25 años haciendo historia en La Guajira

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Por María Isabel Cabarcas Aguilar.

Hace unos días recibí muy temprano una llamada muy especial. Son esa clase de llamadas que alegran el día aún en medio de las difíciles circunstancias que como humanidad vivimos, renuevan las fuerzas y generan una nueva perspectiva del presente, impregnando el corazón de nuevas esperanzas frente al futuro. Muy formal, la directora del Programa de Trabajo Social de la Universidad de La Guajira, Divina Estrella, me informaba que se me entregarían un reconocimiento como egresada destacada de ese programa en el marco de la celebración de sus veinticinco años de creación. Mi emoción fue irrefrenable e inmediatamente le agradecí con la voz quebrada y los ojos anegados por tan maravilloso gesto que me llenó no solo de alegría, si no de inmensa nostalgia. Le agradecí con la calidez que mis sentimientos y voz me lo permitieron, felicitándola además a ella, a la Decana de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Milvia Zuleta y a todo el equipo directivo y docente que, en tanto años de estrategia colaborativa con disciplina y un alto sentido ético, ha impulsado tanto el crecimiento como la evolución del programa teniendo en cuenta los más altos estándares de calidad académica y de un férreo compromiso con la realidad del departamento.

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Inmediatamente inició en mi mente una retrospectiva que me llevó necesariamente hacia mi llegada a la Universidad de La Guajira como estudiante, en la que sería mi segunda carrera profesional, pues la primera es el Derecho, el cual cursé en mi querida Universidad Santo Tomás de Bucaramanga, de la cual conservo, además, los mas gratos recuerdos. Comenzar a formarme como estudiante de pregrado en una nueva área del conocimiento en mi ciudad natal fue una experiencia realmente estimulante, pues de la mano de excelentes y apasionados docentes avanzamos en un camino lleno de historia, de teorías, de enfoques sobre la intervención profesional, de las loables luces orientadoras de otras ciencias sociales como la Antropología, la Psicología, la Sociología y el Derecho, pero también de múltiples e interesantes escenarios prácticos que nos llevaron tempranamente y desde el primer semestre inclusive a conocer y reconocer los barrios y zonas vulnerables del distrito de Riohacha, las comunidades étnicas y los contextos indígenas, sus necesidades, estructuras, organizaciones, figuras de liderazgo y las gigantescas oportunidades y retos que como futuros profesionales teníamos respecto del presente y el futuro de nuestra tierra en aquella primera década del siglo XXI. Por esa época, se crearía también la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, que hoy alberga no sólo al Programa de Trabajo Social que había sido el proyecto pionero y piloto de formación en este campo, si no también a los programas de Derecho y Psicología. Le auguro con todo el cariño éxitos y bendiciones a todas las personas que hacen posible cada logro académico en el exigente proceso de formación del talento humano guajiro de cara a la realidad local.

Dedico este reconocimiento a mi madre Ena Luz Aguilar Arismendy, luminoso faro de luz de mis sueños y anhelos, cuya sabía voz tocó mi corazón y me motivó a estudiar esta hermosa y estimulante carrera. A mi hijo Manuel Antonio de Jesús, depositario de mi amor infinito y fuente inagotable de inspiración en cada paso que doy, quien con su llegada resignificó mi existencia haciéndome mucho más fuerte y valiente de lo que hubiera imaginado. A las comunidades que nos han abierto sus puertas y su corazón en estos seis años de arduo y amoroso trabajo social desde la Fundación Compartamos la Felicidad de la mano de un voluntariado comprometido y leal a esta causa común. Gracias a mi querido Programa de Trabajo Social de la Universidad de La Guajira por este reconocimiento que sólo me compromete más, con mi tierra y con el bienestar de sus comunidades vulnerables, especialmente con las niñas, los niños, los jóvenes y las mujeres wayuú. Gracias a Dios por hacer todo posible. Sin Él nada soy.

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