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Hogar – Templo | Gracias a la intercesión de la Virgen de los Remedios

Por María Isabel Cabarcas Aguilar

La buena noticia llegó en diciembre. Desde la oficina cural de la Catedral Nuestra Señora de los Remedios confirmaban que había una fecha disponible para la realización de la Eucaristía con la que culmina el Santo Rosario de Aurora que inicia sagradamente cada veintitrés de enero. En ese orden de ideas, comenzaban los preparativos para que, por fin, después de tres años de larga espera, llegara a nuestro hogar y por consiguiente a nuestro querido barrio por primera vez, la Virgen de los Remedios en el marco de sus fiestas patronales. Y así se confirmó de manera formal, en una comunicación firmada por el padre Jainer Guevara, estimado y carismático párroco de la catedral insignia de Riohacha, capital de la ferviente devoción mariana.

Durante cada mañana del Santo Rosario la ruta es diferente. Independientemente del amor y la reverencia con que los muchos fieles acudimos a esa cita sagrada, cada día el rezo lleva un ritmo distinto, participan las comunidades de creyentes, las voces que entonan cánticos y plegarias varían, y muchos tienen la oportunidad de llevar la imagen de la Vieja Mello en hombros, especialmente nosotras las mujeres, pues el 2 de febrero es casi imposible lograrlo por la enorme cantidad de varones quienes custodian como celosos guardianes, el turno para cargar la enorme imagen que ese día es delicadamente adornada con flores naturales hermosas de variados colores para recorrer de la mano de sus hijos amados, el marco de la icónica Plaza Almirante José Prudencio Padilla, al son de la música de banda que cadenciosamente acompaña el lento paso de la multitud andante. Ciertamente presenciar este ritual anual llena de emoción el corazón y alimenta también la esperanza en un mejor presente y futuro para nuestra tierra, guiados por el amor de Dios y la necesaria coherencia con las acciones cotidianas de las que se alimenta nuestro ser ciudadano.

Nuestro barrio ha sido el mismo toda la vida pues a esta casa llegué recién nacida y muchos años antes mis papás la levantaron con el fruto de su honesto trabajo como servidores públicos. Tres hermanas vivieron en esta cuadra por mucho tiempo y dos de ellas permanecen aún: Sonaida Aguilar “Tía Chony”, Denia Lucía Aguilar “Tía Cuny” y mi mamá, Ena Luz Aguilar Arismendy (Q.E.P.D.), la popular dueña de varios negocios en los que atendió con esmero a muchas personas por más de veinte años después de haberse pensionado y que tuvo que dejar por fuerza mayor, más no por gusto. Crecimos en esta zona muchos primos y amigos de diferentes edades, corriendo por la calle polvorienta que luego fue pavimentada. Jugábamos al escondido, al quemado, a la guerra, a kimbol, jazz, dominó, parqués, y cuanto juego de infancia llegara a existir, asistiendo a los cumpleaños de todos, celebrando las fiestas decembrinas juntos y a veces jugando bingo o lotería, pues la vida social fue siempre fluida, alegre y cálida. Fuimos por mucho tiempo las mismas familias y aunque algunas se fueron de esta zona o de Riohacha, el afecto permanece intacto pues así nos enseñaron los mayores, a ser considerados y respetuosos, reconociendo el cariño y los lazos que se crean por compartir la vecindad que tanto valor y significado tiene en el caribe y en La Guajira.

Nuestra mayor tristeza sucedió el año pasado con el asesinato de mi sobrino Jaime Tulio Molina Rincón, y en ello también permanecemos unidos, sobrellevando el dolor como familia y como barrio. Esa quizás fue también, una de las razones por las que anhelé que llegara nuestra Santa Patrona hasta aquí, para conjurar la tristeza con fe y devoción, tal como ha sucedido desde aquel fatídico día de marzo.

Y así sucedió. Nos preparamos con gran emoción para que Ella, nuestra Madre Universal, llegara hasta nuestro hogar, que gracias a la misericordia de Dios y a la generosa decisión del padre Jainer, se convertiría en templo en la mañana del domingo 26 de enero. Manuel Antonio de Jesús estaba muy emocionado y tomó sus binoculares de juguete para observarla venir desde lejos en medio de una multitud de fieles. Desde que estaba embarazada caminábamos juntos el Santo Rosario de Aurora, y luego juntos hemos acudido cumplidamente a cada cita con ella. En silencio recé muchas veces el Rosario mientras mi hijo estaba en mi vientre implorando protección para él, pues había tenido dos amenazas de aborto, mi embarazo era de alto riesgo y luego, sabría que por doce miomas que había en mi útero y por los cuales se me practicó una cesárea, era imposible que quedara embarazada. En mi corazón sé que la Virgen de los Remedios escuchó mis ruegos para llevarlos al corazón de Jesús y así recibir el milagro del nacimiento de mi hijo sano y salvo, un bendito 27 de marzo de 2018. 

La preciosa Eucaristía fue presidida por un pastor que habita en nuestro corazón de vieja data. El padre José Gabriel Rivera, quien también es Capellán del Colegio Sagrada Familia en el que estudia mi hijo y donde estudié el bachillerato egresando en 1996, fue el encargado de llevarnos por reflexiones y oraciones aquella bella mañana dominical de enero. Sus sabias palabras tocaron los corazones de todos los presentes, pues la presencia del Espíritu Santo era evidente entre aquella multitud de más de 500 devotos quienes habían madrugado a cumplirle a la Vieja Mello. “Este hogar se convierte en templo por intercesión de la Vieja Mello” expresó de manera contundente en su homilía pidiendo también consuelo para nuestra extensa familia, significando el profundo dolor de la ausencia de Jaime Tulio entre nosotros. En honor a esa expresión hermosa, lleva el título esta columna.

Gracias a la Diócesis de Riohacha, a Monseñor Francisco Antonio Ceballos Escobar, al equipo de sacerdotes que lideran nuestra festividad, en cabeza del Padre Jainer Guevara como párroco de la Catedral Nuestra Señora de los Remedios, por liderar y convocar anualmente de forma masiva al pueblo riohachero, a esta bellísima fiesta religiosa que nos une espiritualmente a nuestra Santa Patrona. Resulta inevitable recordar con gratitud también, a quien cumpliera por más de 15 años la misma tarea de liderazgo de la diócesis, Monseñor Héctor Salah Zuleta, de cuya mano creció también la devoción mariana y el anhelo por escuchar sus sabias homilías el 2 de febrero. Gracias y felicitaciones a todos ellos, y a las comunidades religiosas que participan activamente y hacen parte del éxito de nuestra más hermosa festividad. Que cada año con amor, gratitud y devoción, por intercesión de nuestra amada Virgen de los Remedios muchos más hogares se conviertan en templo, antes, durante y después de las fiestas patronales en su honor.

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