Por Abel Medina Sierra – Investigador cultural
Comienzo de año y con las cabañuelas, las brisas y el carnaval; el caótico y traumático calvario se repite una vez más. Entre enero y febrero, La Guajira año a año, viene siendo azotada por la temporada de bloqueos, paros y tomas. El tema ha hecho derramar ríos de tinta y miles de quejas verbales de una ciudadanía ya hastiada y sitiada por las frecuentes acciones de hecho que provienen de diferentes sectores. Cada semana tenemos algún bloqueo, que se ha tornado casi la única y poco creativa manera de expresar inconformidad, reclamar un derecho o presionar una solución. Las pérdidas que se generan son incalculables. Esto llevó, hace días, al gremio de pequeños transportadores del Sur de La Guajira, a protestar contra los semanales bloqueos que impiden su normal trabajo. Lo paradójico: su manera de protestar contra los bloqueos fue: bloqueando vías.
Pero, ¿Por qué en estos primeros meses? No es que no se presenten el resto de año, es que en este tiempo se intensifican a nivel exponencial, haciéndolos hasta coincidentes y simultáneos. La explicación tiene que ver con que, es también el tiempo en que se decide la contratación en diferentes instancias públicas. En estos dos meses, se decide cuáles fundaciones se quedarán con los cupos para la población infantil y madres gestante de ICBF, se definen los criterios y los beneficiarios del transporte escolar y el Plan de Alimentación Escolar, la contratación docente en escuelas rurales e indígenas, la canasta educativa, entre otras.
Así que, verdad dolorosa, pero verdad al fin, casi todas las tomas y bloqueos que se han dado últimamente en La Guajira, no es otra cosa que una rebatiña por quedarse con contratos. Todos los años, aquellos “líderes” wayuu que tienen fundaciones a los que se les mueren los niños de física hambre, alzan su voz denunciando la desnutrición de los pequeños y peleando para que le den un nuevo contrato. Instalan carpas y tambores fuera del ICBF hasta salir con contrato en la mano en un verdadero y vergonzoso chantaje. Cada año, otros líderes, propietarios de varios carros, bloquean vías, hacen tomas para que les vuelvan dar los contratos de transporte escolar. No falta el otro líder inconforme porque no le han dado el contrato de alimentación escolar. Cada uno, eso sí, guarda de sus ganancias contractuales, unos recursos para pagar a “sus paisanos” para que vayan a bloquear o hacer una toma de la cual ni siquiera son conscientes. Alquilarse para bloquear se ha vuelto otra manera de rebuscarse entre algunos wayuu.
Uno de los bloqueos más criticados han sido los dos financiados por algunos líderes del sur, en el que terminan, literalmente, sitiando y paralizando a todo el departamento. ¿La excusa? Los incumplimientos a la sentencia T302 del 2017. Las denuncias dadas a conocer en algunos medios revelan que, tras esta “noble” causa, no había otra intención que la presión para conseguir contratos. Incluso, los bloqueos que han organizado los conductores que trasportan hacia Uribia, lo venden como un reclamo por el arreglo a la vía y resultó una manera de presionar para que el Municipio obligue a las empresas generadoras de energía a que los contraten. Es que, cada día vemos menos vías de hecho para defender causas colectivas y sociales en La Guajira. Los bloqueos y tomas se están organizando solo para defender el bolsillo ya gordo de alguien que vende una impostura de “líder”. Aquí no se protesta por la desnutrición, se protesta para presionar un contrato; no se protesta por la educación, se hace para defender un nombramiento o que a alguna autoridad le concedan su propio feudo escolar y los contratos que de este se deriven.
Para algunos opinadores, los paros y bloqueos en La Guajira se han intensificado últimamente por la actitud complaciente de los gobernantes. Lo cierto es que, también en anteriores gobiernos ha habido una política de negociación y no de represión. No es menos cierto que, ahora son más frecuentes porque son más actores y organizaciones las que entraron en la disputa por los contratos. Los wayuu del sur se han organizado y están ahora disputando los privilegios de contratación que han tenido los líderes del norte. Los bloqueos de indígenas en Distracción, Barrancas o Hatonuevo, que antes poco ocurrían, ahora es pan de todas las semanas. Incluso, manejan tantos recursos que – lo observé yo mismo en Cuatro Vías- pagan a otros wayuu en el norte para que bloqueen a nombre de ellos. Son cuantiosas las cifras que destinan para financiar los bloqueos porque pagan a quienes ponen el pecho por ellos.
A esto se suma que, los afros entraron también al ring de disputas por contratos de ICBF. En estas últimas semanas se ha visto la toma de varias organizaciones afroguajiras de la sede de ICBF en Riohacha. El discurso presenta fines altruistas, pero, tras de todo esto, se trata de una batalla para que les concedan cupos en los programas de la entidad. Exigen las mismas condiciones que les dan a los wayuu: que solo ellos puedan autorizar a quién contratan para atender a los niños y madres gestantes. Las disputas entre organizaciones afros no prometen ser menos intensas, conflictivas y dramáticas que las que han tenido los wayuu, en las que, incluso, algunos líderes han preferido que sus niños mueran de hambre que permitirles a otros ejecutar los contratos de atención a la infancia. Ya nos lo ha enseñado la experiencia: en La Guajira, cuando se presiona por concertación se entiende como “el contrato es para mí” o “cómo voy yo”. Nada más “puteado” que esa palabra: concertación.
Nada halagüeño el panorama social que se avecina en La Guajira con tanta gente disputándose los contratos. Solo esperamos que, así como el Caribe ruega para que pase pronto las temporadas de huracanes, estos vientos se lleven los radicalizados intereses de quienes financian bloqueos y tomas dizque defendiendo a la “Gran Nación wayuu” o la población afro, cuando en realidad lo que buscan engordar es a sus bolsillos. Por lo pronto: a preguntar si la vía no está secuestrada cada vez que vayamos a viajar.