Por: Cesar Arismendi Morales*
En pleno desarrollo de la globalidad, de manera abrupta nos encontramos inmersos en la pandemia del Coronavirus o COVID – 19, la cual nos remite a pensar en lo vulnerable que somos como individuos y como sociedad, coyuntura que va identificando nuevos comportamientos, en donde las relaciones entre las personas no se van a determinar por el contexto, sino por lo que está escondido en el cuerpo humano y que incluye la biología celular.
En esta fase de la crisis y como medida de mitigación, la sociedad avanza bajo la tiranía del sustantivo cuarentena, que en latín es “quadraginta” o cuatro veces diez y que en italiano se expresa “quaranta giorni”, para significar cuarenta días.
La cuarentena remite a pensar en situaciones de impureza, enfermedad, plaga, lejanía, aislamiento obligatorio, puerperio, penalidad y confinamiento. Sobre el origen y el uso de este instrumento de salud pública, se mantienen dos líneas de reflexión que aún están vigentes, las cuales se centran en que si es de origen bíblico o si se ha configurado desde la terapéutica médico – preventiva. Igualmente, determinar si la cuarentena se define desde siete días como se consigna en las Santas Escrituras o cuarenta como ya es tradicional en las prescripciones médicas.
En medio de estas posturas de la ciencia médica y la tradición bíblica la música surge como mediadora de dicha división, ajustándose de manera pragmática sin mayores consideraciones a través del vector generador de la cuarentena, es decir, la enfermedad o el virus, sin importar los días. La música, tiene la capacidad de conciliar esas dos concepciones. Ella tiende los puentes entre las ordoxia cristiana y la ciencia, fusionada a través de versos y los ritmos.
La cuarentena: dos visiones y un solo comportamiento
En la tradición judeocristiana, el antiguo y el nuevo testamento destacan en diferentes espacios la cuarentena como una situación especial que determina el comportamiento individual y colectivo. Los libros Levítico, Números. Deuteronomio, Reyes y Lucas la tratan ligada a la prevención de enfermedades, a la impureza de la mujer después del parto y al destierro de los infectados cuando se trata de leprosos. Durante la cuarentena se adoptaba un drástico protocolo de prevención, centrado en la distancia, confinamiento y el aseo personal, pero no por cuarenta sino por siete días.
En Levítico 14:8 se afirma “Luego el que ha de ser purificado lavará su ropa, se rasurará todo el cabello, se bañará en agua y quedará limpio. Después podrá entrar al campamento, pero por siete días permanecerá fuera de su tienda”. Esos siete días se reiteran en Levítico 13:4, Levítico 13:31, Levítico 15:19, Números 12:14-16 y Números 31:19.
Desde la perspectiva de la sanidad, la cuarentena se asume como un periodo fijo de aislamiento necesario que debe cumplir una persona o animal infectado o con una enfermedad de comportamiento generalmente desconocido para evitar su propagación. Confinamiento que corresponde a cuarenta días y que se impone con base en la tradición popular y no siempre sobre evidencias médicas para mitigar y controlar la enfermedad o plaga.
Si bien en los libros de las Santas Escrituras la cuarentena se practica durante siete días, el concepto se usa de manera excepcional cuando se aborda el comportamiento de María después del nacimiento de Jesús, al aceptar la realización de una cuarentena “impura”, la cual se fija en cuarentena día y que finalizó el 2 febrero, fecha en que la iglesia recuerda la presentación de Jesús ante el templo de Jerusalén, coincidente con la celebración de la Virgen de la Candelaria.
Música, peste y cuarentena van de la mano
En épocas de pestes o enfermedades no conocidas se ha tenido que acudir a la cuarentena. La historia así lo evidencia. Ello pasó antes y después de Cristo, en donde la humanidad se vio amenazada por la Lepra, la Peste Antonina (165-180), la Plaga de Justiniano (541-542), la Viruela Japonesa (735–737), la Peste Negra (1.347-1.351), la Viruela (1.520), la Pestes Bubónica del Siglo XVII, la Peste Rusa (1.700), la Peste de Yunnan, China (1.855), la Fiebre Amarilla (fines de 1.800), la Gripe Española (1.918-1.919), la Gripe Rusa (1.889-1.890), la Gripe Asiática (1.957-1.958), la Gripe de Hong Kong (1.968-1.970), VIH/sida (1.981-actualidad), SARS (2.002-2.003), la Gripe Porcina (2.009-2.010), MERS (2.012-actualidad), el Ébola (2.014-2.016) y el actual Coronavirus – COVID 19.
Las cuarentenas, los efectos del virus y enfermedades en diferentes partes del mundo han sido inspiradoras de artistas y compositores que popularizaron esos momentos históricos de la humanidad a través de canciones en diferentes géneros. Es decir, que la música ha servido para documentar la evolución de la humanidad, visibilizando cambios sociales en sus peores momentos.
