Por: María Isabel Cabarcas Aguilar*.
¡Amamantar, es una cosa loca! Eso le comenté a mi prima y amiga Sarah Aguilar, quien ya ha sido mamá en dos ocasiones y definitivamente, una gran mentora y ejemplo a seguir en mi nuevo rol. Y es que la manera tan enloquecedoramente tierna como nos miran nuestros hijos cuando los estamos alimentando con leche materna, es simplemente indescriptible. Esa sensación que sentimos las mamás de seguir transmitiéndoles vida y de ser su principal herramienta humana para mantener su buena salud, es maravillosa. A todo lo anterior, se suma por supuesto, la manera como esto influye significativamente en el fortalecimiento de los lazos afectivos que naturalmente existen con nuestros hijos.
Hace algunas semanas se desató una polémica, debido a la presencia en una pasarela en vestidos de la baño de la Revista Sports Illustrated en Miami, de la modelo Mara Martin, amamantando a su hija. El acto fue descrito por su protagonista como totalmente espontáneo, debido a que el desfile se retrasó y su hija comenzaba a evidenciar algunos signos de hambre. Al parecer, su gesto fue asumido por algún sector de la opinión pública en Estados Unidos como de desafío a una sociedad que aún se muestra reticente al acto de amamantar en público. Hoy recuerdo el sabio y entusiasta consejo de la médico y amiga Isabel Vásquez: ¡Dale pura teta, teta teta!
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Confieso que me ha tocado amamantar en sitios que nunca pensé hacerlo, y que aunque al principio tenía mis reservas sobre el lugar en el cuál darle teta, hoy comprendo que la prioridad es alimentarlo en el momento en que mi hijo lo pida ya que para ellos no existen los prejuicios respecto del “lugar y momento adecuado”, si no que se trata del acto natural de alimentarse de quien tiene el deber y las posibilidades naturales de hacerlo: su mamá.
Hace unos años mi prima Claudia Barón, Bióloga Marina quien estudió su maestría en San Pete (Florida, USA), ciudad donde nació su primogénito Jerónimo, me contaba su sorpresa ante la expresión lanzada por una mujer, que al verla amamantando a su hijo, sentada en una banca en un parque le ordenó despectivamente: “Vete a un baño”, a lo que ella le respondió: “¿Usted toma sus alimentos en el baño?”. Una respuesta apropiada para una sugerencia inapropiada. Así mismo, días atrás vi un video de dos personas que insultaban violentamente a una mamá que alimentaba a su hijo sentada al igual que mi prima, en la banca de un parque. Me llené de inconformidad al ver, lo injusta de la situación y la pasividad de la pobre madre, quien violentada y seguramente por resguardar a su pequeño hijo de las ofensas de aquellas personas, no tuvo más que hacer, que dejar de alimentar a su hijo e irse. Cuanta falta hace muchas veces, esa actitud reaccionaria para hacerle frente a situaciones que realmente lo ameritan, que a mi juicio esta no lo era. Las razones que argumentaba la pareja victimaria de aquella mamá y su bebé, eran entre otras la presencia cercana de niños y la condición de lugar público en el que se encontraba.
A raíz de todas estas situaciones, pienso que las mujeres que para evitar situaciones así, privan a sus hijos de ese valioso elixir de la salud, el bienestar y el crecimiento de los niños. Por otra parte, pese a que la legislación colombiana amplió el término de la licencia de maternidad a cuatro meses y medio, este periodo continúa siendo insuficiente ante la recomendación médica y pediátrica general, de darle lactancia materna exclusiva a los niños hasta los seis meses de edad, pues comprobado científicamente está que a mayor succión, mayor producción, y nunca un ordeñador tan útil para las mamás ejecutivas modernas, remplazará, la boca, la cercanía y la calidez de un tierno y amoroso bebé necesitado de ser alimentado.
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En esta Semana Mundial de la Lactancia Materna, creada por la Organización Mundial de la Salud para recordarnos la importancia de este acto de amor materno, hago un llamado a las mamitas a mantener su convicción de lactar a sus hijos mínimo durante los primeros seis meses de edad; mi amiga Eliana Brito, le dio teta a su hijo Miguel David durante dos años, y conversando me manifestó, que solo tuvo que darle acetaminofen para bajarle la fiebre cuando le salieron sus dientecitos. El otro llamado, y el más urgente es a las sociedades resistentes a respetar y dignificar a las madres que amamantan públicamente a sus hijos. Les recuerdo que las percepciones dependen del ojo y principalmente, del corazón de quien se mire. Una madre lactando, está protegiendo la vida y la salud de su hijo en el momento y lugar en que su hijo o hija lo pide. Como dice otra amiga (gracias a Dios por ellas), “Más amor, menos prejuicios”.
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