Crónica | Los sentimientos de Camilo Namén a sus 80 años

Por Juan Rincón Vanegas.
@juanrinconv

Al escuchar contar a Camilo Namén Rapalino la historia de sus 80 años de vida, no se pueden resumir en una crónica, sino en varios libros donde cada capítulo encierre vivencias, alegrías, tristezas y en el centro de todo las canas de su vieja y aquel padre, su gran amigo, su amigo fiel, ese que se jugaba con él.

Como testimonio de su trasegar por la vida han ido quedando cantos que se convirtieron en clásicos vallenatos, donde también brotaron versos para cantarle a Chimichagua, esa tierra sagrada que lo vió nacer.

Cantó y lloró al recordar ese verso que está pegado a su noble corazón. “Son sentimiento que me salen del alma, en una forma humana que demuestra querer. Vengo a cantarle a mi tierra Chimichagua, esa tierra sagrada que a mí me vió nacer. Por dentro siento que mi tierra me llama, y mis ojos reflejan su bello amanecer”.

Camilo Namén en sus primeras palabras, recalcó. “Mi vida ha sido un espejo donde me miro todos los días reflejándose inicialmente como comenzó todo. Por eso lo digo muy convencido en un verso. Recuerdos de mi pueblo me causan sentimiento y el alma por dentro se me pone a llorar. Una manera de darle gracias a Dios y fijar mi mirada hacía donde la vieja Concha (Concepción Rapalino) me trajo al mundo, gracias al amor con Felipe Namén Fraija”.

En aquella canción titulada ‘Recuerdos de mi pueblo’, narró cómo trascurrió su niñez vestido con un pantalón cortico, vendiendo arepas con la tártara en la mano y con aspiraciones de convertirse en pescador. Lo intentó, pero aquella atarraya, la canoa y el canalete, no eran lo suyo, sino que se avecinaba un episodio lleno de versos que al unirlos y ponerles música pescaba canciones.

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Sin darse cuenta ingresó por ese camino al lado de las historias de vida, amor y folclor, convirtiéndose en compositor pudiendo avizorar todo lo que giraba a su alrededor. Además, de dejar algunos oficios como vendedor de rifas en esos pueblos marcados por el olvido.

Aquello le cambió la vida y la parranda era su compañera donde obtenía los insumos necesarios para componer canciones narrativas, que se fueron pegando hasta ser grabadas por los más grandes cantantes vallenatos. “Nunca hice una canción por encargo, sino salida de mi corazón. Una vez intenté, pero eso no era lo mío y fracasé”.

Llegó tan lejos que se inscribió en el concurso de Canción Vallenata Inédita del Festival de la Leyenda Vallenata y ganó en el año 1972, con ‘Recordando mi niñez’. Esa memorable obra la hizo en la soledad de una mañana donde el sol quiso darse unos minutos para salir, porque las nubes todavía estaban dormidas.

Precisamente en charla con el compositor Rosendo Romero Ospino, sobre esta canción, conceptuó. “El bardo sentimental de Chimichagua, gran maestro de maestros Camilo Namén, nos eriza la piel con ‘Recordando mi niñez’. Un tema filosófico existencial con una atracción emocional donde aparece aquella frase sencilla, pero tremendamente real que nos gustó a todos. “Bonita es la vida cuando uno está niño, y cuando uno está niño quiere crecer ligero”.

En esta frase se encierran cientos de sueños infantiles que trotan a la par con el tiempo que es infalible, sin poderle restar ningún segundo de vida. Es verdad, el tiempo en menos de lo que se imagina da pasos de gigantes llegado a la juventud y luego seguir con la vejez. La imagen es real y hasta una lágrima deprime.

El mismo Camilo Namén lo bosquejó en un verso. “Me dio una tristeza porque ayer recordé los tiempos aquellos en que volaba papagayo, y ahora que estoy viejo y paso trabajo quisiera volver a la niñez. Ver aquellos tiempos que han pasado y ahora con tristeza espero la vejez”.

Camilo Namén con el retrato de su padre Felipe Namén, su gran amigo.

Mi gran amigo

Recabando en los recuerdos hace 54 años Camilo Namén Rapalino compuso ‘Mi gran amigo’. Es el canto del dolor, de la añoranza, de las lágrimas inagotables y del amor hacía un padre que partió para la eternidad. Es un merengue con un amigo fiel acostado en el pentagrama del ayer donde se marca la más grande nota triste.

“Dios es el inspirador. Yo digo que la composición es divina, cuando uno tiene la estructuración de entender que el verso debe ser respetuoso y que la melodía sea agradable al oído. A medida que los años fueron pasando el Todopoderoso me regaló el don para componer”, dijo Camilo Namén.

Entonces hizo la cuenta de las canciones de su autoría y que suman 110, de las cuales le han grabado un promedio de 80. En él se encuentra el verdadero juglar porque compone, canta, versea y echa cuentos. Es un excelente parrandero.

Entrando al campo de la añoranza habló de su progenitor quien murió el 19 de enero de 1970. “Las vivencias con mi papá dieron para hacer esa inmortal canción ‘Mi gran amigo’, grabada en 1972 por los Hermanos López, cantando Jorge Oñate. Si él se veía conmigo 10 veces, las mismas veces me besaba”.

Camilo Namén, siempre con su voz y su canto exaltando el folclor vallenato.

Calló y regresó a hilvanar esa gran historia. “La generosidad de mi padre era inmensa y por eso el homenaje cantado que todavía me conmueve el alma y no solamente a mí, sino a miles de hijos. Esa vez pensé que si Piero le había cantado a su viejo, ese querido viejo, yo podía hacerlo al gran amigo que fue mi padre”.

Ahora, los quebrantos de salud lo han apartado de las parrandas, pero sigue como el roble y componiendo cuando la ocasión lo amerita. “A mis 80 años le doy gracias a Dios por llegar a esta edad. Solamente pido que no me saquen del corazón. Quiero quedarme en el amor de la gente, porque he tenido un sentimiento que es el de cantarle a las realidades para que no me olviden”.

Camilo se quedó pensativo y era preciso sentarse en sus cientos de añoranzas, para revivir de cerca los episodios que tuvieron ocurrencia en territorio costeño, con epicentro en Chimichagua, donde él supo dar alegrías y recibir esos abrazos que están enredados en un lenguaje sin palabras.

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