El compositor y músico como cronistas
El Caribe no es la excepción. La música popular ha servido para describir situaciones generalmente adversas y que muchas veces son expuestas a través de narraciones con abundante picardía. El compositor se convierte en un cronista
Es así como la música da lugar a una terapia colectiva y se populariza, ya que en su creador prima hacer llevaderos los malos momentos y recordar que muy a pesar de las adversidades no todo es tragedia e invita a pensar en la esperanza y en la resiliencia, a partir de concebir al hombre Caribe como un ser que participa de determinantes contextos culturales.
La cuarentena y los virus en la música
La Cuarentena
En la melodía “El Son de la Cuarentena” interpretado por el Son del Caney & Yoriel Carmona, se puede ver al cantante como cronista. Desde la Gran Canaria – Canarias – España y en medio del impacto del Coronavirus sus integrantes reafirman la cubanidad a través del son, explicando la importancia de quedarse en casa como estrategia preventiva contra el contagio.
El Ébola
Este virus ha sido registrado musicalmente en su fase conclusiva, en especial por músicos y compositores de Sierra Leona, quienes recrean el acto de decir adiós, que casi siempre es triste, pero en este caso sienten y muestran una inmensa alegría. Bye bye ébola es una expresión de felicidad cuando se supera una tragedia.
Ellos se encargaron de decirle adiós al virus en su territorio, el cual se originó en la carne de monos infectados de la especie Colobus roja y que mutó a los humanos, afectando a los habitantes de Sudán y la República Democrática del Congo. En África Occidental fue de gran impacto desde que se descubrió el virus en 1976.
El VIH/Sida
El VIH/Sida ha sido registrado en la música del Caribe, destacándose la interpretada por Willie Colón, “El Gran Varon”, cuyo compositor es el panameño Omar Alfanno, quien en 1986 narra la historia de Simón que convertido en LGTBI y rechazado por sus padres, muere en un hospital infectado de SIDA a la edad de 30 años. Posteriormente, fue llevada al cine mexicano como “Simón, El gran varón” dirigida por Miguel Barreda Delgado.
La Asiática
Las gripes que provienen del oriente fueron expuestas melódicamente por la Orquesta Sublime, en la Asiática cuyo autor es Obdulio Morales y T. Valero con la flauta de Melquiades Fundadora. Allí se afirma “Las cosas que están pasando no son de casualidad/ La gripe que está acabando con toda la humanidad/ La Asiática le dicen a la grípe, la Asiatica…”
“Y yo que soy precavido, pues dejo de trabajar porque si me coge la gripe, cómo me voy a arreglar”.
Esta es una canción que relaciona las consecuencias de la gripe asiática en 1957, una influenza que se expandió en Cuba un año después de ser fundada la Orquesta Sublime. Diez años más tarde, el virus reapareció como la Gripe de Hong Kong.
El Sarampión
En el Caribe colombiano Juan Álvarez y la Orquesta Barbacoa de Cartagena popularizaron “El Sarampión”, cantada por Arnold Medrano durante los años ochenta. Es un Cumbión que vuelve benigno el estar contagiado, invocando las celebraciones colectivas ya que de acuerdo a su autor “…esto se quita tomando buen ron…”
El Chikunguña
“.. si te pica, no te rasques, no te rasques con las uñas/ si tienes sudor y fiebre, puede ser el chikunguña”, es la contribución interpretativa de Lisandro Meza para advertir con picardía los efectos del virus que se transmite al hombre por la picadura de los mosquitos Aedes aegypti y Aedes albopictus. En la canción se determinan los síntomas y la prescripción médica “..y te quite ese dolor con acetaminofén/ …métase donde se meta tú te puedes contagiar”.
El Dengue
El Binomio de Oro con la voz de Rafael Orozco nos revela la relación entre enfermedad, el deseo y el amor. Él nos acerca la posibilidad que tiene una patología de erosionar hasta los sentimientos. “Ahora dice que no me quiere/ también dice que me olvidó/ la culpa es del maldito dengue/ que llegó y me la trastornó”.
Pero también existe otro contexto en donde el virus del dengue toma la forma del deseo: “Lo que tengo yo dentro de mi ser/ es el dengue de tu amor/ y presiento yo perder tu querer/ por el dengue de tu amor/ mi sangre ahora está, está envenenada/ por el dengue de tu amor/ mi vida perdió la tranquilidad/ por el dengue de tu amor”.
Con todo esto queda en evidencia la capacidad de la música y los músicos de recurrir a lo que es común y al contexto durante el proceso de creación. Ello no es ajeno a los hechos que generan cambios sociales sin revoluciones ni guerra.
La música puede recrear el entorno social en diferentes épocas que trazan la ruta de la vida de los pueblos y con ello lograr comprender las transformaciones que se producen por cuenta de las patologías de afectación masiva, situación en la que nos encontramos y que es necesario hacerla más llevadera con la música de cuarentena de virus escondidos entre los versos y ritmos.
*Las opiniones expresadas en este espacio son responsabilidad de sus creadores y no reflejan la posición editorial de revistaentornos.com