Por Ana Sofía Gómez Archbold – Gestora Cultural*.
“El cambio y la igualdad son imparables”, dijo Claudia López Hernández, la flamante alcaldesa electa de Bogotá, en su discurso triunfal el pasado 27 de octubre. De ahí la frase se volvió tendencia repitiéndose en diferentes medios nacionales y hasta una etiqueta #LaIgualdadEsImparable se difundió con la velocidad que imponen las redes del ciberespacio, clasificando contenidos relacionados.
Definidos los escrutinios regionales, con las pataletas de inconformidad registradas, unas más escandalosas que otras y muchas de ellas con argumentos contundentes de los que seguramente se tendrán noticias de investigaciones más adelante que cambiarán los resultados celebrados. Más para bien que para mal, el panorama nacional muestra que sí están llegando esos cambios y esa igualdad de la que se habla y que se dice imbatible.
En medio de todo, los electores contemporáneos, parecen de apertura, se sienten librepensadores, sufren de menos prejuicios, empoderados de la democracia se empiezan a hacer notar, a demostrar que las minorías inmensas están presentes, ejerciendo su derecho, ocupando su lugar en el mundo y en medio de la resistencia palpitante, es posible que el sol brille para todos.
Debido a esa manifestación de libertad expresada en las pasadas elecciones territoriales, se vieron elegidos tan variados perfiles como el de la misma Claudia López en la capital del país, mujer y diversa, como se autodenomina; se conoció el alcalde más joven que se haya elegido en este país, con 18 años, se trata de Freddy Ricardo Cantillo y es el mandatario de Ovejas, Sucre; la primera mujer indígena Misak, Mercedes Tunubalá, elegida en el municipio de Silvia, Cauca; un exguerrillero y cantante, Guillermo Torres en Turbaco, a solo 20 minutos de Cartagena.
Se observa el particular caso de Jairo Yañez, de 68 años, quien no obtuvo el respaldo del partido de gobierno nacional y se lanza como candidato independiente, sin un peso y con un megáfono que le aportó un amigo a su campaña, logrando el apoyo de las mayorías que con su voto lo hicieron alcalde de Cúcuta; la hoy concejala Dora Saldarriaga, salida del movimiento recién creado llamado Estamos Listas integrado por 2.039 mujeres, quienes rompiendo paradigmas, convencieron a 28 mil ciudadanos diciendo que quieren cuidar a Medellín.
La impensable, “moñona” lograda por un movimiento de origen ciudadano, al ganar Carlos Caicedo la gobernación de El Magdalena y Virna Johnson, la alcaldía de Santa Marta, con votación que dobla a sus inmediatos contrincantes dueños de maquinarias, cacicazgos y derroches de campaña.
Con más de 23 mil votos, Andrea Padilla, salió elegida como la primera concejala animalista, en el Concejo de Bogotá y para ese mismo Concejo resultó elegido Julián Sastoque el concejal más joven y además producto de un proceso de meritocracia adelantado por su partido para obtener el aval, quien busca liderar la implementación del proceso de paz en la zona rural de la ciudad; Jorge Colmenares, guajiro, hoy concejal de Bogotá, se presentó a las urnas por cuenta de la tragedia de su hermano Luis Andrés Colmenares y recibió 10 mil votos de confianza de habitantes de la capital indignados por este caso aún sin resolver.
En Norte de Santander el municipio de Tibú eligió como alcaldesa a Corina Durán, candidata de la que no aparecía ni su nombre ni su foto en el tarjetón. Más de 8 mil personas marcaron a quien sí estaba allí, su esposo Bernardo Betancurt, asesinado el 15 de septiembre y de quien la elegida tomó las banderas con el apoyo de su grupo político y amparada en la ley 1475 de 2011. Es una victoria con un desgarrador sabor amargo.
131 Alcaldesas se eligieron en estos comicios, de 1.101 municipios de la geografía nacional, 2 menos que hace 4 años y 23 más que en 2011. La Guajira hace parte de los 9 departamentos que no eligieron ninguna mujer para orientar sus destinos municipales y junto a ella en el Caribe, El Cesar y San Andrés.
Aun así, todo lo acontecido el pasado 27 de octubre en este país mojigato y de doble apariencia, deja entrever un renovado aire, en donde las diferencias son más visibles y se asumirán con toda naturalidad desde el respeto mutuo y deberán ser bien tratadas desde la institucionalidad, todo ello, entre otros hechos que determinan el carácter de este siglo, que reafirman y dan muestra de que la cotidianidad de Colombia ha cambiado, es inminente y es definitivamente imparable.
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