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Por Ethel Carolina Cerchiaro Figueroa.*
En estos momentos de crisis sanitaria, económica y social, como consecuencia de la Covid-19, ese enemigo invisible, mortal e inconsciente de fronteras, estratos y estatus, que es ajena y afecta a muchas de las cosas que apreciamos, tiene sitiado a la comunidad de naciones, nos ha desnudado, hecho ver cuán frágiles somos e indicado que todas las personas de este mundo somos iguales, razón por lo que a uno suceda impacta en todos nosotros. El mundo en que vivimos necesita desesperadamente la intervención de Dios y una solución integral que abarque a toda la creación. Necesitamos fe, esperanza, caridad, misericordia, paz. Hacer examen de conciencia. Volver los ojos hacia Dios. Aferrarnos convencidos a su magnificencia. Amarnos más. Ser más solidarios Y mejores personas cada día. Entender que el camino mejor y más seguro hacia el amor, la felicidad y la vida abundante, es Dios.
Poner nuestra seguridad, bienes y alianzas en Dios. Volver a Él para recibir perdón, curación, restauración. Entender que los caminos de Dios son correctos y su sabiduría trae fuerza y bendición a los que le obedecemos. Comprender que a pesar de los sufrimientos y las dificultades, debemos siempre correr hacia Él. Dios es amor y solo nos pide que lo amemos como Él nos ama. Es amor por nosotros, es lo primero y debe reflejarse firmemente en el prójimo. Recordemos que la fe en Dios y la esperanza en sus promesas nos fortalecen en el servicio hacia los demás.
Dios nunca nos abandona, va con nosotros, incluso en este tiempo de pruebas y dificultades, siendo importante en estos momentos reflexionar en su bondad, sembrar en nuestros corazones la esperanza en Cristo. Es hora de intensificar nuestras oraciones y sacrificios por amor a Dios y al prójimo. Él no nos defraudará. Descubriremos su gracia y nos daremos cuenta de la profundidad y la belleza de su amor por nosotros.
Crecer en la fe no solo debe ser en tiempos tranquilos y pacíficos. Crezcamos a semejanza suya y amémonos de manera extraordinaria, a ello estamos siendo llamados en estos días como seguidores de Cristo y miembros de una comunidad, para mantener nuestra salud espiritual en medio de esta crisis. Es amar y perseverar en la oración para nutrir nuestra fe y mantener la esperanza. Dediquemos un tiempo a la oración personal. Abramos nuestro corazón en oración y súplica. Oremos solidariamente por nuestros hermanos enfermos en todo el mundo, los que viven con miedo y ansiedad, los que están aislados, los que sufren y quienes se han ido a su encuentro. Por los trabajadores de la salud, por nuestros dirigentes y gobernantes, los más pobres, necesitados y vulnerables. Confiemos nuestras necesidades al Señor en una oración sincera y de corazón. Crezcamos nuestra confianza en su providencia.