer, jamás encuentran una definitiva solución. La muerte de una veintena de personas, en su mayoría jóvenes relacionados por el parentesco y la vecindad, es un golpe devastador a esta pequeña comunidad costera. Muchos comentarios en las redes sociales han sido de una crueldad inimaginable con las víctimas. El intentar aprovecharse de un vehículo cisterna cargado de combustible que se había accidentado a un costado de la vía es visto como una grave acción delictiva que encuentra en la explosión un castigo proporcional a su imprudente actuación.

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Este tipo de juicios parte de la idea tácita de que la pobreza por sí misma es una amenaza inherente a las normativas del orden social. Si bien es cierto que los pobres poseen capacidad de agencia debemos considerar que el abanico de sus decisiones tiene una menor amplitud respecto de aquellos que disponen de mayor nivel educativo e ingresos. Con frecuencia, como sucedió en este doloroso caso, sus decisiones pueden conllevar un alto riesgo para sus vidas y su libertad. La pobreza suele ser vista por algunos como una responsabilidad individual y un indicador de fracaso moral.

Desde una perspectiva histórica podemos observar que otros más poderosos han tomado decisiones erróneas que afectaron para siempre las vidas de los habitantes de esta comarca acuática. Hace décadas el trazado de la Troncal del Caribe, aunque muy importante para la comunicación regional, causó devastadores impactos en los ecosistemas de la Ciénaga afectando a los pescadores que vivían de los recursos naturales que allí se encontraban. También desde oscuros centros de decisión se dio la orden que culminó en la matanza de habitantes del pueblo palafítico de Nueva Venecia. Estos hechos ocasionaron desplazamiento y dispersión e influyeron en que la mayoría de sus pobladores adoptaran a la carretera como su principal y casi exclusivo proveedor económico.

Antropólogos como Marshall Sahlins afirman que la pobreza es el resultado de una relación social, no una condición absoluta. La pobreza puede ser la consecuencia de las relaciones entre las personas y del dominio que algunas ejerces sobre otras.  Antes de culpar solo a las víctimas recordemos que las condiciones de marginalidad pueden ser socialmente construidas tanto por aquellos que son catalogados como marginales como por esos otros que tienen la capacidad de imponer esa marginalidad.

*Las opiniones expresadas en este espacio son responsabilidad de sus creadores y no reflejan la posición editorial de revistaentornos.com

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