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Por Amylkar D. Acosta M. – Exministro de Minas y Energía y Miembro de número de la ACCE.
Como lo hemos venido planteando desde hace mucho rato, Colombia en general y la región Caribe en particular debe emprender cuanto antes un serio compromiso de diversificar y desprimarizar su economía, única ruta para un mayor y mejor crecimiento, sostenible e incluyente además. Esta es una empresa de largo aliento que debe comprometer todas las energías de todos, empezando por la recuperación y posterior reactivación de la economía, una vez superada la crisis pandémica. Colombia debe seguir el ejemplo de Perú y Chile, ambos países mineros que están empeñados en ambiciosos planes de transformación productiva y reconversión energética. ¡Asumamos el reto!
La secretaria ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena advirtió lo siguiente: “nos convertimos en exportadores de materias primas, volvimos a esquemas que creíamos superados… con un modelo en el que vendemos materia prima e importamos manufacturas. Así nos será muy dificil dar sostenibilidad a nuestro crecimiento”. Y fue más lejos al sostener, en su discurso de instalación del XXXVI período de sesiones de la CEPAL en Ciudad de México, que “las inversiones en energías renovables y en otros proyectos medioambientales están en la base de la propuesta de la CEPAL de potenciar el desarrollo de la región con un gran impulso o big push ambiental, para avanzar hacia un patrón de producción, energía y consumo bajos en carbón”.
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Hoy por hoy, los proyectos de energías renovables concentran la mayor afluencia de inversión extranjera directa en Chile y eso empieza a vislumbrarse en Colombia, con los enormes recursos que se van a invertir, sobre todo en La Guajira, para instalar los primeros 6 proyectos de parques eólicos, los cuales comprometerán recursos por valor de USD $2.500 millones. Para dimensionar la escala de la inversión en ciernes recordemos que en el montaje del proyecto carbonífero Cerrejón en su momento se invirtieron ¡USD $3.200 millones!
Según la CEPAL, “tenemos que ir hacia una diversificación productiva. Necesitamos replantearnos la visión de desarrollo. Debemos pensar el desarrollo de una manera diferente, innovadora, diversificada e inclusiva”. Estas palabras cobran mayor importancia y pertinencia de cara a la recuperación y a la reactivación en la postpandemia. Como lo dijo el inversionista y filántropo George Soros, “no volveremos a donde estábamos cuando empezó la pandemia” o por lo menos no debemos volver, porque volver al pasado es retroceder. Se impone la necesidad de cambiar el fracasado modelo fincado solamente en la actividad extractiva, para dar paso a una nueva normalidad. ¡Así de claro!
A este respecto, bien dijo la ex secretaria de la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio climatico (CMNUCC) Christiana Figueres, a propósito de la industria del carbón y el petróleo, que “llegó la hora de reconocer que esta es una actividad que tuvo su momento de sol, pero hoy ya está en el atardecer y tenemos que prudentemente buscarle alternativas rápidas ya”. Por lo demás, como lo manifestó el Foro Económico Mundial (FEM): “Colombia hace parte del grupo de países que debe capitalizar su amplia disponibilidad de recursos energéticos para que, de manera sostenible, pueda maximizar los retornos de la industria y apoyar una mayor diversificación de la economía”. De tal suerte, que tanto la estrategia de Transformación productiva como la de la Transición energética tienen en los ingresos que seguirá generando la actividad extractiva su principal fuente de financiamiento. En La Guajira, Cerrejón.
Queremos concluir estas disquisiciones, a propósito de la actual coyuntura y de las perspectivas hacia el futuro, no sólo del carbón, sino de la economía nacional y regional, citando las palabras premonitorias del gran pensador venezolano Arturo Uslar Pietri sobre su país, hace 85 años (¡!) aplicables a nuestra propia realidad: “es menester sacar la mayor renta de las minas para invertirla totalmente en ayudas, facilidades y estímulos a la agricultura, la cría y las industrias nacionales”. De esta manera él planteaba la necesidad de “sembrar el petróleo”, sembremos nosotros el carbón.
Esa tarea que plantea Pietri no la hemos cumplido en Colombia por el embeleco neoliberal de que la mejor política industrial es no tener política industrial y la mejor política agrícola es no tener política agrícola, dejárselo todo al mercado. Ello es un verdadero despropósito, ya que, como afirmó el Papa Francisco recientemente “no todo se resuelve con la libertad de mercado”. ¡Roma locuta, causa finita!