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Por Abel Medina Sierra – Investigador cultural.
En días recientes, estuve visitando los lugares potencialmente priorizados como bienes de interés cultural de Maicao, todo esto como parte de mi trabajo en calidad de miembro del equipo que está en el proceso de actualización del inventario del patrimonio cultural y por mi preocupación como consejero departamental de Patrimonio Cultural. Como patrimonialista, pero más como maicaero, me produjo profunda decepción e indignidad, el evidente deterioro y abandono de la plaza Bolívar de Maicao. Lejos de ser el epicentro y referente urbano de la segunda ciudad del departamento y la que se precia como “La vitrina comercial de Colombia”, la plaza se cae a pedazos; las losas, bancas, tarima, adecuaciones estéticas, dan cuenta de la falta de intervención desde hace muchos años, también de un Centro Administrativo que, si bien le queda al frente con vista desde donde tienen asiento los gobernantes, pareciera estar a kilómetros de distancia de sus prioridades.
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Justamente, había iniciado una columna para expresar mi indignación por el estado de la plaza Bolívar, cuando desde el grupo de la tertulia Café Maicao, comienzan a divulgar las fotografías de la caída de la escultura de Simón Bolívar, único atractivo material de la plaza. “La tumbó la brisa”, comentaban indiferentes los corros de migrantes venezolanos y hasta los orates que se han hecho residentes casi permanentes de la plaza. Ya los cambiadores de bolívares, quizás de los pocos dolientes de la plaza, ya descansaban en casa a esa hora.
La caída del Bolívar, para muchos uno más de los estragos de la brisa de estos días, para los dolientes de la cultura, para los maicaeros de vieja data, representa un lamentable episodio que visibiliza la falta de una política de salvaguarda patrimonial por parte del municipio y su abandono hacia el referente urbano más emblemático para los maicaeros. Allí nació Maicao como epicentro comercial de la región y hasta del país. Bajo la sombra del árbol de cacaíto fue que emergió la actividad comercial de esa ciudad, la plaza, cuyo terreno fue donado por Rosario Ortíz, ha sido el epicentro económico, cambista, de los grandes negocios que han movido no solo la ciudad, sino gran parte de la frontera. Allí se han escenificado tantos actos cívicos, campañas solidarias, protestas, festivales, ferias. ¿En qué momento la dejamos convertir en unas ruinas con ambiente lumpenizado? Esa misma indiferencia de ahora es la que nos contagió cuando nadie se opuso a que entre la plaza y la catedral, se construyeran unas colmenas del llamado Cacaíto que rompen la unidad arquitectónica y visual que en todo pueblo debe haber en su centro.
Maicao no es que tenga tantos bienes con valor patrimonial, quizás por lo reciente de su poblamiento. Nada de edificaciones republicanas como en otros municipios, a duras penas la mezquita, la catedral por sus vitrales y una que otra escultura. Tenemos tan poco, pero aun así, la administración es indiferente. Con relación a la escultura de Bolívar de la plaza, la triste imagen de la bota militar del libertador tirada al piso, recuerda una historia azarosa para tal monumento. El primero era un busto que se instaló hacia 1953. Siendo alcalde Óscar Vergara Ramos, en 1987 se remplazó por una escultura pedestre en yeso, lo que generó toda una polémica. Hoy, la airada brisa fronteriza terminó por demostrar la vulnerabilidad del material. El busto de bronce, fue a parar a la sede campestre del colegio San José, donde un embaucador la llevó a intervención a Santa Marta donde la cambiaron por una de material barato. Me cuenta un exdocente de esa institución, el poeta Julio Larios que, fue toda una odisea recuperar la escultura original. De ambas esculturas se sabe poco, porque nuestros gobernantes se olvidan que lo único que no debe faltar en la placa es el nombre del artista escultor.
Pero, si eso pasa con la vieja escultura del Bolívar de la plaza de Maicao, no deja de preocupar también que la reciente escultura del Abuelo de las barbas de maíz, ya esté en deterioro. Apena fue instalada en el gobierno de José Carlos Molina y ya es evidente que algunas partes están oxidadas y en pleno menoscabo. Consultados dos artistas plásticos, me cuentan que se aprecia la aleación de metales de baja calidad en la múcura y láminas que representan la envoltura de la mazorca. De la fuente de agua, el juego de luces y una de las placas, ya no queda sino el recuerdo de la inauguración.
Todo esto obliga a una urgente intervención del Municipio para la salvaguarda del patrimonio mueble de Maicao, al que le falta dolientes en la institucionalidad. El patrimonio cultural material no puede seguir cayendo a pedazos en Maicao.