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El hiperandrogenismo y el deporte se han convertido en el dilema de moda

Por Abel Medina Sierra

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Inicio con un mea culpa, pues fui uno de los millones de “indignados” quienes, le caímos como hostil jauría a la boxeadora argelina Imane Khelif cuando su contendora, la italiana Ángela Carini, entre lágrimas, tiró la toalla a los 46 segundos en un combate de los juegos olímpicos de París. La italiana, se quejaba de la rudeza inusual de su contrincante, la que hacía justicia a su apariencia varonil.  A pesar que entrena con hombres, incluyendo a su hermano, Carini sintió que estaba en desigualdad frente a Khelif y podía estar siendo perjudicada por normas que les permiten a machos medirse a hembras en justas deportivas. Eso fue lo que el mundo creyó: que estaba boxeando con un macho homosexual.

La reacción mundial fue despiadada contra la argelina y contra la organización de los juegos. Pedían que Imane se enfrentara a otros varones, muchos se quejaron que el progresismo y las ideas liberales están “puteando” el deporte con reglas absurdas que van contra la naturaleza, otros lo tomaron por el lado religioso: “eso pasa por poner por encima la ley humana sobre la ley de Dios”; hasta se publicó un mensaje de Mike Tyson retando a Imane a una pelea de “macho a macho”.   Yo me sumé a la lista de indignados que atacaron a Khelif y hoy, teniendo más elementos de juicio, me retracto.

Ante el escándalo y la petición masiva que pedía que las hembras solo compitieran con hembras, el COI que organiza los juegos olímpicos con un escueto comunicado solo expresó que no le van a cerrar las puertas a nadie para competir, pero no hizo todas las claridades que frenaran la tormenta mediática. Otras fuentes periodísticas han ido más al fondo y la verdad ha salido a flote como un salvavidas, no solo para Imane Khelif sino para la también boxeadora taiwanesa Yu Ting Lin que comparte con ella la misma condición:  son las dos atletas hiperandróginas en estos Juegos.

Las personas con esta condición biológica, también son llamadas cisgénero e intersex. En el caso de Imane Khelif, ya está comprobado por certificación médica que nació con genitales femeninos. Es decir, la boxeadora no solo es hembra, sino que es mujer. Cualquiera diría que es una redundancia, pero no lo es. Desde el punto de vista psicológico y antropológico, hembra-macho son categorías biológicas (invariable), mientras mujer-hombre son culturales (variable). Una hembra puede reconocerse tanto como hombre (una lesbiana “machorra”), también como mujer que es el caso de la argelina.  En palabras sencillas, una intersex o hiperandrógina es una hembra que en su crecimiento va a tener facciones y cuerpo de macho.  

Todas las hembras nacen con algunas hormonas masculinas en escasa proporción. Pero, casos excepcionales como el de Khelif y Ting Lin, en ellas se ha desarrollado elevados niveles de testosterona.  La Federación Deportiva Internacional de Atletismo (IAAF), partiendo de un estudio, determinó que la testosterona sí genera ventajas deportivas. De allí que, a pesar de haber participado en Tokio, el año pasado fueron descalificadas del Mundial por no superar la llamada pruebas de elegibilidad de género, basada en el nivel de testosterona según la Federación Internacional de Boxeo (FIB). Es decir, unas reglas tienen el Comité Olímpico y otras la FIB.  Ya años antes, la atleta sudafricana Caster Semenya con dos títulos olímpicos, tuvo que apelar al Tribunal Europeo de Derechos Humanos al impedirse competir.

Ahora bien, en qué consiste el hiperandrogenismo.   Se trata de un trastorno del sistema endocrino con varias causas, algunas asociadas al síndrome de ovario poliquístico o la hiperplasia suprarrenal congénita. Entre los síntomas con los que, seguramente han tenido que lidiar estas dos deportistas están: la presencia de vellos en la cara, el pecho y la espalda, el acné severo, es posible que en algún momento se vuelvan calvas como cualquier hombre.  Se suma la amenorrea o ausencia de menstruación, están condenada a la infertilidad y a la pérdida de la líbido. Lo que puede darle cierta ventaja al practicar algún deporte, es que desarrollan un considerable   aumento en la masa muscular y una disminución en la grasa corporal, incluso, algunos artículos científicos hablan de un aumento en la agresividad.

Todo lo anterior justifica que estas deportistas, que son hembras y con identidad de mujer, compitan con sus similares. Ahora el dilema está entre si esto es ventaja o no. Para la italiana Carini, lo fue, para otras 9 boxeadoras que le han ganado a Khelif, no lo ha sido. El reto es para las organizaciones deportivas y se presenta en cuatro líneas de decisión. La primera, prohibir que las personas hiperandróginas compitan. Esto acarrea discriminación, estigmatización y haría que la clasificación a unos juegos o torneo se dirima más en los tribunales que en un escenario deportivo. Nadie se puede excluir del deporte por un desnivel hormonal que es algo biológico.

Otra opción sería crear categorías para deportistas intersexuales. Pero, resulta que solo el 3% de las mujeres tiene este trastorno y eso hace que escasísimas atletas logren clasificar a un torneo mundial o juegos olímpicos. Viena la otra opción, condicionar su participación a la aceptación de un tratamiento para reducir el nivel de andrógenos. Existen varios tratamientos con anticonceptivos y los antiandrógenos. Ahora bien, si las autoridades deportivas han tratado de evitar con severidad y normas cada vez más estrictas que los deportistas usen fármacos para modificar su condición física, ¿No sería una contradicción con el espíritu deportivo obligar a estas chicas a usarlos? ¿Es ético obligar a consumir fármacos para desmejorar la masa muscular y la fortaleza en un deportista? Como dicen los expertos médicos Carlos D’Ángelo del Consejo Científico Asesor del Sedronar en Argentina y Claudio Tamburrini Investigador asociado del Centro de Ética de la Atención a la Salud de la Universidad de Estocolmo, Suecia: un tipo de medidas como este “sanciona una especie de doping al revés. Debería por lo tanto ser abolida permitiéndose así a las atletas intersexuales competir sin restricciones”.

La opción que queda es la que se tomó en París: dejarlas competir. Así algunos pensemos que una hiperandrógina tenga ventaja física y que fisiológicamente no encaje con el estándar predispuesto para atletas femeninas.  De igual forma, así como un chico que llega a medir 2 metros tiene ventaja sobre otro para practicar el basquetbol, así como el nadador Michael Phelps, según un estudio, tenía unas condiciones físicas naturales que le daban ventaja para ese tipo de deporte, hay que entender a estas deportistas y no estigmatizarlas. El tema que se le permita a un macho que se reconozca mujer, competir con una hembra, eso sí, es harina de otro costal y mi opinión es también otra.

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